Dime cómo juega y te diré cómo está su salud mental

Cuando el juego empieza a replegarse, si esta función del juego se apaga, puede aumentar el riesgo en su salud mental. Si un niño sigue creciendo con su juego retraído, entran en vulnerabilidad los despliegues del desarrollo y el armado de procesos importantes de su constitución psíquica. El déficit de juego espontáneo en los pequeños puede generar problemas en el desarrollo emocional, social, cognitivo y físico. Así lo afirma el psiquiatra Stuart Brown, que la privación de juego tiene consecuencias negativas y puede llevar a la depresión, la rigidez emocional y la dificultad para resolver problemas. Es importante saber que lo contrario al juego no es lo serio, sino que lo opuesto, es el sufrimiento y el malestar. El pediatra Wiinnicott decía, que cuando un pequeño mira el rostro de su mamá, generalmente se ve a sí mismo reflejado en ella. La mamá con su expresión actúa como un espejo, mostrando a su hijo una imagen de sí mismo y devolviendo lo que percibe de él. En una época vertiginosa de velocidades, exigencias y dispositivos, ¿que ven nuestros hijos cuando buscan nuestra mirada? En el deseo de encuentro con nosotros, seguramente lo primero que ven, es nuestro celular. Estos cortocircuitos con nuestra mirada, sobre todo en edades tempranas, pueden generar dificultades en el desarrollo emocional y en la constitución psíquica, porque los despliegues del desarrollo de un niño se ponen en juego en la cancha de la primera infancia. Podríamos decir que el celular está ganando por goleada sobre los tiempos de juego espontáneo y se está llevando puesta la salud mental de los pequeños.
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Accedé a las últimas noticias desde tu email¿Es lo mismo si mi hijo está jugando con un objeto que transformó en juguete, imaginando por sí mismo, que si está hipnotizado y pasivo con una pantalla?
EL ABURRIMIENTO TIENE MALA PRENSA
Pereciera que los adultos le tenemos temor a la frustración de nuestros hijos. Si bien sus pedidos y demandas son válidas, hay un camino a recorrer. Si esos deseos se satisfacen inmediatamente o se anulan con una pantalla, no aparece esa distancia necesaria para transitar ese malestar tan áspero y tan necesario para crecer. ¿Qué pasa en esos momentos donde le cerramos la puerta al aburrimiento? Instantáneamente, queda bloqueada la inspiración, se adormece el pensamiento y la posibilidad de que aparezca el despliegue de su juego y las ideas que puedan llegar a venir. El aburrimiento es la antesala de la creatividad y la imaginación, ya que donde nada ocurre, todo puede pasar.
Pero, ¿quién no tolera la frustración? Nosotros los adultos, ya que muchas veces estamos atravesados por agotamientos válidos y en el fondo, nos cuesta tolerar esa vivencia. Pero es importante saber ¿a dónde los estamos enviando con el “relevo virtual”? Si un niño tiene entre sus manos un celular, no puede elaborar imágenes mentales, ni activar sus ideas propias, es decir, no puede pensar para resolver creativamente por sí mismo ni con otros. Los dispositivos generan un carácter hipnótico, por sus tres rasgos; el brillo, la continuidad y el movimiento; produciendo así un efecto de quietud y pasividad en los pequeños, que no involucran al cuerpo y sus despliegues, Al mismo tiempo, su cerebro en desarrollo, recibe un shock de dopamina que produce una recompensa inmediata altamente adictiva. Dejar de llorar con la pantalla en sus manos, no significa que hayan procesado su angustia, que puede ir en aumento.
Solo el vínculo es quien le gana el campeonato al celular, ya que el estado emocional que atraviesan es frágil y necesitan del permiso para frustrarse con nosotros. Nuestro “sana, sana, colita de rana” no tiene sustituto. Es ahí donde les donamos esa seguridad de que nada malo va a pasar, porque los estamos cuidando. ¿Qué pasaría si, en vez de cerrar la puerta, nos animáramos a abrirla para sostener amorosamente el aburrimiento? La sana receta es estar disponibles y brindar menos cosas y más abrazos.
LOS CARRILES DE LA NIÑEZ
Si en un acto tan sencillo como “a guardar – a guardar cada cosa en su lugar”, la actitud es de apuro y aceleramos la canción, seguramente ese hecho de guardar, perdería su valor. En la infancia es de suma importancia poner de relieve la secuencia, ya que, sobre los carriles más lentos, se asienta y construye todo aprendizaje. Es en la espera, en la demora, donde aparece el sentido a una cosa, donde se activa la reflexión y el pensamiento. El aumento de velocidades, interfiere abruptamente sobre los ritmos de la infancia.
EL JUEGO: MOTOR DE LA SALUD MENTAL
Los chicos, después de largas horas de colegio y de agendas abultadas, necesitan “tocar casa” para poder encontrarse en la libertad de sus rincones de juego. Si jugar es hacer en la infancia, es necesario que ocupe un espacio y un tiempo. Es por eso que, cuando curan a su oso, llevan a su dinosaurio al dentista o juegan a que van a la escuela, los chicos juegan activamente simbolizando las cosas que les pasan. Sobre esas escenas de juego, tienen la oportunidad de tomar entre sus manos los miedos y las angustias, dándoles el dominio de lo que están viviendo. Muchas veces “ensayan”, lo que está por venir, como una mudanza o la llegada de un hermanito, desarrollando así la empatía y las habilidades sociales. Desde las guerras de almohadas hasta los choques con sus autitos, el acto de juego, produce y requiere de una exquisita destreza psíquica, porque si algo duele o aparece la angustia, ¡se termina el juego! Es por eso que el juego corresponde a la salud y construye los cimientos más importantes para crecer.
¿Cómo podemos habilitar el juego con nuestros hijos?
Trabajamos muchas horas y nos es difícil armar un tiempo para sentarnos con ellos. Generalmente, los únicos momentos en donde estamos presentes es para: el baño, la comida o el cierre del día. ¡Pues entonces es ahí! Sobre esas las rutinas cotidianas, en el chapuzón del agua pato, en el cambiado de la ropa, donde nos quedamos escondidos por detrás de la remera a la espera de ser encontrados, en los sabores de la comida, a la hora de dormir, aunque se conozcan de memoria todos los finales. Si jugar es abrir un espacio de encuentro, tenemos que pensar, desde dónde queremos encontrarnos con nuestros hijos, porque ahí es donde nace el juego, ya que cualquier objeto, palabra, canción o cuento puede ser transformado en juguete, en un puente que nos une.