Lo bueno, lo malo, y el FMI

Mucho se ha hablado sobre el rol del FMI en las economías que asiste. Desde su creación, como una institución más dentro de un paquete de medidas tras la Segunda Guerra Mundial, las que configuraron la globalización que hoy conocemos, el FMI tiene como misión asistir a países en crisis financieras. La asistencia a la Argentina en 2001, y también a Turquía y otros emergentes en problemas, generó mucho debate, porque la cosa no salió bien.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailEn primer lugar, hay que entender que el rol del FMI es de bombero, de apagar incendios, y no la de construir un país. Para eso están el Banco Mundial, el BID y la CAF, entre otros bancos de fomento al desarrollo. El FMI viene cuando el palacio que quisimos hacer arde en llamas, y no viene a ver que está mal en los cimientos, por qué ardió, qué se podría haber hecho distinto. Simplemente viene a apagar el fuego. Siguiendo con la metáfora, cuando hay un incendio hay que tomar decisiones drásticas. Romper puertas y ventanas, y también dejar que ciertos cuartos se quemen por completo para salvar a otros. A eso vino el FMI a la Argentina, no a prevenir, sino a apagar un incendio que estaba escalando y la gente no se daba cuenta. En mi opinión al incendió lo provocó CFK, con una serie larga de malas decisiones económicas, pero Macri tampoco hizo lo suficiente para apagarlo, con otra serie larga de errores, confiado en que la buena onda apagaba estos incendios. La realidad tocó a nuestra puerta, y entró el Fondo Monetario Internacional.
Ahora vamos a esta institución, el FMI, que por diseño y funciones está plagada de macroeconomistas y expertos fiscales. Las crisis financieras en general se desatan cuando las economías entran en déficit gemelos, que te muestra la existencia de inconsistencia fiscal con un tipo de cambio fuera del equilibrio. Ahí es donde apunta el FMI para apagar el incendio.
La crítica al FMI por sus intervenciones de fines de los 1990s y principio de los 2000s fue doble. Por un lugar se le criticó las políticas que recomendó a los países emergentes en los 1990s, ya que a menudo sus sugerencias se excedían, porque no eran para apagar incendios, sino que tomaba posición en temas que hacía al desarrollo de los países, algo que no le correspondía. Es cierto que el FMI tuvo ese rol, pero también es cierto que los propios países tienen autonomía para diseñar sus políticas, y que el FMI deja que los países armen su diseño de política en la medida que cumplan con ciertos parámetros de consistencia macroeconómica. En otras palabras, la Convertibilidad fue una idea argentina y no del FMI, y la culpa de FMI fue apoyar a la criatura. La segunda crítica se refiere a la falta de sensibilidad social o visión de largo plazo. El FMI se preocupaba mucho por la consistencia macroeconómica sin tener en cuenta las consecuencias redistributivas de las políticas. Esta sí es una crítica válida, que el FMI ha tratado de corregir.
Es justo decir que el FMI desde su gran papelón con la Argentina del 2001 ha cambiado bastante. Le presta más atención a lo social, deja bien en claro que son los gobiernos los que diseñan sus políticas, y se limita a pedir consistencia macroeconómica. Esto es precisamente lo que ha sucedido con la Argentina en 2018. El FMI pidió ciertas pautas macroeconómicas y fue el gobierno de Macri el que propuso políticas específicas para poder lograrlas.
Vayamos por partes.
En lo macro el FMI pide reducción del déficit fiscal, limitar el endeudamiento, desarmar la bomba Lebac y dejar flotar el tipo de cambio (no insistir con usar el tipo de cambio para frenar la inflación). También pide que el Banco Central deje de emitir sin respaldo para financiar al fisco.
El número mágico es 50 mil millones (MM) de dólares. 50 MM es lo que el FMI desembolsaría en total para asistir a la Argentina, y 50 MM es más o menos lo que tiene el Banco Central en reservas. Pero en ambos números hay salvedades. El FMI sólo desembolsó 15 MM, y el resto lo irá dando a lo largo del tiempo si la Argentina va cumpliendo las metas acordadas. Y de las Reservas del Banco Central, solo 23 MM de dólares están realmente disponibles (el Central las podría vender en el mercado). El resto tiene asignación específica (encajes de los bancos, swaps de China y Banco de Basilea, etc.). Del desembolso inicial de USD 15 MM, la mitad fue al Tesoro para financiar el déficit fiscal, 5,5 MM fueron al Banco Central para engrosar Reservas pero no los pueden vender, y 2 MM fueron al Central pero sí puede vender (para apagar un poco la corrida). Es lo que Caputo ha estado utilizando día a día para frenar la corrida con sus licitaciones.
El FMI le pide al Central que no perfore el piso de reservas de 28,5 MM. Es decir, si hay corrida no puede vender estos dólares, y deberá dejar que el tipo de cambio se devalúe. Es decir, nos pide que flotemos si hay corrida, pero si se logra estabilizar el tipo de cambio el Central puede hacer una flotación sucia siempre que no perfore el piso. Por ejemplo, el Central podría haber comprado dólares para dejar el tipo de cambio en 29 y no dejarlo bajar como está pasando ahora. El FMI también le pide al Central que vaya desarmando las Lebac a razón de 3MM por mes y prohíbe que el Central financie al fisco, como venía pasando.
Por el lado de déficit fiscal primario, le dan dos años para eliminarlo, y dan libertad al gobierno para elegir donde recortar o cómo hacer para reducirlo. La meta fiscal es apenas más severa de la que el propio gobierno pensaba.
El gobierno necesita obtener más o menos 100 MM de dólares en un año y medio (hasta el próximo gobierno) para poder pagar el déficit fiscal, los intereses de la deuda y las amortizaciones. Una suma gigante, y el FMI sólo le dará 35MM, si hacemos bien los deberes. Sólo de Letes vencen aproximadamente 2MM por mes. Con un panorama macroeconómico más ordenado es probable que gran parte del financiamiento necesario lo logre del propio mercado, a través de lo que se conoce en la jerga como roll over (volver a tomar deuda para pagar lo adeudado). Pero esta friolera de plata muestra lo vulnerable que estamos, dependemos demasiado de lo que ocurra en el contexto externo, que hasta ahora no ha sido nada favorable.
Una novedad de la presente crisis es que la capacidad de licuar el déficit con la devaluación e inflación es menor que en el pasado. En primer lugar, el déficit energético que heredó Macri implica que tiene que importar energía. Además, los costos de muchos servicios, como gas y electricidad, siguen al tipo de cambio, por lo que la devaluación le juega en contra al gobierno, le licúa gran parte de lo que había subido de tarifas. En otras palabras, o aumenta más las tarifas o aumenta el déficit fiscal. Sólo de electricidad el impacto de la devaluación implicaría aumentar las tarifas en 150% para eliminar los subsidios, algo que difícilmente pase. El cambio de ministro señaliza que se será más laxo con la política de reducción de subsidios.
Los impuestos a las exportaciones son casi nulos, con lo cual la devaluación no genera mayores ingresos tributarios por este lado. Además desincentiva las importaciones, con lo cual tampoco de aranceles se recaudará más. La obra pública tiene varios costos dolarizados, con lo cual los costos se incrementarán aquí. Sumando todo esto queda claro que la licuación del déficit solo ocurriría por el lado de los salarios y las jubilaciones. Si los salarios no siguen a la inflación, entonces el gasto del gobierno en salarios no seguirá a los ingresos tributarios (asociados a la inflación). Los salarios perderán poder adquisitivo. Paradojas del destino, si esto pasa, el gobierno no podrá licuar jubilaciones, como pasó en nuestra historia reciente. Por el contrario, los jubilados están protegidos. Con la reforma previsional de Macri, tan cuestionada por muchos, se cambió la formula y se sacó salarios para poner inflación en la actualización. Si la inflación le gana al salario, las jubilaciones y pensiones también le ganarán a los salarios. En otras palabras, todos los que salieron a la calle a p…tear a Macri hoy deberían salir a aplaudirlo, porque la nueva fórmula será más generosa con los jubilados que la vieja (ya lo había dicho yo el año pasado en una nota en este medio).
Las metas con el FMI son difíciles de alcanzar pero no imposibles. Hasta ahora Macri ha sorteado bastante bien las limitaciones políticas. El mayor costo ha sido su popularidad. El passtrough de la devaluación a inflación ha sido más bajo que otras veces, y seguramente esto tiene que ver con la dimensión de la misma, pensar que en diciembre del año pasado estaba tan solo a 18.5, y con el estado recesivo de la economía. La devaluación real le permitirá al país ganar competitividad. Ayuda al gobierno en el frente externo, a reducir el déficit comercial, y ayuda a motorizar la economía por el lado de las exportaciones, pero también por el lado de la industria de sustitución de importaciones (será más caro importar).
Si miramos lo que ha sucedido en la región, las devaluaciones esta vez no generaron aumentos de precios. Brasil devaluó casi un 20% su moneda y no sólo no aumento la inflación, sino que cayó. Esto que pasa en Brasil permite ajustar el déficit comercial sin afectar los salarios reales. En la Argentina el problema no se termina en acomodar el frente externo, ya que el gobierno todavía tiene un problema por solucionar, el fiscal. Por el lado del déficit fiscal, hasta ahora la pérdida de salarios reales ha sido baja como para una gran licuación, por lo que el frente fiscal aún está abierto y las necesidades de financiamiento muy grandes. Las opciones para el gobierno son o baja el gasto en forma inteligente y ordenada, o baja el gasto con una licuación que implica menores salarios y seguramente conflictividad social. Esperemos el tiempo ganado acelere el accionar del gobierno para cerrar el déficit fiscal de maneta inteligente y no que caiga en licuaciones que pagan los trabajadores con menores salarios reales. Este ha sido el gran pecado de este gobierno, no haber reducido el déficit antes para hoy no estar vulnerables (y también haberlo financiado con deduda en dólares). Mirando a futuro la Argentina tiene un panorama económico complicado. Será sumamente importante ver en el marco interno si la recesión se traduce en cortes en la cadena de pago y desconfianza en los bancos. También será importante ver lo que pasa en el mundo, si la corrida contra emergentes sigue, o se calma. La última semana ha sido positiva en este aspecto, pero todavía hay mucha incertidumbre en el mundo, y viento en contra para nuestro país. Lo bueno, lo malo, y lo feo.
Sobre el autor
Licenciado en economía de la Universidad de Buenos Aires y Doctor en Economía (Ph.D.) por la Universidad de Michigan (EE.UU.). Director del Instituto de Economía de la Unicen. Profesor full-time en la UTDT y director del Centro de Investigación en Finanzas (CIF) - UTDT.Este contenido no está abierto a comentarios