Volúmenes y puertas

Algo así como conversaciones de la cotidianidad con mi hijo de 9 y mi hija de 30.
El tema se desencadenó cuando sentí que algo estaba incomodando mi buen vivir. Era el video de Youtube que estaba mirando mi hijo en la tele a un volumen por encima de lo tolerable.
-¿Podés bajar un poco eso, hijo, o estás sordo?
-Bueno.
Y me quedé mirando, porque a esta altura de su vida ya sabe que me dice ´bueno´, yo me desentiendo del asunto y todo sigue igual. Pero lo bajó: de 26 a 19. ¡19!
-Hijo, bajalo un poco más.
-Pero no voy a escuchar.
-Bueno, entonces subilo a 20.
-….
Es cuando se sumó mi hija.
-¡Ay papá! No me digas que sos de los que tienen que dejar el volumen en número par.
-Obvio, como toda persona de bien.
-La mayoría de las personas que conozco son como vos: tiene ese TOC con el volumen.
-¿Qué es un TOC? –mi hijo continuaba atento.
-Nada. Como una manía.
-¿Qué es una manía?
-Cosas que vos querés que se hagan de una determinada manera. Por ejemplo: a mí me gusta que el volumen de la tele, de la compu o del estéreo en el auto queden en número par. El impar no me gusta.
-¿Y si quedan en impar, qué pasa?
-Nada. Como pasar no pasa nada, pero no me gusta.
-Dale –mi hija, llevando la conversación a otro plano-, qué pasa si queda en impar, ¿eh?
-Nada, como pasar no pasa nada. Me siento incómodo. A ver vos, ¿no tenés ninguna de estas manías?
-No, me desprendí de todas porque es feo vivir así.
-Epa, pero qué bien. Sos una mujer superada, hija. Que por ejemplo puede dormir con las puertas abiertas del placar.
-Bueno, esa no.
-Ah, mirá. Te agarré. Resulta que tenés que cerrar las puertas porque si no…
Y mi hijo menor, que estaba cada vez más fascinado con la conversación, salió al cruce.
-Porque si no, aparece un monstruo. Yo también duermo con las puertas del placar cerradas. Y a la mañana cuando quiero sacar algo, las abro despacito.
-Hijo, los monstruos no existen. ¿No es cierto? (mirada imperativa a mi hija)
-Claro, Silvestre. Todos sabemos que los monstruos no existen. Eso es Monster Inc.
-Obvio que no –él también, superado-. Ya sé que no existen. ¿Pero cómo fue que dijiste vos, papá, con los números impares?
-Que me ponían incómodo.
-Eso, sé que no existen, pero me pone incómodo que las puertas estén abiertas.
Y, al fin, retomé al rol de padre.
-Bueno, hagamos una cosa: yo voy a tolerar el volumen en impar y ustedes van a permitirse dormir con las puertas del placar abiertas. ¿Probamos?
-Bueno.
-Bueno.
-Sin hacer trampa.
-Ufa.