Cálculo de probabilidades
Haciendo un repaso de aquella tarde de mis diez u once años, y habida cuenta de que la vida no es otra cosa que una serie de sucesos que le ocurren a uno por mandato, ocurrencia o capricho de algunos malandrines y bromistas terrenales o celestiales, estoy en condiciones de asegurar que aquello que nos pasó a mis amigos y a mí fue un trabajo práctico para aspirantes a la futura Facultad de Ciencias Exactas. El proyecto de una clase que habría de darse muchos años más tarde en el marco de la teoría la probabilidad.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailComo todos bien sabemos, un cálculo de probabilidades es el estudio de cómo se determina la posibilidad de ocurrencia de un suceso. Supuestamente, en esto tiene injerencia el azar. Pero como ya ha quedado explicitado, nada de lo que nos ocurre es azaroso, sino planeado y ejecutado por uno o varios ñatos con aspiraciones de superioridad sobre nosotros, los hijos de vecinos.
Esa tarde volvíamos del contraturno vespertino del colegio. Éramos cinco, que tomábamos por calle Yrigoyen y a medida que avanzábamos nos íbamos separando, cada uno a su casa. Era temporada de maduración del arbolado urbano de esa calle. Es decir, las naranjas amargas –a la que por entonces llamábamos toronjas- estaban al caer. Y nuestro entretenimiento en esas tardes era ayudar a la naturaleza. Es decir, tomábamos una del piso y la arrojábamos con fuerza contra la copa del árbol de manera que cayeran otras. Cuantas más caían, más satisfechos nos sentíamos. Parece estúpido; lo era. Sin embargo, lo que tenía de bueno era que no competíamos entre nosotros. Es más, festejábamos cuando uno volteaba cinco o seis naranjas de un solo tiro. Estúpidos sí, pero nada individualistas.