Abollados

A propósito de mi columna de ayer, en la que traté de reflejar esa suerte de conmoción que me provocó ver la serie británica “Adolescencia”, recibí unos cuantos comentarios de gente que la vio, de quienes no la vieron, de quienes son padres o madres de adolescentes y de los que simplemente se engancharon con la temática.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEntre ellos, la lectora Bibiana, que me envió un cariñoso y profundo mail. Años más, años menos, compartimos generación. Es decir, vivimos nuestra adolescencia en los setenta. Y con sobradas razones –que ayer no tuve en cuenta- me hizo ver que más allá de la alienación de las redes sociales que padecen los adolescentes en la actualidad, nosotros también estuvimos expuestos a estímulos que no estábamos en condiciones de clasificar, discernir ni superar.
A través de ciertas lecturas, películas, música, televisión y de las propias relaciones que fuimos tejiendo, “nos hicimos una idea bastante equivocada de la sociedad, el amor, los anhelos, la felicidad”, me confiesa Bibiana y agrega: “en muchos casos nos ha hecho vivir una vida de insatisfacción, infelicidad y hasta violencia…”.