Un día como hoy, entrada la noche, la ciudad se alertaba por un grave suceso delictivo que terminó de la peor manera, con la muerte de un inocente. Se trataba&nbsp;de José Luis Gárate, cuyo asesinato conmovió&nbsp;a &nbsp;la sociedad tandilense y más allá también, siendo un reconocido futbolista que supo representar distintos clubes de la región. &nbsp;Por aquellos días, una vez anoticiados del trágico final, nuevamente quedaría en evidencia que los tiempos de &nbsp;la Justicia estarían reñidos con los de la gente común, a la hora de demandar por responsabilidades penales de los autores del crimen.Aquel sábado, nadie &nbsp;escuchó ese disparo que surcó la noche, se filtró&nbsp;en el&nbsp;cuerpo&nbsp;de José Luis Gárate y quedó alojado en las&nbsp;entrañas mismas de una sociedad que, agredida hasta el hartazgo, se resistía empero a convivir con la impunidad.El &nbsp;exfutbolista y por entonces encargado de&nbsp;la&nbsp;sucursal Colón&nbsp;de Supermercados Monarca (Colón al 1100), &nbsp;ultimaba los detalles para abandonar el local, cuando expiraba el sábado 28 de agosto. &nbsp;Una voz conocida llamó su atención, y por eso &nbsp;abrió&nbsp;la puerta de blindex que daba a la playa de estacionamiento a oscuras. &nbsp;Los &nbsp;segundos subsiguientes formaron parte del &nbsp;gran misterio que, no sin controversias e hipótesis varias en el medio, finalmente los investigadores pudieron dar con los responsables del homicidio.&nbsp;Arrastrándose, &nbsp;el Pato pidió auxilio en la vereda, &nbsp;fue trasladado &nbsp;al &nbsp;Hospital Santamarina, y horas después &nbsp;perdió&nbsp;la vida a raíz de las heridas que le provocó la bala homicida.&nbsp;Al &nbsp;estupor y conmoción lógicos que provocó la noticia, &nbsp;los sucedieron una serie de especulaciones de las que nunca faltan en una &nbsp;ciudad que aún conservaba su alma de pueblo. Durante días, &nbsp;el crimen fue el denominador común en cada charla de café, viaje en remís y reunión familiar posible.&nbsp;La vida del respetado comerciante y futbolista, del aprecia­do vecino, pasaba a ser con el paso de las horas, los días, en el centro de las mil y una &nbsp;versio­nes, &nbsp;que aludían a cuestiones personales, laborales, y hasta &nbsp;de una inverosimilitud llamativa.Con tiempos claramente diferenciados de los de la gente, la Justicia recorrió su camino en la búsqueda de pruebas fehacientes del hecho de sangre.&nbsp;Con total hermetismo, el fiscal de la causa, Gustavo Morey, puso la mira en un móvil mixto, en el que los asuntos personales se combinaban con el robo.Empero, en el marco de una de las múltiples diligencias ordenadas, rápidamente iba a tropezar con una circunstancia impensada. El comisario inspector Roberto Recaite fue acusado de cambiar la&nbsp;declaración a un testigo, y ese irregular accionar hizo que fuera separado del caso.La hipótesis que apuntaba a una banda integrada por la mujer que llamó a la puerta del hiper, y por varios hombres, nunca perdió peso, pero quedó relativizada ante la imposibilidad de lograr pruebas para ordenar detenciones.Es más, no son pocos los que creían en la esfera judicial que la intervención del uniformado, quien había anunciado que el caso estaba resuelto en "un 98 por ciento", dio tiempo a que los sospechosos borraran valiosos indicios.&nbsp;Pasaron los meses y la llama de la esperanza se fue consumiendo lentamente. Sobre fines de año, una marcha de silencio intentó torcer otra historia de impunidad, con resultados impre­visibles. Hasta que finalmente, la investigación del fiscal y colaboradores rindió sus frutos. Sorteado los escollos que la propia policía había impuesto por negligencia e imprudencia en procura de dar una respuesta rápida a la vecindad, la investigación llegó a los responsables, con el aporte sustancial de la mujer que formó parte de aquella gavilla, quien confesó su participación en el suceso y ayudó a encarrilar la pesquisa en procura de elementos probatorios que ahora sí, tiempo después, se pudiera dar con la detención de los sospechosos.Ya en el 2008, vendría el juicio, con singulares debates jurídicos por el rol precisamente de la mujer confesa (si testigo o imputada) y hasta escandalosas intervenciones de los abogados defensores de los imputados. Finalmente, el tribunal, integrado en aquel entonces por los doctores José Luis Piñeiro, Guillermo Arecha y Pablo Galli, emitió un veredicto condenatorio a los cinco integrantes de la banda, sentenciándolos a distintas penas de prisión, según el rol emprendido por cada uno de ellos, el decir de los magistrados.&nbsp;<figure class="image"><img src="https://cdn.eleco.com.ar/media/2024/08/pato_garate.jpg" alt="Pato Gárate"></figure><h2>El hecho probado</h2>Sobre el intenso debate oral y público desarrollado en la sala de debate del TOC1, finalmente los jueces coincidieron en descartar las nulidades que las defensas habían planteado y luego sí, dar por acreditado los hechos tal lo postulado por el fiscal Morey, con el aporte sustancial de la confesión de la mujer que fue el nexo entre víctima y victimarios.Al decir de las conclusiones del tribunal, aproximadamente a las 23 de aquel sábado 28 de agosto, María Belén Molina se hizo presente en las instalaciones del supermercado, mientras que Román Enrique Espinosa, desde escasos momentos previos la aguardaba oculto dentro de la playa de estacionamiento del lugar. La finalidad de ambos era apoderarse de la recaudación realizada ese día en el citado comercio, propiedad de Juan Carlos Bertolín.Para ello Molina iba a posibilitar que el encargado del establecimiento, José Luis Gárate, le franquease el ingreso por la puerta posterior del inmueble pues, horas antes, ya había convenido con éste –con el que durante algunos meses había mantenido una furtiva relación amorosa y continuaba manteniendo ocasionales relaciones sexuales- tener un nuevo encuentro íntimo; situación que sería aprovechada por Espinosa para ingresar al local, reducir a Gárate a punta de revólver, sustraer la recaudación y dejar atados tanto a uno como a la otra simulando, de esa manera, que también la mujer había sido víctima del actuar de un desconocido.Logrado el propósito de que el encargado abriese la puerta para permitir la entrada de la mujer, Espinosa se abalanzó violentamente contra ellos empujando a Molina dentro del recinto y, luego de forcejear y vencer la resistencia de Gárate que pugnaba por volver a cerrar dicha puerta, pretendió reducir al empleado intimidándolo con dar muerte a su amiga, a la cual apuntaba con un arma de fuego en dirección a la cabeza -lo que igualmente hacía en forma alternativa con él-, mientras la mantenía asida desde atrás.&nbsp;Lejos de acatar las indicaciones de Espinosa para que permaneciese quieto, Gárate, saliendo en defensa de lo que creyó un ataque contra Molina, arremetió contra su agresor lo que motivó que éste le efectuase un disparo con el revólver calibre 32 que portaba, lo que provocó que el proyectil ocasionara en Gárate una grave herida la cual lo llevó, minutos más tarde, a su fallecimiento.Momentos después de haber sufrido la lesión, aunque dolorido y debilitado, la víctima aún se mantuvo en pie frente a su agresor quien, como consecuencia de ello, decidió retirarse del lugar sin consumar su propósito, imitándolo seguidamente Molina ante las insistentes indicaciones de Gárate para que así lo hiciera.<h3>Los responsables&nbsp;</h3>Según la investigación ratificada más luego por el fallo de los jueces, la planificación del hecho fue ideada, durante los meses previos al mismo, por los hermanos Santiago Rafael Pugni y Esteban José Pugni.&nbsp;El primero de ellos, en razón de haberse encontrado manteniendo desde los primeros meses de ese año una relación sentimental con Molina, fue recabando información sobre el destino y resguardo de la recaudación diaria del supermercado para posteriormente ambos hermanos, con el pretexto de una muy difícil situación económica de Santiago y su necesidad apremiante de resolverla, presionar a la mujer hasta convencerla de que les brindara la información imprescindible para poder llevar a cabo el hecho y, a su vez, tomara parte en la ejecución del mismo.&nbsp;De ese modo los hermanos Pugni lograron conocer, entre otros datos, una estimación de la cantidad de dinero obtenida al término de la jornada, lugar donde se situaba el tesoro que resguardaba el mismo, medidas de seguridad implementadas, horario de cierre del comercio, lugares de acceso a éste, forma y horarios en los que se retiraba el personal; como así también determinar a Molina para que con su presencia lograra que Gárate abriese la puerta que finalmente posibilitaría el acceso de quien tendría a su cargo el desapoderamiento del dinero.<h3>Cómplices y autores</h3>Asimismo, y con el fin de concretar el plan urdido, los Pugni convinieron con Espinosa y César Daniel Sasali la participación de éstos en el hecho. El primero de ellos asumiría la tarea de la violenta sustracción, mientras que el restante tendría a su cargo el trasportarlos desde la ciudad de Benito Juárez –que era donde vivían todos ellos- hasta Tandil, y luego esperar en las inmediaciones del supermercado la salida de Espinosa para regresarlo a la ciudad de origen.En base al acuerdo alcanzado, en las primeras horas de la noche del día del hecho, estas cuatro personas emprendieron el viaje en el automóvil Chevrolet Corsa, dominio CXY-996, propiedad de Sasali.Una vez en esta ciudad los hermanos Pugni concurrieron a la agencia de locación de autos “La Palmira”, sita por esos años en calle Mitre 320, en donde rentaron a nombre de Santiago un Renault Clío cuyo alquiler fue abonado por Esteban. Con el rodado en su poder los Pugni pasaron a buscar a Molina para posteriormente dirigirse a la AM-PM de la estación de servicio situada en la esquina de las avenidas Monseñor De Andrea y Perón, en donde los cuatro hombres ultimaron los detalles del plan. Que desde allí Sasali acercó a Espinosa hasta las inmediaciones del “Monarca”, mientras que los hermanos Pugni hicieron lo propio con Molina a quien, durante el trayecto, reforzaron el convencimiento al que la habían llevado venciendo algunas dudas de ésta planteadas a último momento.&nbsp;Dejada Molina en la esquina de las calles Paz y Montevideo, los hombres se estacionaron a la vuelta del supermercado, en las proximidades de donde había colocado su automóvil Sasali, a la espera de que Espinosa y Molina finalizaran su cometido.<h2>Las condenas</h2>Respecto a las conclusiones de los jueces, como se indicó, los cinco imputados fueron condenados, con el distingo de las penas a purgar de acuerdo a los roles y circunstancias descriptas para cada uno de los acusados.&nbsp;Así, se resolvió condenar al autor material del homicidio, Román Enrique Espinosa, alias “Chapa”, a la pena de 16 años de prisión, como autor penalmente responsable de los delitos de “Robo agravado por homicidio en grado de tentativa en concurso ideal con homicidio agravado por el uso de un arma de fuego los que concurren realmente con portación de arma de fuego de uso civil sin la debida autorización legal”.Los hermanos Santiago y Esteban Pugni fueron sentenciados a 15 años, bajo el mismo delito tipificado.&nbsp;María Belén Molina, alias “Bochi”, recibió la pena de cuatro años de prisión, como autora penalmente responsable del delito de “Robo agravado por el uso de arma de fuego cuya aptitud para el disparo no pudo acreditarse” en grado de tentativa.César Daniel Sasali, en tanto, recibió como condena la pena de tres años de prisión, como partícipe secundario del delito ventilado.&nbsp;

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