Acabo de leer un cartel en mi computadora que me dijo algo así como que me queda poco espacio en el disco. Que haga algo.

Y no sé bien qué hacer. Creo que alguna vez lo hice, con bastante solvencia. Es decir, de esto hace algunos años, la máquina sigue siendo la misma y durante todo este tiempo no volvió a aparecerme ese cartel. Hasta hoy.

Pero me olvidé lo que hice. Pasa es que yo estoy como mi computadora: con poco espacio en el disco. No es para menos. Vengo acumulando datos desde hace más de sesenta y hasta donde yo sé, nunca me resetearon, más allá de algún golpazo en la cabeza.

Debo hacer algo. Con la máquina y conmigo. Para el primero de los casos, llevarla a alguien que sepa.

Para el segundo, imitar al escritor Abel Maas, que me ha dado una gran idea, que es la de ahorrar nombres, datos y demás detalles para lugares, personas y circunstancias. Es hora de simplificar la existencia, qué es eso de embarullarse tratando de recordar nombres que concuerden con rostros, con acontecimientos, con sitios.

Así:

-Todos mis tíos -mi papá tuvo nueve hermanos; mi mamá, otros nueve, así que son legión- serán Tío Pepe. Y sus esposas, mis tías, Porotas. Mis cientos de primos, Chiquis.

-Mis dos padres no serán Raúl ni Américo, sino miviejo. Y mi vieja, ma.

-Las personas mayores que habitaron en mis barrios de infancia serán el Viejo Cosme y Doña Elvira.

-Los perros serán Bachicha y las perras, Belcha. Los gatos no importa, porque nunca dan bola cuando se los llama. Ni cuando se los evoca. Caballos no tuve ni voy a tener. Todo lo que vuela será gorrión y lo que se arrastre o camine despacito, bicho.

-Todos mis examores se llamarán Adriana. Porque nunca tuve una novia Adriana, pero debí merecerlo. Y que esa Adriana que en su momento fue joven pero ahora ya debe ser casi tan grande como yo, sea una señora muy contemplativa y me recuerde con cierto cariño. O no se acuerde si me recuerda, que es la mejor de las contemplaciones.

-Mis maestras habrán de ser Rosi (quizás por apellido o por apócopes de Rosanas, Roxanas o Rosas y Rosauras) y mis maestros Enrique (por Casado). Mis profesores: Quique.

-Mis amigos que no veo más, Carlitos. Los que sigo viendo, Betos.

-Mis hijos: hijito/a. Porque como son muchos, me confundo y arranco por uno, sigo por otro o por otra y para cuando la emboqué, el tema ya pasó. O mi hijo se fue. Y mi hija más, porque ellas me tienen menos paciencia que los varones.

-Las ciudades donde viví serán Hudson (Jadson) y los barrios Pompeya.

-Los mares, Atlántico. Porque fue en el único donde me bañé.

-Mis expatrones, Renzo y todos los taxistas y remiseros que me llevaron a algún lado, Cacho. Los dueños de todas las casas que alquile, Don Araya.

-Los tipos que me hicieron mal en la vida, `El Coso Aquel`. Y de las tipas, no pienso acordarme.

-Y todas las calles San Martín y San Martín también los estadios y las plazas y las bibliotecas.

-Los políticos afines, Perones; los ni fu ni fa, Balbines y el resto Caballos (cuando lo escriba, con be larga; cuando los nombre, con ve corta). Y el mundo mejor será mujer: Eva.

-Y todos los que conozca de ahora en más serán Ediths y Víctor Hugos, porque así se llamaban mis vecinos, que fueron los últimos que conocí.

-Y yo no seré Marcos ni Guillermo ni Gonzalez. Ni vos. Ni yo.

Simplemente seré.

Sin nombrarme. Porque bien puede ser que por esta cuestión del disco sobresaturado, me nombre y no me responda. O me haya ido.

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