Gracias chicos por sus sonrisas diarias
La escena se repite hace ya 14 días. Estoy seguro de que no somos los únicos que la vivimos. Tener niños chicos que por su edad no terminan de comprender del todo los motivos de quedarse en casa tiene su grado de complejidad. En nuestro caso, con Anggie (mi compañera de ruta hace ya 17 años), son dos: Cruz de 2 años y 11 meses y Salvador de 3 meses.
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Arrancan temprano, bueno, diría que nunca terminan, pero para graficar: a Cruz a las 7.15 ya lo tenemos arriba gritando en voz alta desde su cama: “Leche, quiero leche”. El grito termina cuando lo vamos a buscar y toma su desayuno. Ahí el día para ellos comenzó, no hay otra alternativa. Salvador, tiene un poco más de pachorra, y como aún su único alimento es la leche materna, dependiendo de la jornada, tiene casi ninguna o muchas tomas nocturnas, lo que hace cambiar los humores, claramente.
En casa arranco trabajando temprano desde hace muchos años ya. Por lo que despertarse nunca fue un problema. El gran tema es que del minuto cero, ellos arrancan enchufados a 220.
El día transcurre entonces que juegos y momentos de rutina. En éstos días nos pusimos creativos, cantamos, bailamos, dibujamos, pintamos, leímos libros, hicimos lo que nos pidieron desde el Jardín y tratamos de ser más flexibles. Ya ni cuento las veces que le decimos que “No” o le hablamos para que desista de una actitud. Los chicos hacen lío, no hay con que darle. Uno quisiera que no raye una pared, que no tire un chiche o que no trame conspiraciones para molestar al hermano recién nacido. Pero es imposible.
Y en realidad, a ellos, todos los días, y sobre todo éstos de aislamiento, les tenemos que dar las gracias por sus sonrisas y su alegría.
A Cruz le hablamos todo el verano de que iba a ir a Sala de 3 y en menos de unos días le tuvimos que decir que hasta que no se vayan los gérmenes que andan dando vuelta no iba a volver. ¿Se quejó? No. ¿Buscó cualquier excusa para decir que quería salir? No.
Pero no solo eso. Dejó de ir a la Plaza. Dejó de ver a sus abuelos, a sus primos, a sus amigos. Dejó de salir a la vereda a andar en su triciclo. Le sacamos todo lo que le gustaba y a pesar de ello, y su intensidad que a veces nos saca del eje, dejando de lado todo consejo instagramero sobre crianza, sigue regalando a diario sonrisas.
Pienso en nosotros. Jóvenes, adultos, mayores, que también estamos en la misma situación de aislamiento, pero que tenemos la queja a flor de piel y buscamos excusas para salir. Que bien nos vendría un poco de su simpleza, esa que el propio Papa Francisco reconoce en más de un discurso: “De algún modo debemos volver a tener la capacidad de sorprendernos como ellos. Los niños además, en su simplicidad interior, traen consigo la capacidad de dar y recibir ternura”.
Sus sonrisas son motor diario ante estos días de aislamiento. Pienso en los abuelos y abuelas que están solos o también en muchas personas con quién no tienen con quién compartir los días de encierro. Quizás también sea una buena tarea compartir con ellos lo que los más chicos nos regalan a diario y poder hacer de las horas eternas en casa un momento más agradable .
Gracias chicos por sus sonrisas. Estoy seguro que a más de uno de ustedes le pasará lo mismo en su casa.
#QuedateEnCasa