Entre un manto de dudas y certezas, el fiscal pidió prisión para el acusado de abusar de su vecina
Para el Ministerio Público es creíble la víctima y merece el reproche penal el victimario. Pidió ocho años y siete meses de condena. Para la defensa la denunciante es mendaz y el acusado debe ser absuelto.
Se dijo. Comenzó el juicio con dudas y solo el curso del debate, el escuchar los testimonios, podría generar certidumbre sobre la credibilidad de la mujer que dijo haber sido abusada por su vecino. Cerró la etapa de prueba y al decir de los alegatos de las partes, aquellos interrogantes se despejaron. Para la acusación, el relato de la mujer resultó creíble en el marco de su compleja historia vital. Tras argumentar su hipótesis, pidió 8 años y siete meses de prisión.
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Contraria tesitura expondría la defensa pública. Coincidirían en que las dudas habían quedado zanjadas, pero con conclusiones diametralmente opuestas. La mujer era mendaz, poco creíble, y por obvia consecuencia su pupilo merecía la absolución. Será el juez del TOC 1 ahora quien resuelva el entuerto. El jueves próximo, al mediodía, ventilará su veredicto.
En efecto, al cerrar la semana se realizó la segunda audiencia en torno al juicio en el que se resolverá la situación procesal de Raúl Alberto Alvarez (66), denunciado por quien era su vecina por abuso sexual hace tres años. Tras escuchar a los testigos citados para la ocasión, de los que se destacaron la propia víctima, su expareja como aquellos allegados al imputado, apenas restó aguardar por el aporte de la perito psicóloga que oportunamente entrevistó a la denunciante, y un testigo aportado por la defensa. Más luego devendrían los respectivos alegatos.
A través de una videoconferencia, la perito interviniente respondió las consultas de las partes y ratificó lo oportunamente plasmado en el expediente, acerca de darle credibilidad al relato de la mujer, considerando, entre otras características, que resultó espontáneo, coherente, con visos de verosimilitud y acompañado de momentos de angustia, propio de una víctima de abuso.
Ante las persistentes dudas sobre el letargo a la hora de denunciar lo que denunció, la profesional acudió a esa historia signada por los abusos cuando chica y la resignación de encontrar respuestas institucionales, como así también del magro resultado que había logrado ante la primera exposición judicial sobre el mismo flagelo y el mismo autor.
Respecto a la casi nula resistencia física a esos abusos, apeló nuevamente a esa historia contada en la sala que la llevó a tener una autoestima disminuida, además del temor por las amenazas recibidas que ponían en riesgo a sus propios hijos.
Para cerrar con los testigos, finalmente arribaría al debate un vecino que por esos años tenía un bar donde, al decir del deponente, concurrían tanto Alvarez como la mujer, que trabajaba como prostituta. El dijo presenciar que había trato entre ambos y los vio salir del local en una oportunidad.
La acusación fiscal
Ya en el epílogo del juicio, sería el fiscal Luis Piotti el encargado de desplegar su hipótesis sobre el entuerto, insistiendo en que la prueba fundante y clave del juicio, el testimonio de la víctima, resultaba suficiente como para acreditar los hechos y sentenciar la suerte del procesado.
Para el Ministerio Público, Alvarez se aprovechó de la vulnerabilidad evidente de una mujer castigada por el maltrato y abusos anteriores padecidos, lo que transformaron a esa mujer en alguien frágil, sin herramientas para resistirse a los embates sexuales del señalado.
Piotti buscó desarticular la coartada defensista con la que se arribó a la sala, acerca de una motivación sobre un enfrentamiento vecinal entre la expareja de la víctima y el denunciado. Sobre lo cual el fiscal consideró impertinente, de poca entidad, ya que aquel conflicto se había disipado. Ella había perdido todo, incluso a quien era su esposo, y cuando ya no tenía nada que perder dijo basta y denunció lo que padeció.
Allí el acusador se preguntó al aire qué se pretendía instalar como teoría. ¿Que había una confabulación entre el exesposo agresivo y ella para perjudicar a Alvarez? Posibilidad que consideró descabellada.
Tampoco obvió señalar que esa presunta complicidad de aquella pareja, luego separada, tuvo también su historia judicial detrás. A propósito de las denuncias que la mujer hizo contra su expareja por violencia doméstica, lo que hacía inverosímil que se pusieran de acuerdo para perjudicar a un tercero, en este caso el vecino Alvarez.
Claro que se tomó de las apreciaciones de la perito para respaldar su alegato, principalmente a la hora de darle credibilidad al relato de la víctima, insistiendo sobre esa compleja personalidad de la mujer, aquella historia vital que la llevó a ser quien era.
Sin más, Piotti pediría condena para el acusado, puntualmente solicitando ocho años y siete meses de prisión por abuso sexual con acceso carnal.
Quedará en manos del juez Gustavo Agustín Echeverría ahora, resolver sobre lo expuesto. Las convicciones como las dudas quedaron aun flotando en el aire de la sobria sala judicial. Será el jueves próximo, al mediodía, que se devele la incógnita que pone en juego nada más y nada menos que la libertad de un hombre, como también la credibilidad de esa mujer que nunca fue escuchada porque los interlocutores no quisieron, no supieron o no pudieron.
El alegato defensista
El defensor oficial Diego Araujo, a su turno, no escatimó en argumentaciones para arribar a una conclusión contraria al fiscal, para lo cual no solo pondría en crisis la credibilidad de la víctima, sino también sobre la “seriedad” del diagnóstico de la perito, para luego trazar su propia hipótesis sobre las motivaciones que llevaron a la mujer a mentir y sostener esa falacia hasta estos días, a pesar de tener que ser traída por la fuerza pública para que expusiera lo que oportunamente había dicho y se había escrito en el expediente.
Aceptó cual coincidencia con el acusador sobre el hecho ventilado como poco usual, raro, a partir de los protagonistas de esta historia y sus respectivas acciones y/o reacciones, pero luego sí el letrado arremetería con la presunta verosimilitud del principal y único testimonio con que se funda la acusación, la mujer.
Habló específicamente de las contradicciones a las que incurrió a la hora de su exposición, y lo que había expresado con antelación, en plena instrucción. No dejó de leer la resolución anterior del propio ministerio público que había resuelto archivar la primera denuncia por abuso, donde se consideró que era inconsistente los dichos de esa misma mujer que luego volvería a denunciar un nuevo suceso abusivo contra al mismo hombre, su defendido.
También el defensor se tomó de otros antecedentes judiciales, aquellos que mencionan la violencia sufrida y denunciada por esa mujer contra quien era su exmarido, el que en definitiva tuvo el enfrentamiento vecinal con su defendido.
A decir de la hipótesis de Araujo, factiblemente la mujer se vio acorralada por los celos y violencia de aquel esposo que, al advertir sobre la relación sexual mantenida con el vecino, atinó cual acto reflejo a hablar de una violación. En la denuncia, insistió el letrado, la mujer encontró la justificación para zafar de las presiones de quien era su pareja violenta.
Subrayó con especial énfasis Araujo que la mujer fue contradictoria, imprecisa y mendaz, como así también puso en tela de juicio las conclusiones de la psicóloga de la Asesoría Pericial que, con apenas dos entrevistas le alcanzó para trazar semejante diagnóstico.
“Alguien no dice la verdad. O ambos disfrazan la verdad”, postuló Araujo al referirse a la mujer y su expareja, quienes más allá de declarar que estaban separados y lo único que los unía era la hija en común, por lo pronto la mujer fue encontrada por la policía en la casa de este, al ser trasladada a declarar.
El defensor así pediría la absolución de su asistido procesal. No había prueba en su contra, remarcó. Será el juez quien le responda a la brevedad.
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