Por Juan Roque Castelnuovo (del archivo de El Eco de Tandil)

De la región de los Abruzzos, provincia de Chietti, en el centro de Italia y a orillas del Adriático, vinieron Emilio Torrebruno y su esposa Julia Gentile. Nacido él en 1885, contaba entonces 23 años de edad y luego de probar suerte en otros lugares, recaló finalmente en Tandil.

Cuando llegó -transcurría 1908- traía, además de sus ansias incontenidas de trabajar, un oficio y un clarinete bajo el brazo. Inclinado al trabajo, amaba la música, en una mezcla de empeño en la fundamental misión del músculo y de la mente y el espiritualismo lírico.

Era sastre, eficiente, de los buenos. Desde los siete años se había familiarizado con las telas, los moldes, las tijeras escurridizas y la cinta de medir, cortando y cosiendo. Pero su sueño era el de ser un gran músico. De muy joven había formado, del otro lado del mar, una orquesta con cuatro de sus hermanos, contando a menudo con el auditorio atento y exigente que formaban sus hermanas mujeres.

Aquí integró las celebradas bandas de Emilio Rolfo y Cayetano Durazzo, alegrando con su música muchas tardes dominicales de retretas, por lo general en la glorieta de la Plaza Independencia, o recorriendo y alegrando también las calles del pueblo en los festejos. Pero pronto debió resignar ese amor a la música, ese viejo sueño de llegar a ser un gran músico, porque se antepusieron las exigencias de la vida, del trabajo absorbente. Las urgencias de cada día lo fueron alejando del pentagrama, hasta que se dedicó a lo que fue definitivamente lo suyo: la sastrería.

Ya a los dos años de llegar, empujado así por otros afanes -los de su oficio- debió arrinconar su clarinete para tomarlo solamente en algún extraño rato perdido y nostalgioso. Emilio Torrebruno habilitó su primer negocio de sastrería en Belgrano al 300, casi 14 de Julio. Denominó a la casa "La Mundial". Y en la publicidad que por aquel entonces hacía, debajo de ese nombre que sonaba importante, con letras más chicas agregaba: "Mientras Tandil duerme, La Mundial trabaja". Y lo curioso e insólito más abajo: "Gringo sí, pero buen sastre".

"La Mundial" se trasladó luego a Chacabuco al 300, donde hoy está el Museo de Bellas Artes, alquilando allí un salón a Jacobo Martino. Años más tarde, en 1912, vendió la sastrería a Clemente Alonso y fue a trabajar como cortador sastre a esa gran tienda que se llamó "La Pampa Florida", ubicada en San Martín y 9 de Julio.

Allí estuvo quince años al servicio del hombre elegante de Tandil, al cabo de los cuales volvió a abrir su sastrería "La Mundial", frente mismo a su anterior empleo, en el edificio que entonces era de Joaquín Rivera. Más tarde, iría al local ubicado en 9 de Julio 734, donde estuvo por espacio de 27 años, arraigado definitivamente en la ciudad y abocado de lleno al trabajo, mientras su esposa Julia atendía en su infancia a los nueve hijos que le fue dando. María Vicenta (de Magaró), Carmen (de Schang García), Ana (de González), Emilia (de Gastañaga), Luisa Dora (de Andonegui), Julia (de Carreras), Lidia (de Comesaña), Sara Elena (de Arauz) y Rafael.

No era raro que a las cinco de la mañana se lo encontrara en plena tarea, ayudado por sus cinco empleados. Así, llegó a vestir casi a medio Tandil. Tenía clientes de todos los puntos de la ciudad que gustaban vestir bien, desde el obrero hasta las figuras más encumbradas y tradicionales.

Desplegó Torrebruno una intensa labor hasta el año cincuenta y ocho, que marcó su retiro de la actividad, al cabo de una vida de trabajo y de esfuerzo, desplegada con honradez y con conducta por espacio de medio siglo.

Cuando contaba ochenta años de edad -el 8 de enero de 1966- dejó de existir, rodeado del afecto de su esposa, de sus hijos y nietos; también, de la admiración de un montón de clientes y amigos que supieron de su trabajo, de su esfuerzo a favor de la ciudad y de sus condiciones de hombre empeñoso y honrado.

"Gringo sí, pero buen sastre", como él mismo señalaba, fue también buen vecino y buen amigo de muchos vecinos y amigos que mantienen todavía hoy su imagen y su hombría de bien vivas en el recuerdo.

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