OPINIÓN
Formación laboral y solidaridad desde las cárceles
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Por Gustavo Ferrari (*)
A veces se entiende el dar desde la cantidad de objetos que se entregan, otras veces el donar se traduce en una acción de solidaridad que transparenta el trabajo desde el esfuerzo manual y el saber puesto en juego para poder ayudar. Si eso se realiza, el acto de donar parecería ser más sólido o bien más dedicado.
Cuando a ello se suma que quienes realizan donaciones a distintos ámbitos de la comunidad son personas que están privadas de su libertad, la obra se torna más significativa porque retoma una trayectoria difícil en un saber compartido y en la posibilidad de transformar. Allí se logra unir el producto que pueda salir de la cárcel con un beneficio concreto para la sociedad.
Desde su asunción, la gobernadora María Eugenia Vidal nos encomendó profundizar las iniciativas de resocialización. Y, en ese camino, trabajamos todos los días para que en el Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) los internos se eduquen y participen de actividades de formación laboral donde aprenden oficios y ocupan tiempo productivo trabajando en emprendimientos laborales y solidarios.
Mediante acciones que buscan fortalecer el vínculo con la comunidad, en los talleres de reciclado de las distintas unidades penales se confeccionan juguetes y materiales didácticos para escuelas; se reparan computadoras e impresoras y se recicla mobiliario escolar; se fabrican muebles con pallets; se produce panificado para consumo interno y para donar a asilos y colegios, como el caso de las unidades de Junín.
En ese sentido, valoramos que los internos consideren como destinatarias de sus donaciones a aquellas personas que más lo necesitan, como las sillas anfibias adaptadas para personas con movilidad reducida que se fabrican en unidades de Mar del Plata y los carteles en sistema Braille que se colocan en espacios públicos de La Plata.
Estas actividades, que se realizan en los talleres formativos y productivos que impulsamos en nuestras cárceles, enfocadas en la formación laboral y en la fabricación de materiales e insumos necesarios para organizaciones e instituciones de la comunidad, les permiten a los internos obtener conocimientos y, al mismo tiempo, reforzar valores para su futura reinserción social.
Creemos que no es posible un proceso de resocialización si la persona no se piensa de alguna manera en la comunidad y también creemos que la resocialización se logra cuando la comunidad acepta que la persona busca resocializarse.
En tal sentido, numerosas escuelas, organizaciones sociales, clubes, entidades religiosas y deportivas, entre otras instituciones, están aportando con entusiasmo en esta realidad, no sólo recibiendo las labores que los internos producen en las cárceles sino colaborando en su camino hacia la resocialización.
(*) Ministro de Justicia de la Provincia de Buenos Aires