Inventaron el VAR
Cómo olvidarse cuando años atrás pedíamos a gritos el uso de la tecnología para terminar con la corrupción en el fútbol, para dejar en evidencia los arreglos con los árbitros que desprestigian el deporte.
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Cómo olvidar las discusiones que se generaron en torno a si se destruía el “folklore futbolero”, a si ponía fin a esa picardía de los escurridizos y hábiles wines que se dejaban caer en el área simulando faltas.
Cómo olvidar cuando clamábamos por el uso de cámaras para emular lo que sucedía en otros deportes.
Como olvidarlo…
Pero un día se logró. Se determinó la implementación del VAR que prometía ser una herramienta complementaria, una ayuda para los referís. Las pruebas piloto fueron superadas; mostraron algunas deficiencias, es cierto, pero eran fácilmente corregibles.
O eso parecía…
La no apertura de los micrófonos para conocer el dialogo entre el árbitro central y los jueces de la cabina fueron el puntapié inicial para desconfiar de que había “algo raro”. Sin embargo, más allá de alguna jugada puntual y las reiteradas quejas por el tiempo perdido, no fueron muchas las decisiones cuestionadas; todo hacía creer que se encaminaba bajo una línea de seriedad.
Por lo menos hasta hace unos días…
La Copa América disputada en Brasil desató la polémica y dejó en claro que el fútbol fue, es y seguirá siendo un negocio. La utilización del VAR, que hasta el encuentro por las semifinales no había tenido grandes inconvenientes (más allá de alguna discusión en el partido entre Uruguay y Perú) generó una impotencia en todos los argentinos difícil de expresar.
Era el partido más esperado del certamen, era un clásico; Brasil no necesitaba de ningún tipo de ayuda. Y no pretendo con esto excusar la derrota, pero sus jóvenes con experiencia internacional y sus distinguidos referentes conformaban un respetable equipo que bajo ningún punto de vista merecía recibir un “favor” de quienes se encargaban de impartir justicia, como tampoco lo necesitaban en el encuentro decisivo.
Brasil tenia los argumentos necesarios para alzar la copa, pero legítimamente. Este bochorno le quitó total prestigio a su consagración. Los dos penales claros no sancionados a la Argentina en las semifinales, en los cuales el árbitro Roddy Zambrano ni siquiera se tomó la delicadeza de observar en la pantalla, y la insólita pena máxima cobrada ante Perú en la final, en donde Roberto Tobar sí fue asistido por el VAR y aun viendo con varias cámaras decidió sancionarlo, demostraron que está lejos de ser una herramienta que brinda transparencia.
Ojo, apoyo el VAR, lo considero una medida necesaria para acabar con las injusticias que de ninguna forma son parte del “folklore”, porque un gol en offside o una pelota que pica a 50cm de la línea te pueden dejar injustamente fuera de una competencia. Pero no así, no esto. Cambiemos el deporte, pero hagámoslo para bien, no lo denigremos.