Eternautas
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Cuando el asado -cuando todo lo que está sobre la parrilla- elige quitarse el protagonismo de la noche y se aísla del resto, como meditando el calor que lo envuelve, no hay posibilidades de que salga mal.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailRicardo lo sabe. Procurado el buen fuego, se limita a mirarlo de reojo de tanto en tanto, calculando tiempos y tempos. Un perito en estos asuntos.
Es una de esas noches que reúne todos los requisitos: sin estridencias, silenciosa, cálida, que se deja respirar como quien paladea un sabor a recuerdo feliz. Para darle un marco casi teatral al clima, en un momento Gonzalo -o tal vez Andrés- advirtió: “che, ¿vieron esas luces? No sé si son relámpagos o fuegos artificiales…”. Minutos después supimos la respuesta: centenares de gotas gordas cayeron sobre el techo de chapa de la galería donde estábamos sentados a la mesa. Si algo le faltaba a esa noche era la sensación de inexplicable placer que nos provoca la lluvia haciéndose sentir cuando estamos guarecidos. Algo ancestral, quizás. Fueron cientos, tal vez un par de miles las gotas. No más. Un condimento justo. Necesario.
