A 24 años de uno de los atracos más brutales de la ciudad
Una peligrosa banda fue juzgada y condenada. Los juicios

El 25 de julio de 2000, la ciudad se veía sacudida por la conmoción de un suceso delictivo sin precedentes. Una banda de peligrosos delincuentes, en su mayoría foráneos, cometería el feroz y letal atraco que la historia criminal serrana recuerda como uno de los más tremendos.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailEn pleno mediodía, cinco sujetos con armas de grueso calibre acribillaban a dos custodios de la empresa de caudales Juncadella, en un cajero de la estación de servicio Don Rodolfo, de Perón y Monseñor de Andrea, delante de una veintena de vecinos que a la postre serían los testigos presenciales –y fundamentales para la posterior pesquisa- de una balacera descomunal que terminó con la vida de José Luis Mastronardi y Héctor Montenegro, cuyo deceso dejó a dos familias destruidas y una comunidad atónita frente a semejante episodio delictivo.
Todo se desarrolló extremadamente rápido –uno de los testigos calculó no más de veinte segundos-, y no hubo ninguna voz de aviso previo tendiente a lograr, solo por intimidación, que los custodios se quedasen quietos, sino que, por el contrario, la primer acción fue disparar sobre ellos. Esto lleva a pensar, ineludiblemente, que su suerte estaba decidida de antemano por los maleantes y que, desde un comienzo, no se plantearon más opciones que la muerte de Montenegro y Mastronardi como forma de neutralizarlos y encontrar facilitada así el modo para la sustracción del dinero, máxime cuando las víctimas se encontraban armadas.