-¿Che, así que tu pollo sacó un libro nuevo?

A veces tengo la sensación de que me posee el espíritu de mi amigo El Gordo. Esa cosa pendenciera, de buscar pleito donde hay calma, de arruinarle el día a cualquiera.

En este caso, la destinataria de semejante compadreada fue mi amiga La Rubia. Y mi intervención vino a cuento de la publicación de “En agosto nos vemos”, la novela póstuma de Gabriel García Márquez. Por cierto, el colombiano es su favorito y yo tenía toda la intención de hablar mal del libro. Por supuesto, no lo leí.

-A ver si hablamos con un poquito de propiedad, ya que de literatura se trata. Primero, no es mi pollo. Se supone que un “pollo” es una especie de protegido, de pupilo, una promesa. García Márquez, en todo caso, sería mi ídolo, mi admirado. Segundo: él no sacó ningún libro. Lamentablemente, sus hijos sí. Y la editorial también.

-Como sea, ¿ya te lo compraste?

-No, ni me lo voy a comprar. Y si me lo regalan (por si tenés intenciones de hacerlo) no lo voy a leer.

-¡Por fin! Ya era hora de que te dieras cuenta de que García Márquez no tiene o tenía ni para atarle los cordones al gran Jorge Luis Borges.

-No empecés con eso porque te pregunto cuántos premios Nobel ganó y se acabó la discusión. Igual, no es esa la razón.

A esa altura de la conversación me había dado cuenta de que mis ganas de discutir no iban a prosperar. Debía cambiar inmediatamente la postura.

-¿Por qué razón no lo vas a leer?

-Porque si no lo publicó estando en vida, por algo habrá sido.

-Tal vez porque sencillamente se murió y no tuvo tiempo. Hay muchos casos de esos en la historia de la literatura universal.

-Te pediría que me des tres ejemplos, pero no quiero ponerte en un brete. Como sea, no es este el caso. Él mismo había dicho en una oportunidad (y luego de darle vueltas y vueltas a la novela) que era impublicable. Que había que tirarla.

-Y no lo hizo. Por algo será.

-Porque a lo mejor a lo último estaba muy mal de la cabeza. Tal vez se olvidó. Pero lo que le hicieron es imperdonable.

-Bueno, bueno. Estás un poco categórica. Para mí está muy bien: es una suerte de homenaje al padre. Además, un regalo del cielo para los muchos admiradores que tiene en el mundo. Incluida vos. Hasta ahora claro.

-Lo sigo siendo. Es más, te voy a decir algo: estuve leyendo las primeras páginas, que están publicadas en internet.

-Ah, lo leíste al final.

-Claro que sí. Apenas unos párrafos me bastaron para confirmar que no está escrito por él.

-Ah, lo escribió la Inteligencia Artificial.

-No me extrañaría. No es su estilo, no son sus palabras ni sus tiempos. Es una afrenta a su trayectoria.

-Veo que estás determinante. ¿Querés iniciarle algún tipo de juicio a la editora?

-Me basta con no comprarlo y con decirle a quien me pregunte (y no tenga ganas de pelear sin argumentos, como vos) que no lo haga. Si alguien que no leyó nunca a García Márquez comienza por leer este libro, te juro que no va a leer más nada de él.

-Entonces decís que no te lo regale.

-No, porque lo voy a cambiar.

-Hagamos una cosa entonces: te lo regalo y lo cambiás por uno de Borges. Salís ganando.

-Bueno, dale.

-Listo.

-¿Sabés a cuánto está?

-No. La plata nunca fue un impedimento para mí.

-Más de veinte mil pesos.

-Ok. Te presto “Historia Universal de la Infamia”. Me lo devolvés cuando puedas.

-Bueno. En agosto nos vemos.

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