Engranajes oxidados

“Niebla del Riachuelo” es el nombre de un viejo tango de Enrique Cadícamo. Ese que habla de una “triste caravana sin destino ni ilusión…”
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailAquella mañana del 12 de julio de 1930, Buenos Aires amaneció con bruma sobre el sur. Era un sábado húmedo, turbio y porteño, donde a la niebla que inspiró a Cadícamo se le sumó el humo de las fábricas vecinas a ese monstruo casi inmóvil y maloliente que era el Riachuelo. Que lo sigue siendo.
El tranvía de la Línea 105 de la Compañía Anglo-Argentina partió desde Lanús hacia el centro, cruzando por el Puente Bosch, una vieja estructura de hierro que al elevarse permitía el paso de embarcaciones. El conductor conocía bien el camino. Lo había hecho cientos de veces; se sabía cada chimenea, cada barcaza, se sabía de memoria el tono grisáceo de esas postrimerías de un río al que Lugones le puso tono de león.