-¿Cuánto hace que no salís a caminar?La pregunta en la pantalla del celular me pareció que provenía de una de esas aplicaciones que alientan el ejercicio físico y la vida sana. Pudo ser, salvo por dos motivos: nunca me bajé una aplicación de ese tipo. Y, era un mensaje de whatsapp. Más precisamente de mi amiga la Rubia.“Prepandemia”, fue mi respuesta un tanto mentirosa porque tuve una temporada en que me volvía caminando del trabajo porque a esa hora ya no andaban los colectivos.-Hacé una cosa: venite caminando a mi casa y preparo unos mates.La invitación sonaba tentadora en su último tramo. En cuanto al primero, bien podría haber dicho que sí y me tomaba un remís que me dejara a dos cuadras.&nbsp;Como no soy de hacer siempre ese tipo de trampas, opté por un desvío, que también era cierto:-Todavía no escribí la columna para mañana.Evidentemente, mi amiga estaba consustanciada con el asunto de mi caminata o con los mates.-Traete la notebook y escribí acá.Listo. Una doble invitación no se rechaza. Cargué la máquina en la mochila, me puse la campera, agarré el barbijo e inicié el recorrido de poco más de 25 cuadras.Día raro el de ayer, en lo que al tiempo concierne. Por momentos me sentí Hugh Grant en “Un lugar llamado Notting Hill”, en la escena sugiere el paso del tiempo, mientras él recorre la feria. Durante mi caminata hizo frío, calor, llovió, salió el sol, paró de llover, se nubló y volvió a hacer frío y calor. Y lloviznó.Por fin llegué, con el pelo mojado por los motivos ya descriptos.-¿Me parece a mí o llegaste muy rápido? ¿No te habrás tomado un remís que te dejó en la otra cuadra, no?-&nbsp; fue la pregunta de bienvenida.-Ah, bueno.&nbsp; Jamás se me hubiera ocurrido hacer una cosa así.Tomamos unos mates mientras nos pusimos al tanto de las novedades propias, ajenas, locales, nacionales y mundanas. Y sin esperar el gracias de mi parte, tomó un libro, se acomodó en su sillón favorito del living y se puso a leer.--La verdad: como anfitriona dejás bastante que desear.-Me dijiste que tenés que escribir la columna. Ponete a trabajar, no quiero interrumpir. Ni mucho menos ser una excusa para cuando te llamen de Redacción para que entregues el material.-Ok. Pero antes decime qué leés.-García Márquez.-¿Qué?-La mala hora.-Uh. Debe ser uno de los pocos que no leí. ¿De qué trata?-De cuando trabajaba&nbsp; en El Universal de Barranquilla y&nbsp; buscaba cualquier excusa para no escribir su columna diaria. ¿Seguro que no lo leíste?-Ok. Entendí.Por supuesto, lo primero que se me ocurrió fue escribir sobre el Gabo y sus inicios en el periodismo, de si habrá padecido esa molestia de la hoja en blanco o si por el contrario, tenía tantas historias en su cabeza que no le alcanzaba una edición para contar todo lo que quería. Recordé algunos de sus textos periodísticos (debería volver a leerlos), tal vez un poco “barrocos” para el vértigo de los diarios de hoy, pero con una cadencia caribeña que invitan a llevar al ritmo con el pie, como quien sigue el golpe grave de una tambora.&nbsp;Afuera seguía lloviendo finito de a ratos, entre el sol que resistía, las nubes insuficientes y un celeste que comenzaba a apagarse.-Y, ¿terminaste?-Sí, creo que sí.-Ya sé: escribiste sobre García Márquez.-Sos psíquica vos, ¿no?-No. Era bastante evidente que escribieras sobre él, por lo que charlamos hace un rato. ¿Lo puedo&nbsp; ver?-No.-¿Por?-Porque me da vergüenza.-Ay, pero mirá que sos… Cómo te va a dar vergüenza, si te he leído cientos de columnas.&nbsp;-No, no es por vos.-¿Es por García Márquez?-Claro.-Hacés bien.&nbsp; Ante los grandes escritores hay que tomar ciertos recaudos reverenciales. La vergüenza es uno de ellos.&nbsp; La necesaria. Ni tan poca como para perder las proporcionalidades. Ni tanta como para dejar de escribir.-Mentira.-Claro. La mentira es otro de esos recaudos.&nbsp;