Enfoque
La improvisación planificada
Que Larrea va para arriba. Que Fugl para abajo. Que Quintana deja de ser doble mano. Que se estaciona de un solo lado.
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En ese andar caótico como el mismísimo tráfico serrano transitan las propuestas y la –presunta- planificación urbanística de las autoridades comunales que, además de chocar con su propia impericia, se enfrentan a tiempos electorales en los que ante cualquier duda mejor dejar todo como está, no sea cosa que reste adhesiones y sumen malos humores.
No se puede estirar el cuello y mirar más allá de las fronteras serranas. No hay culpas externas. Son asuntos netamente de responsabilidad local, para los cuales, se entiende, el vecino deposita su confianza, ergo su voto, para que sus representantes hagan más fáciles sus días. Para ello, cuentan no solo con un bagaje intelectual propio, también se nutren de colaboradores, asesores e incluso contratan estudios en pos de pensar lo mejor para el bien común.
Resulta que con el flamante distribuidor de Fleming, que de por sí ya generó sus propios dolores de cabeza, el Municipio anunció modificaciones en el flujo vehicular en las calles que llevan y traen de Brasil a Bolívar.
Estaba todo listo y así se anunció en pos de ser votado en el recinto deliberativo. Pero al jefe comunal se le ocurrió visitar la obra y charlar con un par de vecinos para echar por tierra lo que sus propios colaboradores habían pergeñado.
Hoy aún se aguarda por definiciones, mientras los semáforos instalados para la ocasión siguen titilando y los carteles de las calles aguardan por una flecha que indique hacia dónde ir.
Ahora fue el turno de calle Quintana. Una de las arterias más caóticas en materia vial en un ejido urbano de por sí traumático, problemática agigantada desde el nacimiento del Desarrollo Urbanístico Procrear y el lógico flujo vehicular que el crecimiento demográfico implicó. Y otra vez los representantes de los vecinos chocaron con su propia impericia.
Informaron sobre los cambios -presumiblemente “estudiados” – para mejorar la circulación, entre las modificaciones se aludió al estacionamiento en una única mano. Y una vez más, surgieron algunas voces discordantes que pusieron en jaque aquella primigenia decisión. De hecho, hoy en el recinto los ediles votarán lo que terminaron de acordar bajo presión, sin que se logre una salida a la problemática de fondo. Más bien, se trata de zafar del entuerto para no quedar expuestos en el callejón donde se metieron.
La pregunta que surge cual acto reflejo frente a la zigzagueante postura de oficialistas y opositores, sin distinción, es bajo qué parámetro, estudio, deciden lo que deciden, si apenas con un par de pataleos vecinales (que podrían ser legítimos y hasta lógicos) o la propia impresión del Intendente, alcanza y sobra para que todo vuelva a fojas cero.
¿Consultan a los vecinos que conviven a diario con la problemática antes de emitir un dictamen? ¿Salen a la calle? ¿O desde un escritorio dentro de la burbuja comunal hacen y deshacen de acuerdo a los humores que le acercan al oído la coyuntura?
No son asuntos menores. Más allá de la economía, los temas cotidianos del vecino y su calidad de vida por su cuadra, su barrio, son lo que en definitiva resuelven la estabilidad laboral de la clase dirigente a la cual se le volcó un voto de confianza. Más aún en la cuestión vial, problema que crece en complejidad proporcionalmente al aumento del parque automotor que se supo concebir.
Hay una Universidad. Hay consultoras que trabajan en relevamientos a tal fin. De hecho, aún no se sabe qué y cómo se utilizó la información recabada –y pagada- por el estudio de origen destino, que entre otros aspectos, atiende la movilidad urbana.
En materia de tránsito, tampoco se sabe qué se hace con lo que recauda el estacionamiento medido o en qué quedó la promovida Sapem. Menos aún qué se piensa en pos de mantener y, sobre todo, mejorar el transporte público, por el que hasta aquí lo único que se hizo fue analizar los costos para que las empresas puedan seguir prestando el servicio que prestan, ni más, ni menos. Apenas eso.
Sería ingenuo ya insistir por el estado de las bicicletas donadas como arrumbadas en un depósito. Y mucho más indagar bajo qué criterio y/o estudio se decidió colocar bulevares inconsultos en avenida Colón y ahora Avellaneda.
Frente al cúmulo de interrogantes que invitan a sospechar que todo se resuelve de acuerdo al humor vecinal o del olfato del jefe comunal, según el caso, a estas alturas debería reverse el actual dispositivo democrático. Con la voluntad y el gusto del Intendente o a través de consultas populares se estaría ahorrando en tiempos legislativos, en funcionarios y colaboradores rentados que, al fin y al cabo, resuelven de acuerdo al devenir de los intereses particulares por encima del bien común.
En ese tren, también cabría el acertijo sobre esta “improvisada planificación” qué será del futuro del Acuerdo del Bicentenario. Si bajo asuntos puntuales, en este caso de tránsito, todo se maneja de acuerdo a impresiones y ensayos voluntariosos de la autoridad de turno, bajo qué solvencia se puede pensar y proyectar la ciudad de aquí a 20 años, cuando no pueden resolver la problemática de una manzana y se chocan a la vuelta de la esquina.
Tal vez el tiempo les termine dando la razón a aquellos detractores que aludían a que el citado acuerdo se trata de una mera excusa para relanzar una candidatura. Y que más que planificar la ciudad se pergeñó la continuidad del status quo.