-¿Pero mirá que te vas a preocupar por algo que va a pasar dentro de ocho meses?-, me dice mi amiga La Rubia, haciéndome sentir uno de esos tipos que como no tienen preocupaciones las inventan. Bueno, yo sí tengo preocupaciones. Reconozco que esta es un poco anticipada. Pero siempre me criticaron por no ser previsor.

-No es dentro de ocho meses sino siete.

-Es lo mismo. Una semana antes del evento vas y te comprás un traje. O lo alquilás.

Porque la cosa es así: dentro de siete meses voy a participar de un evento. Importante. De esos eventos que tienen la importancia de ponerse un traje. Es decir, un evento del que no he participado en los últimos cuarenta años, más o menos. Puesto que desde entonces no uso traje.

Y ya me lo anticiparon: “tenés que ir bien vestido. Saco y corbata, mínimo”. Que es lo mismo que decirme ´no vayas como solés andar por la vida…´.

Todo eso se lo expliqué a mi amiga La Rubia, que lo resolvió de la manera ya descripta. Y dando por cerrado el tema. Cosa que no soporto.

-Siete meses pasan volando. Y yo me conozco: me va a agarrar el día anterior y no voy a saber qué ponerme. Una vez en mi vida que estoy tratando de ser maduro…

-Ser maduro es otra cosa.

-Dejame terminar: ser maduro e ir solucionando las cosas con tiempo, resulta que me estás tratando de ansioso.

-Nunca te dije ansioso. Lo que te dije es que te estás preocupando por algo que no merece ningún tipo de preocupación y que encima va a ocurrir dentro de medio año.

-Esa mi definición de ansiedad.

-Andá a saber qué va a pasar dentro de seis meses…

-Esa otra es mi definición de que tengo los días contados. Que me voy a morir.

-Bueno, parece que hoy tenemos unos de esos días. ¿Querés que mañana te acompañe a comprar un traje?

-No. Porque dentro de siete meses voy a estar más gordo. Eso lo sé. Lo que no sé es cuánto más gordo.

-Bueno, entonces más sobre la fecha –ponele un mes antes- vas y te comprás un traje. Y te cuidas durante un mes con las comidas. ¿No preferís alquilar?

-No. Estoy harto de los alquileres. Exactamente dentro de un año se me vence el contrato de alquiler de mi casa y por cómo viene la cosa, no sé dónde voy a vivir. Seré un sin techo pero bien vestido. Prefiero comprarlo. Porque tengo el presentimiento de que a partir de ahora, mi vida va a ser una serie ininterrumpida de eventos importantes de los que voy a formar parte. ¿Cuánto sale un traje?

-No tengo ni idea. ¿Vos decís con chaleco y todo?

-No; un ambo.

-Ni idea tampoco.

-Lo que te digo es que sea de buena calidad.

-Bueno, olvídate de renovar el contrato de alquiler entonces. O una cosa o la otra. Porque además del traje caro, te vas a tener que comprar camisa, corbata, medias y zapatos. ¿O pensabas ponerte zapatillas? Que es el único calzado que tenés.

-No sé.

-Pensalo. Dentro de siete meses vas a tener 61. Usar traje con zapatillas da –o daba, creo que ya fue- para gente joven. Y además, te dijeron que no vayas vestido de vos.

-Ok. No será de tan buena calidad, pero me voy a comprar uno. Porque a esta edad, una persona ya debe tener un traje.

-Ponele. A mí me parece que esa edad es a los treinta y pico, cuarenta. Cuando los amigos más jóvenes se casan, los otros festejan el cumple de 15 de la hija, tus hijos egresan… A los sesenta, no sé. Más allá de la serie ininterrumpida de eventos importantes que te espera, para qué otra cosa necesitarías ponerte un traje.

-…

-¡Ay, no seas así….! Además no te vas a poner traje para esa ocasión.

-No, yo no. Me lo van a poner los que me vistan.

-Pero no. Más vale dejáselo a alguien que lo necesite de verdad. ¿Para qué lo querés?

-Nunca se sabe. Si es por eventos importantes, ese es uno. Y no sé si da para andar vestido de uno mismo en tales circunstancias…

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