Soledades

Quizás alguna novela de ciencia ficción escrita hace algunas décadas podría haber transcurrido en una época del futuro en la que las personas hablaban solas por las calles, en las plazas, en los colectivos, en los bares. Un futuro distópico seguramente, para aquellos años. Un mundo de seres normales, envueltos en una soledad tal que ni siquiera les permitía ver que junto a ellos había otros seres, ante quienes dejaban oír sus cuestiones más íntimas, triviales o trascendentes, gloriosas o míseras. Seres que habían perdido la capacidad no ya de interactuar con otros seres concretos, cercanos, sino que no podían verlos, percibirlos a su lado. Y por consecuencia, no tenían vergüenza en dejarse expuestos en una discusión con alguien ausente, en una declaración de amor, en una alegría profunda, en la real dimensión de una lágrima precipitándose.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailHoy somos ese futuro que pudo haber imaginado algún escritor. Pero se fue dando tan paulatinamente que no lo percibimos. Si tuviéramos la capacidad de retrotraernos unos años para tomar aire –como quien saca la cabeza de la pileta- para volver a sumergiros bajo esta profundidad que nos rodea, nos veríamos con asombro.
No hablo, claro está, del celular. De ese aparato inclasificable sin el cual nuestros días serían otros días. No sé si mejores o peores. Hablo, quizás de las soledades.