Dos cervezas

Por Marcos Gonzalez
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Los venía viendo desde que doblaron la esquina y cruzaron la calle y lo primero que pensé fue que eran novios. Así de básico soy: veo a un chico y a una chica caminando y ya los hago pareja. Porque ambos tienen veintipico, porque ella es tan particular como el resto de las chicas de su edad –muy parecidas en su manera de vestir, peinarse, hablar, sonreír- y él también tiene lo suyo. Quizás no tanto por su físico -tirando a flaco, rulos como el chico de la publicidad de Mostaza-, aunque le sobra onda. Pero, sobre todo, creo que son novios porque ni bien se sentaron en la mesa de al lado a la mía, pidieron una cerveza. Y eso es lo que hay que hacer en las primeras tardes de calorcito en Tandil. Porque no van a ser muchas. Y el amor y la cervecita fría en una tardecita cálida hay que vivirlos en el momento en que pintan. Y no como yo que en lugar de hacer lo propio me pedí un café negro en jarrito porque los tipos que están solos en una mesa de bar con una botella de cerveza me dan a escena depresiva.