Acabo de leer que en Tiktok hay un ñato que dice que viene del futuro y predijo que uno de estos días –creo que antes de fin de mes- va a haber un avistaje generalizado de ovnis en todo el planeta.

Se armó un revuelo bárbaro. Dicen. En Tiktok. Así que a mí no me queda otra que imaginarme el revuelo porque no tengo Tiktok o si lo tengo no sé dónde lo dejé.

Pero parece ser que al tipo ya no le tienen mucha confianza porque no pega una con sus profecías. Que en realidad no serían tales, puesto que dice venir del 2071. Para él, más bien serían recuerdos. O cosas que leyó en diarios viejos.

Lo que pasa es que hay algo de fantasía generalizada con eso de los viajeros del futuro. Todos quisiéramos encontrarnos con alguien que venga de ahí y quemarle la cabeza a preguntas.

Lo que sí me parece un poco injusto esa diferenciación con los viajeros del pasado, de quien nadie se ocupa. Sin ir más lejos, acá a la vuelta de casa tengo un vecino que vino del ayer.

Enrique se llama el hombre. Aunque a esta altura de nuestra relación yo lo llamo Quique. La primera vez que me lo encontré fue hace como un año, mientras yo sacaba la bolsa de residuos afuera. Era medio de noche y me pareció extraño ver a un tipo caminando por la cuadra de casa, como desorientado. De cualquier manera no le iba a decir nada; fue él quien me encaró.

-Buenas noches, caballero. Yo soy su vecino de acá a la vuelta. Creo que no nos conocemos. ¿Le puedo hacer una pregunta?

-Cómo le va. Adelante.

-¿Qué día es hoy?

Recuerdo que le dije jueves, porque seguro que era jueves.

-No. Por favor, dígame la fecha completa.

-Cómo no: jueves 17 de marzo de 2022.

-¡No puede ser!

-Parece que no, pero sí -le dije, como para entablar conversación-. Cuando quiera acordar ya vamos a estar comprando sidra y pan dulce otra vez.

-No. Es que yo vengo del pasado.

-Y quién no…

-Présteme atención, se lo ruego: yo estoy viviendo en el ayer.

-Ah, ¿y en qué época?, si no le molesta la intromisión.

-El ayer: 16 de marzo, miércoles.

Nos pusimos a hablar y le dije que no se preocupara, que esas cosas pasan. A veces me levanto de la siesta y no sé si es la tarde, la noche o mañana. Es más, a veces no sé bien quién soy ni dónde estoy.

Creo que no lo tranquilicé demasiado. Pero igual se fue, prometiendo volver al día siguiente.

Y efectivamente, a la tardecita me lo volví a encontrar en la calle, otra vez con cara de extraviado. Esta vez le grité de lejos:

-¡Enrique!

-Perdón –me dijo, rascándose la nuca- ¿nos conocemos?

-Sí, usted vive acá a vuelta y anoche nos encontramos. Andaba medio preocupado porque venía de ayer.

-Justamente, ¿qué día es hoy?

-Viernes 18 de marzo.

-¡Pero no le digo yo…!

-¿Qué pasó?

-Estoy viviendo el jueves 17. Lo raro es que no me acuerdo haberlo visto.

-Es que va a venir dentro de un rato, no se preocupe.

Desde entonces, nos vemos una o dos veces por semana. El tipo sigue viviendo un día atrás. De manera que me cuenta cosas que ya sé: “Vio que el dólar se fue a 420…”, me dice emocionado. O se queja del frío, aunque el día esté hermoso. Eso sí: una vez me dejó bien en claro que no se puede enterar bajo ningún aspecto lo que ocurre hoy. Fue una tarde que le sugerí que al otro día le jugara tres mil pesos al 17 en la matutina, que nos repartíamos el premio. Me dijo que podía haber un desbarajuste existencial; el efecto mariposa, creo que me dijo.

No obstante, de tanto en tanto, se hace el disimulado y me pregunta ´¿cómo anda el vecino de acá a la vuelta? ¿Lo vio hoy, no?´. Se nota que quiere saber si sigue vivo.

“Nadie muere en la víspera, Quique”, le digo yo.

De preferir, me hubiera gustado un vecino que viniera del mañana, porque así no me sirve de nada.

En realidad, al tipo tipo tampoco le sirvo de mucho –y para él, yo vengo del mañana-. No le cambié la vida en lo más mínimo.

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El vecino de ayer