Indecisiones

Estoy en uno de los stands de Minga –la maravillosa feria de editoriales independientes que se desarrolló este fin de semana en el CCU- y tengo un libro en cada mano. “Es uno u otro”, me conmino en voz baja. Vengo de comprarme otro libro y no puedo seguir gastando. Es más, me lo digo en esos términos: “no podés seguir gastando”. Y como si ese imperativo no fuera suficiente para tratar de mantener la billetera dentro del bolsillo, me doy un golpe bajo: “Madurá de una vez por todas…”.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailPorque honestamente considero que la cuestión es así. Aclaremos: comprase un libro, ver una obra de teatro, ir al cine, presenciar un recital, adquirir un cuadro, etc. no deberían considerarse gastos sino inversiones, alimento para el alma y todo lo que ya sabemos. Pero a la hora de hacer el simple cálculo de ingresos y egresos, esos “gustitos” suman como cualquier otra erogación. Al fin y al cabo, vivo en un país capitalista. Ferozmente capitalista.
Entonces un mínimo grado de madurez económica y hasta de cierta suntuosidad moderada aconseja tratar de medirse. Ni comprarse siete remeras en un mes por más lindas que estén ni siete libros, por más interesantes que parezcan. Una remera y un libro, puede ser. O dos libros y hacer durar la remera viejita un mes más. O dos.