HOY, LUNES
Ídolo

En aquellas mañanas de infancia, mi viejo solía despertarme con un amor que no supe entonces, sino tiempo después. Por esos días, sólo sentía fastidio. Y es cierto, era una hora inhumana; aún sigo sosteniendo que levantarse antes de las siete de la mañana es un castigo innecesario: el mundo bien podría comenzar a andar en una hora más amable.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailEn aquellas mañanas, decía, mi fastidio se autoalimentaba con otras circunstancias, además de la hora temprana. Si llovía porque llovía, si hacía frío porque hacía frío, si estaba lindo también.
Todo me hacía renegar y refunfuñarle a mi viejo que pacientemente me decía, "dale, arriba que vas a llegar tarde a la escuela".