-Escuchame, vos que sabés de todo…

Listo. Basta que empiece así una conversación para que indefectiblemente terminemos discutiendo. Sucede que mi amigo El Gordo tiene varias maneras de incitar a la discusión y creo conocérselas todas. Lo que no quita que generalmente le dé el gusto.

Hoy, distendidos, tomando un café, no va a ser la excepción.

-Yo no sé todo, Gordo. Y no tengo ganas de pelear.

-No te pongas así, pero muchas veces me dijiste que los periodistas nadan en un mar de conocimientos con un centímetro de profundidad.

-Sí, la frase está rumbeada. Pero creo que ya está un poco pasada de moda; el periodismo tiene sus especializaciones, lo que convierte a ese mar en un poco más profundo.

-No me cambiés la bocha.

-Ok. Qué querés preguntarme.

-¿Mirar detrás de la cortina de baño en una casa ajena aplica como invasión a la privacidad?

-Definitivamente.

-Ah, siempre me pareció, pero era más fuerte que yo.

-¿Qué cosa?

-Mirar detrás de la cortina de baño en una casa ajena.

-Horrible, Gordo, horrible. ¿En mi casa lo has hecho?

-Obvio, en tu casa más.

-Pero por qué. ¿No te das cuenta de que si el dueño de casa deja la cortina estirada es porque no quiere que se vea lo que está del otro lado?

-Claro que me doy cuenta. Por eso siempre miro. Bueno, miraba…

-¿Cómo mirabas?

-Así: corría la cortina un poquito con la mano y de a poco asomaba la cabeza para el otro lado para ver qué había.

-Debí preguntarte por qué…

-Ah. Me viene de chico. ¿O a vos cuando eras chicos no te parecía que había un monstruo detrás de las cortinas de baño?

-No.

-Ah, bue. No tuviste infancia. O no tuviste cortinas de baño en tu casa.

-Sí tuve. Y si me pasó eso fue a los cuatro años y a los cinco lo superé.

-Dale, superado. Ibas a una casa ajena, ponele que era una de esas casas antiguas, en las que el baño quedaba medio alejado, por la galería al fondo. Ya en el pasillo tenías que atravesar dos o tres habitaciones con las puertas entornadas y adentro oscuridad. Escalofrío. Mirabas para atrás dos o tres veces. Entrabas al baño, prendías la luz y ¡pum!, lo primero que veías era la cortina estirada. ¿Y atrás, qué había atrás?

-Nada.

-No, nada no. Nadie tapa la nada. Podía haber una bañera, por ejemplo, o el habitáculo de la ducha, el secador, el trapo de piso, tal vez el canasto con la ropa… Siempre había cosas. Pero el problema era que además de ropa…

-Podía estar el monstruo…

-No, el monstruo no. Yo también lo superé a los cinco. Pero podía haber “algo”.

-Algo como qué.

-No sé. Por eso miraba.

-¿Pero qué te parecía que te ibas a encontrar?

-Y… eran instantes de máxima tensión. A un tipo, capaz.

-Pero cómo iba a haber un tipo detrás de la cortina del baño, a oscuras, escondido…

-Una posibilidad. Ya te digo, era una casa ajena: quizás la familia tenía a uno de esos tíos medio chiflados, que no querían mostrar…

-Claro y lo escondían detrás de la cortina.

-No, pero a lo mejor el loco se escapaba de la habitación… Pero bueno, la del tipo era una posibilidad. Otra podía ser un muerto.

-¡Cómo un muerto!

-Una persona fallecida.

-¡Ya sé lo que es un muerto! ¿Vos decís una aparición?

-No, eso es un fantasma, que también es otra posibilidad. Lo que te digo es un muerto, un cadáver, un occiso, un fiambre… Adentro de la bañera, por ejemplo.

-Claro, que es donde uno suele guardar a los muertos. ¿Qué lugares frecuentabas, Gordo?

-Nunca se sabe. Todos somos normales hasta que dejamos de serlo. Capaz que el dueño de casa había tenido una discusión con el plomero y lo ajustició de un palazo. Y justo le empezaron a caer los amigos para cenar. No tenía tiempo y lo metió ahí.

-¿Pero alguna vez te pasó?

-No, gil. Te hubieras enterado. Pero el miedo funciona por expectativa. Como en las películas: la mujer recorre los pasillos en penumbras porque escuchó un ruido y la música va in crescendo, hasta que se da vuelta y…

-El asesino con el cuchillo en la mano.

-No. Es muy obvio: en esa parte no pasaba nada, pero caminaba dos pasos más y ahí sí: hachazo en el marulo. En mi interior, en mi subconsciente, segundos antes de abrir la cortina de baño, me sonaba esa música de película de John Carpenter. Y gracias a Dios, nunca me encontré nada. Por lo general alguna ropa interior colgando de la canilla. Pero siempre fui discreto y no dije nada.

-No, claro, un tipazo. Nada de reincorporarte a la reunión al grito de ´hermoso el calzón floreado, eh. Un poco vencido el elástico…´.

-No. Jamás. Pero ya te digo, era más fuerte que yo. Sabés qué feo estar haciendo lo que fuiste a hacer, de espaldas a la cortina de baño, y escuchar ruiditos o una respiración. Te morís, del corazón o de la próstata, pero te morís posta.

-Te juro que a veces me descolocás, Gordo. No sé si me tomás el pelo, te reís de mí, no sé…

-No, nene, quedate tranquilo. Ya no lo hago más. Un día me di cuenta de que era una invasión a la privacidad. Y como decía mi finada abuela, en el pecado está la penitencia.

-No te entiendo. Nunca te entiendo.

-Que una muchacha que me gustaba nos había invitado a un grupo de amigos a cenar a su casa. ¿Te dije que me gustaba? Mentí: estaba totalmente enamorado de ella. Ya de sobremesa, le pedí permiso para pasar al toilette…

-¿Le dijiste ´puedo pasar al toilette…´?

-Claro, ya te digo: quería conquistarla.

-Fenomenal. ¿Y qué pasó, Rodolfo Valentino?

-Pasé al baño y estaba la cortina estirada. Se nota que detrás había una bañera. Y si bien, insisto, estaba locamente enamorado, nunca se sabe: capaz que la chica era espiritista o algo. Así que me fijé y…

-¿Y qué?

-¡Ah, viste! Al final a vos también te gusta invadir la intimidad ajena.

-Tenés razón. ¿Sabés qué? Tenés mucha razón. Hacé de cuenta de que no te pregunté nada, que no hablamos, que hoy no nos vimos ni ayer. Es más: hacé de cuenta de que no existo.

-Y lo ví.

-No me interesa.

-Inmenso.

-Basta.

-No era floreado.

-Basta en serio.

-Lo del elástico no te lo podría confirmar porque fue un pantallazo.

-No te escucho.

-Pero demasiado inmenso. Desproporcionadamente. Como los que colgaba mi abuela en el cordel. Verlo y desenamorarme fue una misma cosa. Así que desde ese día…

-Mozo: la cuenta, por favor.

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