-Linda, ¿no?

Las palabras de mi amiga La Rubia me traen a la realidad. Si tuviera que hacer un cálculo conservador, diría que hace diez minutos que estoy mirando a la chica que juega con su perro.

Estamos en Mar del Plata, es sábado a la tarde, no tan frío. No obstante, tomamos la precaución de sentarnos con la espalda contra una escollera, de manera de encontrar reparo. A unos pocos metros, las olas inofensivas hacen oír su tímido estruendo de explosión controlada. El mar está gris.

Pero yo desde hace diez minutos –quizás más- miro a la chica que juega con su perro. Le tira una pelota de tenis; el perro sale corriendo y trata de atraparla en el aire. No le importa si se tiene que meter el mar para hacerse del esférico verde. Vuelve y se la deja a los pies de la chica. Hace rato que están jugando. Y yo no puedo dejar de mirarlos.

-Sí, linda. Todas son así.

Mi amiga La Rubia está preparando el mate. Por unos segundos deja su tarea y me mira. Parece estar verdaderamente intrigada por mi respuesta.

-¿Quiénes son todas? ¿Todas las chicas? ¿Todas las marplatenses? ¿Todas qué…?

Es el momento de explicar mi teoría. La que vengo elaborando desde hace diez minutos o más. Porque no solo estoy viendo a la chica linda con perro: estoy atando cabos, reviviendo viejas imágenes, analizando…

-Las chicas que vienen a la playa a jugar con su perro son todas lindas. Así tienen que ser. Supongo que se lo deben exigir por contrato.

-No sé de qué hablás.

-De que acabo de darme cuenta de una cosa: vengas cuando vengas a Mar del Plata, en invierno o en verano, de madrugada o de día, en La Perla o en Punta Mogotes, siempre pero siempre, al rato va a llegar una chica linda con su perro y se van a poner a jugar cerca de vos. No es casualidad.

-Ah, no. ¿Qué sería entonces?

-Estrategia de markegin. Todas las ciudades de la costa la tienen. No solo Mar del Plata. Andá a una playa desolada del sur y al rato vas a ver que aparece una chica linda con perro. Seis grados bajo cero, el mar salpica municiones de hielo, el viento viene arrastrando un viejo bote arponero por la orilla. Pero igual aparece una chica linda con perro.

-Estratega de marketing, decís…

-Obvio. Desde la Dirección de Turismo, el Ente Mixto, algo así… Apuntan primero a lo básico: que la chica guste.

-A los que les gustan las chicas.

-No. A todo el mundo. Incluso quienes no gustan de chicas ven a esa chica, a esta por ejemplo, y les parece linda. Hay algo como de identificación. No quisiera cometer la torpeza de llamarla bajo cualquier excusa, pero si lo hiciera vas a comprobar que de cerca no es tan linda. Tiene sus imperfecciones, digamos. Pero eso no importa, lo que vale es que sea linda de lejos. De esta distancia. Lo mismo el perro.

-Es lindo de lejos.

-De lejos, pero también de cerca. Fijate que siempre esta clase de perros que aparecen con chicas lindas en la playa son simpáticos, te dan ganas de tener uno así. No te digo de raza, pueden ser medio mestizos como este, o en todo caso un Border Collie o un Golden. No las vas a ver con algún cachivache. Insisto: buscan la identificación primaria.

-¿Cuál sería?

-Yo quiero ser como esa chica y tener un perro así. No solo eso, quiero vivir en este lugar, de manera que los sábados a la tarde (o los martes a la madrugada, ya te digo, esta publicidad funciona 24 por 7) podamos venir a jugar, sentirnos libres, ser parte de esta naturaleza oceánica.

-Ah. ¿Y cómo hacen? ¿Te están esperando? ¿Saben que vas a venir? ¿Tienen personal asignado a cada playa?

-Hay un centro de monitoreo, desde donde se observa todo. Cuando cae alguien como yo, se comunican por handy con el equipo más cercano y les dan algunas indicaciones.

-Ah, ¿cuál por ejemplo?

-Pareja mayor…

-Error.

-Bueno, ellos no saben todo.

-Por lo de mayor, sobre todo. En todo caso dirán: mujer de mediana edad junto a un adulto mayor.

-No, el autor de la teoría soy yo. Sigo. Desde el centro de monitoreo llega la orden: “pareja mediana edad, caucásica, posiblemente del interior bonaerense, gasoleros, se disponen a tomar mate… Que vaya Yésica con el Ringo. Mantener distancia prudencial…”.

-¿Y si hubiéramos sido una pareja de veinteañeros?

-Lo mismo.

-¿?

-Estamos en invierno. Tampoco cuentan con tanto personal dispuesto a morirse de frío tirando una pelotita. Esta chica, por ejemplo…

-Yésica…

-Exacto… capaz que estaba tomando mate con el novio o con algunas amigas cuando le llegó la orden. Y tuvo que manotear al perro y salir rajando. Fijate que hasta el perro está medio desganado.

-No está desganado; está cansado. Hace media hora que está corriendo en el mar, debe tener frío.

-Pero no lo puede demostrar.

-Decime una cosa.

-Claro.

-¿Todo esto lo inventaste porque estuviste quince minutos mirando a una chica rubia y linda y te hice quedar como un viejo verde?

-Bueno, bueno. Esa es otra teoría. Que si querés elaborar un poco más para no pasar vergüenza, no estaría mal. Pero igual te la voy a rebatir.

-Ok.

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Chica linda con perro