Las investigaciones históricas se han ocupado, en general, de las cuestiones políticas y económicas de las sociedades. En menor medida de temas culturales y educacionales. Y muy raramente de aspectos no menos importantes de la vida de las personas, como los juegos, los deportes, las fiestas. Que también son expresiones de la cultura de los pueblos.&nbsp;Por ejemplo los carnavales, que un siglo y medio atrás fueron denominados “bárbaros” en todo el Río de la Plata. Un fuerte e interesante testimonio lo certifica aquí en Tandil, gracias al libro “Apuntes autobiográficos”, que dejó para la posteridad el inmigrante español Manuel Suárez Martínez.&nbsp;La que sigue, es su descripción de lo ocurrido en aquel febrero de 1865: “Aparecieron de la casa de enfrente la mujer y una hermana del albañil Pedro Irigoyen, con sendos jarros de agua para mojar a los que acababan de subir al coche pero, antes de que ellas llegaran, saltaron ellos y las corrieron hasta las tinas llenas de agua, que tenían preparadas para el juego”.&nbsp;Mansilla, mayoral de la galera, un loco de atar, tomó en brazos a la señora de Irigoyen, la dio vuelta como a un chico y la metió de cabeza en una tina. Uno de ellos tiró un huevo con demasiada fuerza y le pegó en un ojo a la señora de Irigoyen, que dio un grito y cayó desmayada. Tuvieron que llevarla ellos mismos a la cama, y enseguida se retiraron para traerle al Dr. Fuschini”.Pero, al pasar por la casa del Coronel Machado se encontraron con un fuerte cantón, compuesto por las señoritas de la casa y sus amigas, que, instaladas en la azotea, arrojaban una catarata de agua, como que tenían 4 o 5 hombres armados de grandes baldes para subir agua y llenar las tinas de abastecimiento. Con tal tentación, mis compañeros se olvidaron del compromiso. Me fui en busca del Dr. Fuschini y lo acompañé en el mismo coche a la casa de la señora Irigoyen, que se retorcía con el horrible dolor que le producían los trozos de cáscaras incrustados en la córnea. Comprobó el doctor que la señora tenía el ojo reventado; la curó y volví con Fuschini hasta su casa. Allí le dije al cochero que fuera a donde había quedado la comparsa de locos y que les dijera que no los acompañaba más y, haciendo protestas contra el bárbaro juego, formulé el firme propósito de no jugar más, y cumplí mi promesa. Esa pobre señora, madre de los Irigoyen que actualmente viven en esta ciudad, perdió su ojo (…) ejemplo vivo de la barbarie carnavalesca del pasado siglo”.A su vez la historiadora uruguaya Milita Alfaro, se refiere a hechos similares que ocurrían en el viejo Montevideo. De su trabajo extraemos un hecho ocurrido en el año 1867 y que reflejaba con humor el periódico “La Tribunita” en su edición del 6 de marzo: “Al hospital fue conducido un ‘amateur’ que se cayó de la azotea y se descompaginó en varias partes. En la calle del Rincón rodó un jinete, quedando sin sentido por unas horas. En la calle 25 de Mayo se quebró uno un brazo y se sacó otro un codo. Un boticario jugaba en la azotea y bajó al despacho de la botica en abreviatura, sin contar para nada con la escalera. Y en todas partes ha habido mayor o menor número de contusos e inválidos. Varias señoritas han quedado haciendo guiñadas, muchos narigones, ñatos. Y muchos ñatos, con una nariz digna de otros tantos sonetos como el de Quevedo”. Es decir, todo muy pero muy parecido…LOS APORTES DEL DINAMARQUÉS MACKEPRANGChristian Mackeprang nació en Stege, Dinamarca, el 11 de octubre de 1840 y falleció en Tandil el 16 de febrero de 1939, a los 98 años. Fue uno de los tantos inmigrantes daneses llegados poco después del pionero Juan Fugl. Además de dedicarse a la música, fue precursor de las artes plásticas y otras expresiones del arte en el Tandil. Formó una orquesta con sus hijos y tocaban en las principales fiestas del pueblo. Muchas veces ofrecía serenatas a la luz de la luna junto a Lucas y José Benavídez. Cuando construyó su vivienda ubicada en Fuerte Independencia al 200, la hizo con un salón con escenario. Otro aporte suyo lo realizó a través de un conservatorio de música que luego dejó en manos de Berta Carmen Nielsen de Blotto a fines del siglo XIX.FIESTAS MAYAS Y OTRAS, SEGÚN TESTIMONIOS DE DOROTHEA FUGLTenía apenas 20 años cuando se casó con su tío Juan Fugl, de 48. A la casi adolescente Dorothea la sedujo la onda aventurera del pionero. Quiso probar algo distinto, conocer otros mundos, otra vida dentro de la misma vida. Se vino, y así describe algunos festejos en el muy añejo Tandil de la década de 1860:-“Había fiestas civiles, bailes, retretas. Eran siempre importantes los carnavales y las fiestas mayas. En los corsos se poblaban las calles de mascaritas y algunos pícaros sentían que durante los días de carnaval no había más reglas y empapaban al juez de paz para luego huir en sus caballos. Demás está decir que piropeaban a cuanta mujer se cruzaba en su camino… Una linda noche de marzo de 1861 estábamos con unas amigas en lo de Misia Rosa. Observábamos desde las ventanas el festejo del carnaval. Y nos arrojaran agua perfumada y golosinas mientras nos decían galanterías”.-(en días cercanos al 25 de mayo) “estaban las fiestas mayas. El atractivo principal eran los fuegos de artificio con cuatro días de celebración y anunciaban el inicio del baile popular. Aquel mayo de 1868, el ritual había comenzado el día 22 con una carrera de sortijas en la plaza. La comisión municipal de fiestas que encabezaba Juan Fugl y el juez de paz, había puesto el mejor esfuerzo para contratar a una compañía de fuegos de artificio. Habían llegado el 23 en la diligencia con todos los artefactos que les permitirían desplegar una escarapela gigante cuyos destellos crearían la ilusión de un cielo estrellado en una noche de otoño ya muy cercana al invierno”.-“También intervenían escolares.&nbsp;El 25 comenzaba temprano para los alumnos y alumnas de las escuelas del pueblo –la de varones y la de niñas–, para los soldados del destacamento de guardias nacionales, para los ediles y para las damas de la Sociedad de Beneficencia que debían preparar el chocolate para los niños. Una vez llegué en medio de la escarcha para acompañar a mi marido en su función de autoridad municipal y consejero de educación”.-“Por la mañana no iba mucha gente. Casi todos esperaban la tarde para asistir a la carrera de sortijas y a la retreta, o la noche para ver los espejismos de fuego de artificio y asistir al baile en ese salón tan bonito, de la municipalidad, donde los militares tocaban su música y Mackeprang ejecutaba el violín y el violonchelo”.A TRAVÉS DE EL ECO, OFRECÍA TOCAR EN LOS FUNERALESEl maestro Francisco Tiluá dirigía una banda de música en 1875, privada, antecesora de las públicas. Doce años después, el Intendente Pedro Duffau dispuso la creación de la primera Banda Municipal. Más adelante, por Ordenanza del 21 de septiembre de 1896, el municipio dio lugar a la primera&nbsp;Banda Infantil, con una subvención de 100 pesos. Estaba integrada por alumnos de la escuela 1. El requisito para mantener ese apoyo era la actuación en los actos públicos que la comuna determinase.&nbsp;Pero justo en 1882, a poco de ver la luz EL ECO DEL TANDIL, Benigno Larrea publicaba un aviso en este diario, por el que ofrecía lecciones de piano y solfeo a domicilio; añadía que también estaba dispuesto para cantar en los funerales, solo o con coro.&nbsp;LAS FAMOSAS ROMERÍAS ESPAÑOLASEl fuerte impacto de la inmigración española se hizo sentir en Tandil también en las fiestas. A los efectos de evocar acontecimientos que realizaban en su tierra, decidieron crear las romerías, que hicieron historia y todavía hay vecinos que las recuerdan con cariño, a pesar de que hace muchos años dejaron de tener vigencia. La primera se efectuó el 8 de diciembre de 1881 y eligieron el predio existente entre las calles Santamarina, 25 de Mayo, Alsina y Belgrano. Por la plantación existente allí, se denominó al lugar “Monte de las Romerías”. Los festejos se realizaban en diciembre hasta Reyes, aunque otras colectividades, de acuerdo a sus tradiciones, utilizaban el mismo espacio en otras fechas del año. Todas las fiestas eran siempre muy animadas, con música, bailes típicos, comidas y bebidas.CONVENTILLOS, PERIGUNDINES, TRATA DE PERSONASLa antigua avenida Sudoeste (hoy Rivadavia) entre el actual Estadio San Martín y la calle Paraguay fue escenario de conventillos y perigundines. Existió incluso un conventillo municipal que permaneció hasta bastante avanzado el siglo XX. Otro existía en Paraguay hacia el fondo, casi en los cerros. Fue famoso por los años treinta, sobre todo por la cantidad de mujeres extranjeras que por él pasaban.El terrible flagelo de la trata de personas ya existía por entonces. Entre otras procedencias, francesas y polacas embarcadas en Marsella y Cracovia, respectivamente, llegaban engañadas con la promesa falsa de trabajos que luego no existían.&nbsp;Es muy probable, pues, que aquel prostíbulo serrano también tenga que ver con aquellas tristes historias en las que solamente ganan los cafishios y malevos. Daniel Pérez reseña que “en nuestra ciudad, la prostitución cobró vida tempranamente. Lejos del lujo, los locales eran más bien pobres. Así todo, fueron una referencia social y cultural de la vida tandilense por más de cincuenta años”.BAILES Y ALGO MÁS, EN UN TANDIL A OSCURAS…Por su parte, Karina Carreño, en su investigación sobre el tema a través de su excelente libro “Noches alegres, muchachas tristes”, señala: “(Existía) una zona donde proliferaban las ‘casas de baile’, fondas y pulperías. Estas últimas también nombradas como ‘esquinas’, donde se recitaba y cantaba hasta que ‘salía el sol’. Otros momentos de dispersión lo daban las fiestas públicas, que aunque no eran tan populares, se atrevían a competir con el ‘bárbaro’ carnaval”. “Circular por la noche de este Tandil temprano no era de lo más atractivo. Las calles no se alumbraron de continuo hasta mediados de la década de 1880. Pero con oscuridad y todo, se organizaban bailes ‘respetables’ y de los otros. Comenzaban cuando la generalidad del poblado había abandonado sus labores diarias. Los más ‘notables’ tenían cabida usualmente en el hotel La Movediza, cuyo propietario era miembro de la Corporación Municipal y uno de los más destacados vecinos, Juan M. Dhers”. “La llegada del carnaval era muy esperada por todos. El carnaval ofrecía una ocasión más en la que se podía encontrar mujeres ejerciendo el comercio sexual a la vista de todos”.Prosigue Carreño: “Pasó a ser muy solicitada la casa de un español llamado José Magret conocida como Café del Comercio,&nbsp;que instaló a su arribo por el año 1875. Era una casa de baile, donde se podía encontrar a asiduas señoritas que se les pagaba por bailar, y que el público en general reconocía como ‘las bailarinas’. Con el tiempo varias casas de baile o ‘academias’ de baile (como también se las llamaba) registraban esta modalidad: ‘La Flor de los Gauchos’ de Manuel Fernández; academia ‘Pobre Diablo’, una muy concurrida casa de baile que solía publicitar en el diario La Voz del Pueblo; calle Chacabuco esquina América (hoy San Martín); llega a nosotros más que nada por las denuncias de vecinos.&nbsp;“Pero la que realmente recogerá todos los comentarios y rumores de la época, tanto del vecindario como de la prensa y sobre todo de la policía, era Las cortinas coloradas. Se trataba de una casa de baile ubicada en lo que es hoy la esquina de las calles Pinto y 14 de Julio, cuyo dueño Antonio Gatchina”.“Era un austríaco que se domicilió por esta zona a principios de la década de 1880. Tanto Gatchina como Magret, Fernández e incluso el francés George Lageane de 24 años, dueño de un café (frente a la plaza De las carretas) sostenían sus negocios en base a la prostitución de mujeres, juego clandestino y despacho de bebidas, tres elementos que durante la segunda mitad del siglo, la organización municipal no cesará de combatir… oficialmente”.

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Las fiestas no faltaban en el Tandil de 160 años atrás