Parecidos

En alguna época de mi vida me entretuve buscando parecidos entre las gentes. Creo que más que una época fue una circunstancia: en ese entonces frecuentaba un grupo de amigos que por alguna razón habíamos coincidido en ese entretenimiento.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailPor aquellos años o quizás tiempo más tarde creí llegar a la conclusión de que el asunto significaba algo más que un pasatiempo o una manera más o menos divertida de alargar nuestras reuniones. Lo creí una práctica parecida al arte. Porque como en toda práctica, nos fuimos perfeccionando. Es decir, pasamos de los parecidos evidentes (Néstor Kirchner y Tristán o Christian Sancho y Edinson Cavani o el profesor Neurus con el Vasco José Ignacio De Mendiguren) a los difíciles; a las semejanzas escondidas o disimuladas en un pliegue del tiempo o la memoria. Así, de los rasgos notables y comunes en los rostros de los protagonistas incursionamos en aspectos más profundos: una mirada, un gesto, un corte de pelo o hasta cierta actitud en una fotografía. Sin embargo, no se admitía el atajo de “tienen un aire”: el requisito fundamental seguía siendo que todos le encontrásemos el innegable parecido que solo uno de nosotros había notado. En eso éramos muy estrictos y ninguno quería exponerse a ser rechazado con un veredicto del estilo “nada que ver”. Habíamos dejado atrás el amateurismo.
Todo esto, a través de imágenes que circulaban por la red, en años en que internet aún no estaba tan evolucionada y no existían aplicaciones ni Google Lens, por ejemplo. En alguna oportunidad, alguno de nosotros caía a los encuentros con recortes de viejas revistas para fundamentar su descubrimiento.