Descubrimos el genuino ADN tandilero
En esta nota descubrimos que detrás de ese producto que tan bien nos representa en el país y el mundo, está la historia de una familia, de una gran familia como Cagnoli.
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En estos días, la fábrica de fiambres y embutidos Cagnoli ha lanzado al mercado una inédita producción audiovisual que asegura “Tandil tiene algo único”, y explora las distintas bondades de estas tierras, buscando qué es eso que la hace única. ¿Será su naturaleza?, ¿Serán sus aromas?, ¿El aire que se respira?, ¿Por qué todos los que llegan quieren volver? Descubrilo en: http://www.cagnoli.com/conoceelorigen/
Tandil tiene algo único. Su gente. Su naturaleza. Tandil tiene pasión.
El video publicitario, que es el primero de Cagnoli a nivel nacional, muestra a la ciudad en todo su esplendor a través de la mirada de la empresa que lleva más de 80 años en suelo tandilense. Los protagonistas de la publicidad, son los que entrevistamos para esta ocasión, porque nadie mejor que ellos conoce la fábrica y lo que significa para toda una ciudad.
Cagnoli es sinónimo de Tandil, porque es imposible que haya surgido en otro lugar. Esa pasión es la que la Cagnoli ha mantenido a lo largo de los años en nuestra ciudad, gracias al trabajo sostenido que se transmite en cada cosa que hacen.
Cristian es la cara emblemática detrás del mostrador de Syquet y un experto en embutidos, que trasmite su pasión a cada cliente que se acerca buscando recomendaciones y probar un producto sabroso y de calidad.
Cristian cuenta con su enorme sonrisa que “Cagnoli tiene devoción por los productos, siempre van a la grandeza, por eso son líderes.”
Lo primero es la familia
Irma trabaja hace más de 40 años en la empresa. Como muchos empleados, empezó siendo joven y hoy es Jefa de Etiquetado.
Su vida está entrelazada a la de Cagnoli, allí trabaja también su marido, Juan, quien es Jefe de Producto, y le resulta imposible imaginarse la vida sin la empresa.
“En la familia se pierden y ganan cosas. Tengo muy buenos recuerdos de los que ya no están, esas cosas como familia hemos tenido muy buena relación y hoy que me queda poquito para retirarme, pienso en eso, si ellos estuvieran acá. Para mí Cagnoli es mi familia”, expresa Irma, y detrás de sus anteojos se asoman las lágrimas de la emoción por esa pasión que para ella es inseparable de su trabajo.
Juan, el marido de Irma, tiene dos pasiones, Racing y Cagnoli. Cuenta con orgullo que la receta original la tuvo sólo una persona además de él, que fue quien estuvo antes en su puesto. Desde hace 36 años él es el portador de la receta y sabe lo que tiene qué hacer sólo percibiendo los aromas. Se da cuenta si se comete un error en la elaboración de un producto simplemente a través de su olfato. Aromas, sabores, pimienta, ajo, más o menos cantidad de uno que de otro, definen a un producto y Juan es muy consciente de ello, porque se sabe responsable de la calidad del mismo.
El camino desde la materia prima hasta nuestra mesa
Andrés también comenzó a trabajar hace mucho en la firma, porque su familia había alquilado una casa en el mismo predio, y hoy es Jefe de Atado.
“El proceso se realiza a mano, es 100% artesanal, y cada producto tiene un atado distinto, que requiere de las habilidades de estas personas que con precisión logran realizar su trabajo, para que llegue al consumidor prolijo y bien presentado”, explica “Pelele”, como lo llaman en la fábrica.
Gustavo Juárez, es el Jefe de Despostado y quien se encarga de seleccionar y preparar los cortes que van a ser utilizados en todos los productos. Comenzó hace 28 años y su historia familiar está ligada de manera inseparable a la de Cagnoli.
“Como Tandil para mí no hay, y eso que he tenido la suerte de ir con la empresa a trabajar a otros lugares. En la línea de la empresa siempre hubo una conducta de respetar al consumidor. Y el amor, ¿no? Amor en la elaboración de todo tipo de fiambre que se produce, va más allá de que haya una fórmula, porque te la pueden vender, hay que añadirle algo que salga de tu cabeza y corazón, por eso es tan famoso y requerido el genuino salamín tandilero”, dice Gustavo con emoción verdadera.
Mariano Frías, Responsable de Marketing de la empresa, tiene la tarea de lograr de que todo eso que soñó el “abuelo Pedro” se transmita hasta la actualidad.
“Cada decisión que se toma tiene que estar en línea con lo que se respira en la fábrica, con una forma de hacer las cosas. Que nos represente, que represente a Tandil, que represente la calidad que el abuelo Pedro pensó”, manifiesta.
Frías trata de poner un poco de luz sobre el vínculo indisoluble que hay entre la firma y la ciudad que la cobija y vio nacer. A veces no hay razones, las pasiones suelen ser inexplicables, pero sí hay algunos motivos que él nos cuenta: “la familia fue pionera de esta industria en nuestra ciudad. Su geografía y naturaleza permite hacer cosas buenas, de la tierra salen cosas nobles. La gente empezó a usar nuestra marca como recuerdo de Tandil, eso construyó una relación íntima entre la empresa y la ciudad.”
Manos que trabajan. Manos que saben hacer. Productos naturales. Elaboración artesanal. Respeto por el consumidor. Vender algo genuino.
Pero, sobre todo, el amor y la pasión de su gente, que se nota en cada mesa a la que llega Cagnoli con sus aromas y sabores.
De Tandil al mundo.
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