-Discúlpeme, jefe. Mi nombre es Enzo y como tengo una familia a cargo necesito ganarme el mango. Espero no molestarlo. Deme dos minutos y le explico.

Antes de abrirle la puerta ya sabía cómo iba a ser esa introducción. Ni bien golpeó corrí un poquito la cortina de la ventana y vi que era un muchacho vendedor ambulante. Y así como él tiene su “verso”, yo también tengo el mío:

-Mirá, no me agarrás en el mejor de los momentos. Todavía no cobré. Pero si te puedo dar una mano, encantado. Decime qué es lo más barato que vendés y capaz que hacemos negocio. ¿Medias? ¿Bolsitas de residuos? ¿Perfumes?

-No, maestro, nada de eso. Usted está frente a una oportunidad única. En serio se lo digo.

(Este pibe es un pichón de Bacigaluppi, pensé).

-Epa. ¿No estarás exagerando? ¿De qué se trata?

-¿Escuchó hablar de Neo Beta?

-No. A ver… pará. Sí, pero no. El que yo digo es un robot.

-Bueno, bueno. Parece que me encontré con una persona informada.

-¿Me vas a decir que vendés…?

-Exactamente: un robot humanoide, manejado por inteligencia artificial, especialmente programado para las tareas hogareñas. Ya sabe: lavar, planchar, lavar los platos, barrer los pisos, etc.

-Pero escuchame. ¿Me estás diciendo que vendés el Neo Beta? ¿O sea, trabajás para una empresa noruega? ¿Qué hacés acá en Tandil? No entiendo.

-El Neo Beta original no. Lo que nosotros estamos ofreciendo es una réplica, que por tal, se puede adquirir a un precio sensiblemente inferior al fabricado en Noruega. De hecho, este es nacional.

-¿Cómo nacional?

-Efectivamente. Tiene componentes importados, pero está ensamblado en Berazategui. Déjeme mostrárselo y va a ver que no le va a encontrar diferencia. Está testeado por gente que sabe de esto.

-No le voy a encontrar diferencia porque tampoco conozco el original.

-Entonces se va a sorprender. No se vaya, lo voy a buscar a la chata y vuelvo.

Ya a esa altura no sabía si estaba soñando o había tomado algo demasiado fuerte para el mediodía.

-Mire, acá está: Neo Bety. O puede decirle Bety nomás.

-¿Pero es hombre o mujer?

-Es robot.

-Sí, perdón. ¿No es muy petiso?

-El modelo que sigue, el Bety 2K, está mucho más caro, por eso no lo comercializamos. ¿Quiere que hagamos una prueba? ¿Tiene una escoba? Le barre la vereda a velocidad de rayo.

-Mirá, preferiría que no. Soy nuevo en el barrio y no quisiera que los vecinos…

-Entiendo claramente. Hagamos una cosa. Se lo dejo, usted lo prueba tranquilo hoy, mañana y el jueves más o menos a esta hora paso de nuevo y me cuenta. No me cabe ninguna duda de que vamos a hacer negocio.

-No, pará. No me apurés. Yo te decía que te quería dar una mano, pero esto me supera. No estoy en condiciones de adquirir un robot. ¿Cuánto sale este bicho?

-No le diga bicho porque está programado para captar y reproducir emociones. Le soy sincero: de la fábrica me dijeron que no lo venda por menos de 50 lucas. Pero dada su buena onda, estoy dispuesto a recortar ganancia y se lo dejo en 35.

-¿35 mil pesos un robot? Disculpame, pero parece un chiste. Igual, no tengo esa plata.

-30.

-Tampoco.

-Menos de la mitad no se lo puedo dejar. Acepto tarjeta de crédito, débito, cuenta DNI, transferencia, Modo… todo.

-No, no. No me estás entendiendo: no tengo 20 lucas para gastar en un robot.

-25, no sea pillo. Hagamos una cosa, yo paso el jueves. Sin compromiso: no le gustó, no le sirve, no puede en este momento, lo cargo y aquí no ha pasado nada.

-Te juro que me tomás por sorpresa. Seguramente lo ponga en un rincón y ahí lo dejo hasta el jueves. Mirá si todavía le toco un botón errado y me explota el cos… Bety.

-No tiene botones, jefe. Inteligencia artificial: se maneja por voz. Usted le da la orden y ejecuta.

-Ah. En qué idioma habla.

-Español.

-¿Latino?

-De Berazategui.

-No entiendo.

-Háblele normal, tranquilo. Bueno, don. El jueves paso.

-Chau. ¿Lo tengo que cargar para entrar? ¿Cuánto pesa esto?

-Pero no, hombre. Dígale que entre y se manda solito.

-Ok. Gracias.

Miro a Bety. Él (¿ella?) también parece mirarme.

-¿Y ahora qué hago con vos?

-No sé, ¿qué hora es?

Tiene la voz de un personaje de Capusotto que no me viene a la memoria.

-Una y cuarto, son. ¿Decime, vos no sabés la hora?

-Sí, pero te lo preguntaba para entrar en confianza. Escuchá: ¿dormís la siesta vos? ¿Ya morfaste?

-Ya comí, sí. A veces me tiro un ratito.

-Y hagamos una cosa. Yo me acomodo en ese sillón y vos fijate. Cuando te despertés, me decís y te preparo unos mates. ¿Te va? ¿Dulce o amargo?

-Amargo. Bueno, sí. Voy a mi habitación, arriba. En media hora más o menos, bajo.

-Metele nomás. Yo me arreglo. Decime: ¿qué onda la perra?

-No pasa nada. No te va a morder.

-No, ya sé. Me llega a morder y le disparo con el rayo desintegrador… Naaaa, joda, no estoy armado. Te decía por si me mea, viste. Capaz que toca una placa, un circuito y se pudre.

-No, quedate tranquilo. Además, es perra: no levanta la pata para hacer pis.

-¿En serio? Esa no la sabía. Pará que anoto. Viste que la inteligencia artificial se perfecciona con la información que recibe. “Pe-rra no le-van-ta la pa-ta para m...”

-Hacer pis, se dice.

-Dale, no seas vigilante.

Últimas Noticias

Neo