Fue sometido a un bypass gástrico que le arruinó la vida
Jorge Muñoz (49) es tandilense y médico. Decidió realizarse una cirugía bariátrica en Mar del Plata, por problemas del sobrepeso que estaban incidiendo en su calidad de vida. Con mucha ilusión en 2016 fue a la operación. Hoy lleva más de quince intervenciones, ya que por un error en la primera, le pusieron un tramo de intestino al revés y eso le costó perder la vista, entre otras tremendas complicaciones

“Realicé los prequirúrgicos normales que se les pide a los pacientes, fui a operarme con entusiasmo y entré a quirófano. Nunca me desperté en el posoperatorio. Estuve tres meses en coma y me despierto sin saber nada de lo que había pasado ni porqué estaba así. Entendí que no era normal porque tenía dolores terribles en el abdomen, estaba cuadripléjico y con una sensación continua de ´picaneo´ en los miembros. Pedí explicaciones y me dijeron que había hecho un sindrome neuroléptico maligno, algo muy raro. Mi familia y yo teníamos confianza en el equipo que me había operado y de hecho tardé cerca de un año en irme de la clínica. Me había llenado de fístulas (una conexión anormal entre dos partes del cuerpo, como un órgano o un vaso sanguíneo y otra estructura) y tenía intolerancia alimentaria, no podía comer nada. Me colocaron un catéter, similar al que tengo ahora por donde me alimento mientras duermo -a través de una bomba de infusión- y por la mañana me lo retiran. Es la única forma de alimentación que tengo”.
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Accedé a las últimas noticias desde tu email“El dolor continuo era tremendo”
“Estando en internación domiciliaria en la casa de mi hermana en Mar del Plata comienzo a notar una tos rara, algo no estaba bien. Se agregó fiebre, volví a hacerme y ver y sucedió que durante la colocación del catéter me habían desgarrado el pulmón izquierdo, hice un neumotórax y me tuvieron que operar. Durante todo el tiempo que estuve en terapia me llevaban a quirófano día por medio para hacerme lavajes abdominales tratando de dirigir las fístulas (que sean lo más rectas y cortas posibles) porque se cierran en forma espontánea, no se pueden operar. Estuve un año con vómitos fecaloides (vómitos de materia fecal). Me habían dado el alta pero seguía con internación domiciliaria intentando diversos tipos de alimentación por boca pero no había forma, el dolor cólico continuo era tremendo. Yo le comentaba todo al médico que me operó, Juan Carlos Staltari. Y después de haber recibido nueve lavajes abdominales me dijo que me haría una laparoscopía exploratoria para “ver que hay adentro porque no encuentro la razón de esto”. Llegado el momento me operaron, pasé a terapia y me desperté con el mismo dolor con el que llevaba un año de convivencia. Este médico me dijo: ´tenés que andar bien porque no encontré nada anormal. No vi nada que justifique este cuadro. Te voy a dar el alta´. Me fui a casa de Celia, mi hermana con mucho dolor y en silla de ruedas”.
-Nos contaba que también había perdido la vista.
-Fue de entrada, cuando me desperté de la primera cirugía ya no veía y no me sabían explicar por qué. Después supe que había hecho múltiples eventos isquémicos en el cerebro con franca predominancia en el lóbulo occipital donde se analiza la imagen. Esto sucedió durante esos tres meses en que estuve en coma en terapia intensiva, porque también tuve fallas renales y con treinta y nueve grados durante un mes seguido.
El diagnóstico jamás imaginado
-¿Cuánto tiempo le demoró incorporarse?
-Tardé seis meses en comenzar a mover las piernas, luego me puse de pie, primero con un andador. El dolor era constante e intenso. Un día, ya muy cansado de los dolores, vómitos, de no poder dormir y con un estado de angustia absoluto, le dije a mi hermana que me internara porque “no quiero morir en tu casa, no quiero que mi sobrinos –eran muy chiquitos- vean a este lugar como el lugar donde murió su tío. Llevame a morir a la clínica. Siento que me estoy muriendo, estoy en las últimas”. Decidió internarme en otra clínica, la 25 de Mayo que es donde ella trabaja. Nos pusimos en contacto con Roberto Berardi, médico cirujano que fue el que me sacó adelante. Ni bien me vio a un metro de distancia me dijo que estaba obstruido. Le dije que había ido morir, no quería más nada, llevaba más de quince cirugías en un año. Me respondió que lo mío se resolvía en forma quirúrgica. Lo único que pedí es que me llevaran a mis dos hijas para despedirme y listo. El insistió y dijo una frase que no olvidaré: “Vamos a operarte pero no por vía laparoscópica, acá hay que abrir, ver y meter la mano. Déjense de joder esto no es para laparoscopía”.
Fui a quirófano, me despierto en el post operatorio y por primera vez en un año y medio no tenía dolor. Seguía ciego y con trastornos motores que hasta ahora persisten mucho más fuertes. No siento los pies como si fuera un diabético de larga data, tengo convulsiones que son secuela de los infartos cerebrales.
-¿Preguntó qué había pasado?
-No se me ocurrió ahondar demasiado, la cuestión es que mi hija –discapacitada- cumplía quince años y le había prometido hacerle una fiesta y como sea tenía que estar. Me hice traer a Tandil y ya no me dieron ganas de volver a Mar del Plata.
-¿Por qué, siendo médico, no indagó en lo que había sucedido?
-Tenía como una negación, estaba bien sí. Durante todo ese tiempo pensaba que el culpable de todo era mi organismo, que se debía al síndrome neuroléptico que me había tocado en suerte. Pero cuando comienzo a hacer los trámites de discapacidad mando a pedir las historias clínicas tanto de la cínica 25 de Mayo como de la Colón con una empleada mía de ese entonces las comenzamos a leer, primero la de 25 de Mayo. Al abrir, en la segunda hoja encuentro el diagnóstico operatorio de Roberto Berardi: “segmento de intestino colocado en forma retropulsiva. Esto significa inversión, dado vuelta o anti peristáltico. El intestino viene para funcionar en un sentido único, si uno lo da vuelta el sentido funcional no cambia sigue en la forma primitiva, si se lo pone hacia arriba la dirección del flujo va a ser hacia arriba. Este señor… el médico que me operó por primera vez lo que habría hecho –todo está sujeto a comprobación ya que he iniciado acciones civiles y penales al equipo de cuatro médicos de la clínica Colón y al médico de terapia intensiva ya que es tan responsable como el cirujano mismo. Había una parte del intestino que bajaba y otra que subía y eso causó las fístulas, dos segmentos enfrentados en una sutura donde se produjo una zona de hiperpresión que no aguantó más y se perforó en tres lugares. De ahí que el contenido intestinal se alojara en el abdomen y provocara una peritonitis difusa, con un cuadro de infección generalizada. Según mi criterio esto habría derivado en insuficiencia renal, infartos cerebrales y todo el compromiso sistémico que tuve a partir del cuadro que describí. Todo esto, insisto, está sujeto a comprobación. Lo que sé es en base a lo que conocía previamente y lo que leí en la historia clínica.
La vida continúa
“Comencé a ir al geriátrico porque tengo para tratar de ocupar mi mente y mi tiempo, no quedarme postrado pero con el tiempo volví a caer. El doctor Berardi me aconsejó esperar, pero la evolución fue muy mala. En ese entonces me comunico con mi compañero de facultad, el doctor Gabriel Gondolesi –un médico brillante-, me sugiere la necesidad de una cirugía exploratoria. No quería una nueva intervención, pero me dijo que haría un ateneo con mi caso y me operó en la Fundación Favaloro. Estuve seis meses viviendo en Buenos Aires con internación domiciliaria”.
-¿Es necesario que vuelva a operarlo?
-Tal vez porque me he vuelto a sentir mal y es posible que hayan vuelto las adherencias, pero llevo actualmente casi veinte cirugías. De todos modos confío plenamente en él. Y el nutricionista de la Favaloro me dijo que no estoy bien como para ir a quirófano.
-¿Puede ser que en algún momento su alimentación sea normal?
-Puede ser que sí o que quede semidependiente o en el peor de los casos quede con alimentación líquida para siempre.
Por amor a las hijas
“Lo único que me sostiene es el amor de mis hijas, una de ellas está discapacitada física y mentalmente y cuando me vio tan mal se puso a llorar diciendo “no quiero que te mueras”. La que estudia en Buenos Aires se hace la fuerte pero se ha tenido que enfrentar con tantas cosas… el divorcio y luego mi enfermedad. Se hace la fuerte mi hija”.
-¿Tiene tratamiento psicológico?
-Estuve diez años casado con una psiquiatra y luego en pareja con una psicóloga. No quiero por ahora.
-¿Por qué se separó de su última pareja?
-Yo la dejé ir. Estaba enamorado pero ¿qué vida le podía ofrecer? No quería verla sufrir a mi lado.
-¿Es un hombre de fe?
-No. Soy ateo a pesar de haberme criado en un colegio católico y tener a mis padres creyentes.
-¿Qué lo sostiene?
-El amor de mis hijas.
-Se pregunta ¿por qué a mí?
-Sí. Siento que si esto le hubiera tocado a alguna de mis hijas, está bien que lo pase yo una y otra vez.
Jorge habló sobre la mujer a la que le habían cortado la pierna equivocada en una operación. Tal vez eso le dio fuerzas para contar lo suyo. Dijo no conocer un caso como el propio hasta que encontró un recorte del diario La Capital donde en la misma clínica un hombre de algo más de sesenta años fue operado de un bypass gástrico y después de lucharla falleció.
* Nota publicada en el Suplemento La Vidiriera del 4 de agosto de 2019