Entre los aplausos de Yupanqui y los misterios de Las Ánimas

Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailEn el reciente libro “Tandil, Histórico y Paisajístico”, de nuestro compañero de tareas Néstor Dipaola, leemos algunas páginas que se nos ocurren sumamente interesantes por su carácter distintivo y poco difundidos de las historias que se relatan. Por ejemplo, en el comienzo del libro, aquella anécdota de cuando Atahualpa Yupanqui “ordenó” a su ocasional chofer, detener el auto con la sola finalidad de aplaudir el paisaje que contemplaba cerca de aquí. Sólo aplausos, porque ni cámara fotográfica portaban… El resto de las líneas que publicamos en esta contratapa, refiere a los misterios obviamente no revelados, de la sierra de las Ánimas. Veamos:
Aplaudan, no dejen de aplaudir… Muchos años atrás, un joven Atahualpa Yupanqui llegaba a esta región en el marco de una gira artística. Si bien el autor de “Coplas del payador perseguido” conocía estos lugares, en una de esas primeras incursiones quedó más impactado que nunca por el paisaje que avizoraba. Girasoles y linos en flor le otorgaban un particular valor agregado a la pequeña cordillera. Don Ata iba sentado en el costado izquierdo del coche, conducido por un amigo suyo, en tiempos en que los automóviles tenían el volante a la derecha. En un momento le ordenó al conductor:
-¡Pare, pare aquí, por favor!
El amigo y ocasional chofer ni siquiera preguntó el motivo y detuvo el auto a un costado de ese camino que derrochaba tierra y polvaredas. Yupanqui se paró, de brazos cruzados, mientras contemplaba sierras y sembradíos. Sintió, seguramente, emoción y agradecimiento. Y a los pocos segundos, se puso a aplaudir con ganas, sin decir una palabra. A falta de tecnologías digitales para retratar el momento, el maestro guardó esa foto para siempre, en la memoria. Y prosiguieron el viaje.