Escucho que alguien golpea las manos en la vereda y una vez más me digo que sería atinado oner un timbre en casa. Pero me corrijo: “mejor un portero eléctrico, un portero visor…”.

Sucede que sigo con este problema en la pierna y la médica que me atendió que me recomendó reposo. Y ahora tengo que salir a ver quién es.

-¿Señor Gonzalez?

-Sí, buen día.

-Ah, mire: vengo del centro de salud donde se atendió el otro día y necesitaría abordar algunos asuntos con usted. ¿Puedo pasar?

-No. Bueno, sí. Mi casa es un despelote, no he tenido oportunidad de mantenerla en orden por este tema de la pierna. A propósito, ¿las noticias que tiene que darme son malas? No me asuste por favor.

-Quédese tranquilo que yo no soy médico, estoy por otros temas.

-¿Cómo que no es médico? ¿Qué otros temas? ¿Quién es usted?

-Ahora sí, me presento formalmente: José Luis Destino, encantado de conocerlo.

-Igualmente. ¿Destino me dijo? Así como el… ¿destino?

-Efectivamente.

-Es la primera vez que escucho ese apellido.

-Ajá. Pero seguramente que no es la primera vez que escucha la palabra.

-No, claro que no. Disculpe que insista: ¿de qué tenemos que hablar?

-De mí… Bueno, no: de usted. O sea… de usted y de mí.

-No le entiendo.

-Vengo a hablarle de su destino. ¿Usted cree en esas cosas?

-No. No sé.

-Ya está grande, Gonzalez, como para no tener esos asuntos definidos.

-¿Las creencias?

-No, el destino, mi amigo. Me dijeron en el centro asistencial que tiene una herida en el tobillo.

-Sí, me lastimé, se me infectó. Y está costando…

-¿Sabe lo que eso significa?

-Sí, ya me lo dijo la doctora: las infecciones pueden ser peligrosas, debo hacer reposo….

-No me refiero al aspecto médico sino al emocional, psicológico, hasta filosófico. Usted no está contento con dónde está parado ni hacia dónde ir. Es decir, está en medio de un conflicto con su destino. ¿Me explico?

-No.

-Son señales que envía el cuerpo, la naturaleza, el universo: por algo la lesión es en el tobillo y no en la oreja, por ejemplo. Piense, Gonzalez, piense…

-Estoy tratando, pero todo esto es muy confuso, señor Destino. Hasta angustiante, podría decirle.

-Vio. Pero quédese tranquilo que para eso he venido: soy su Destino.

-No entiendo.

-Que si me permite, ya mismo le muestro acá en mi tablet una serie de alternativas para su futuro a corto, mediano y largo plazo. Es decir, a su destino. En virtud de que a pesar de que ya pasó los sesenta pirulos, el pescado todavía está sin vender…

-¿Usted me va a ofrecer alternativas para mi futuro?

-Correcto.

-¿Y yo debo elegir alguna?

-Usted es muy perspicaz.

-O sea, me ofrece un destino como quien me ofrece un lugar donde irme de vacaciones.

-Efectivamente: al fin y al cabo, un lugar para viajar también se llama destino.

-¿Pero esto es gratis?

-Nada es gratis. Ya lo dijo nuestro presidente…

-Entonces no entiendo. Si me está ofreciendo un tiempo compartido o algo, le agradezco, pero no hay plata, ya que hace mención al presidente.

-No se trata de una erogación monetaria. Toda decisión implica un costo. Si me aguarda que encienda la tablet, le muestro todas las alternativas, con sus respectivos costos. Hay una esperándolo.

-No.

-¿No qué?

-No quiero.

¿Está seguro de que no quiere forjar su propio destino?

-No, seguro no estoy de nada. Pero mejor déjeme así, que la vida me sorprenda.

-No sea infantil, Gonzalez.

-Tiene razón: sonó medio idiota eso. Pero ya que anduve más de 60 años así, a tientas, para qué cambiar a esta altura del campeonato.

-Mire que el tren pasa una sola vez en la vida.

-Eso es mentira.

-Ok, tiene razón. Pero no deje pasar esta oportunidad.

-Paso. Gracias de todos modos.

-Le confieso: no es la primera vez que me pasa. Hay otras personas como usted. No las entiendo.

-¿Qué es lo difícil de entender?

-No solo que no elijan su propio destino sino que ni siquiera quieran ver lo que el Destino tiene para ofrecerles.

-Mire, mejor váyase. Usted es un vendedor de ilusiones y prefiero hacérmelas yo mismo. A veces me salen y otras veces no. Siga su camino.

-Usted se lo pierde. Una última pregunta: ¿cómo se llama su vecino, el de acá al lado?

-No tengo idea.

-Bueno, ni en eso me da una mano. No importa: le voy a decir que Destino toca su puerta.

-Suerte con eso.

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