Borges en el buscador

El hombre, que al fin y al cabo es un muchacho, porque en esas circunstancias la adolescencia irrumpe como detrás del paredón donde se jugaba a la escondida, está a punto de recibir esa bofetada que no por esperada duele menos. Un sopapo que empieza ahora, cuando ella abre la puerta del bar y lo busca con la mirada entre todas las mesas y casi ni lo encuentra, y no termina sino hasta que una buena mañana él se despierta y canta I shot the sheriff.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailPara eso falta mucho.
Ella, que ya lo encontró y ahora lo mira a los ojos desde el otro lado de la mesa de café, del otro lado de las Rocallosas –piensa él y piensa también por qué no pensó en la Cordillera de los Andes, en Tandilia, Ventania, aunque sea para sentirse menos solo- está desenfundando la cachetada. Se saca el guante de la mano derecha, toma su mano en espejo, la de él, lo mira y dispara.