DEPORTES
Calles, un tandilense que crece con el tenis en México
Llegó al país del norte en 2022 y trabaja en una academia que lleva el nombre de su ciudad. La trayectoria y las ilusiones de un formador con notable proyección.
Si alguien se enterara de la existencia de la Academia Tandil Tennis, inicialmente imaginaría su ubicación en algún rincón de esta ciudad.
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Sin embargo, al ver un afiche suyo aparecen números de contacto con prefijos poco familiares y la dirección de “carretera nacional”, nada que pueda relacionarse con nuestras sierras.
Por iniciativa de Jorge Taul, un tandilense que hizo su vida en México, en Monterrey existe ese lugar de enseñanza tenística. Junto a él, desde hace un año y medio trabaja Cristian Calles, un formador en pleno crecimiento.
“Prodi” Calles es hijo de Roberto, futbolista tandilense de las décadas del ’70 y ’80 y luego también destacado entrenador. Más allá de haberse iniciado con la número 5, lo atrapó la raqueta y se hace camino lejos de casa.
Desde la multitudinaria Monterrey, a unos 8.000 kilómetros de su lugar de origen, Calles dialogó con este Diario y contó su vínculo con el deporte.
-¿Cuándo te fuiste a México y por qué motivo?
-Vine en octubre de 2022, cuando nunca había salido del país. Lo más lejos que había ido era de vacaciones a Cataratas del Iguazú, así que fue una aventura nueva.
El director de la academia es Jorge Taul, que es de Tandil y está radicado en México desde hace más de cuarenta años. Él compartió escuela primaria y secundaria con mi viejo, de ahí viene la relación.
En 2019, Jorge fue a Tandil con dos chiquitas de India, para entrenar en canchas de polvo de ladrillo. Ahí trabajamos juntos varios meses y después ellos se volvieron a México.
-Justo por ese tiempo llegó la pandemia.
-Tal cual, Jorge tuvo que reconstruir todo en 2021. Al año siguiente me llamó para que fuera a trabajar allá.
-¿En 2019 qué hacías en Tandil, en relación con el tenis?
-Estaba jugando y viajaba todas las semanas a Mar del Plata para hacer un curso de profesorado de la Asociación Argentina de Tenis. Una vez recibido, empecé a dar clases, más que nada en lugares particulares. Siempre tuve en mi cabeza ser entrenador.
-¿Por entonces dejaste de jugar?
-Sí, yo arranqué de grande con el tenis. Jugaba al fútbol en Independiente, hice baby e inferiores hasta los 12 años. En cancha de once me fui a Gimnasia, con el “Vasco” Aramburu que me había tenido desde chiquito.
Un poco me cansó el fútbol, mi abuelo me había regalado una raqueta y arranqué con el tenis, con “Pato” Martignoni en la escuelita del club. Avancé rápido, en un año ya estaba entrenando con Mario Bravo y el “Negro” Gómez en la academia.
-¿Cuánto tiempo jugaste?
-De forma competitiva lo hice cuatro años a full, no fue mucho tiempo. Era una categoría fuerte, con muy buen nivel, entre los destacados estaba Alejo Prado. A los 17 ya arrancaron las salidas y me fui alejando. En el club está siempre la anécdota de que en verano los de tenis se están entrenando con todo al sol y el resto de la gente en la pileta mirándote. Un año me decidí a que quería estar del otro lado, con mis amigos.
-¿Eras consciente de que no ibas a llegar demasiado lejos jugando?
-Sí, sabía que no me daba para profesional. Igual, el tenis me atrapó para siempre. Justo fue la época de la legión argentina, todos los domingos ganaba uno de los nuestros, así que me hice muy seguidor.
Vía México
-¿Cómo es tu trabajo diario?
-Es de lunes a sábados. En la mañana damos clases a adultos particulares, de todas las edades. Por la tarde es para chicos de 6 a 18 años.
-¿Hay proyección para profesionales o es algo más bien recreativo?
-Es más de nivel recreativo y social. Los chicos juegan torneos pero de nivel principiante o intermedio. Comparado con Argentina, es un mundo aparte.
-¿Por dónde pasan esas diferencias?
-Es otra sociedad, se lo toma de otra manera. No tienen tanta pasión como la nuestra. El argentino siempre la tiene que luchar más, por la economía, el circuito queda más lejos. Entonces, hay un fuego sagrado que acá no existe. Monterrey es una ciudad pudiente, está cerca de Estados Unidos. Nos ha tocado ver chicos que están en niveles competitivos más altos y llegan en un Mercedes o un BMW. México lleva más de treinta años sin meter un jugador entre los cien mejores del mundo.
-¿Lo atribuís a esos motivos?
-En parte sí. Acá casi no hay referentes en el deporte. Está “Checo” Pérez en todos lados y las otras figuras reconocidas son algunos boxeadores, como “Canelo” Álvarez. En la época del Mundial de Qatar, en las publicidades aparecían las madres de los jugadores, ni siquiera ellos. Entonces, los chicos no se “prenden”.
-¿Notás diferencias entre argentinos y mexicanos en el primer aprendizaje? Suele decirse que acá hay mayor facilidad para captar la enseñanza.
-Eso existe. En Argentina hay muy buena educación temprana hacia el deporte. Especialmente en Tandil, en las escuelas se empieza a trabajar en la motricidad fina desde chiquitos. Los nenes salen más coordinados y habilidosos rápidamente. Tenemos una cultura deportiva como en pocos países del mundo.
-¿Tenés preferencia por enseñanza hacia pequeños o más grandes?
-Mi experiencia en Tandil fue más hacia adultos. En México me adapté más hacia chicos de 6 años y me gusta mucho. Le damos mucha importancia a las empuñaduras, la forma de tomar la raqueta.
Mirando al sur
-¿En México se habla de Argentina, ya sea en lo político, social o deportivo?
-Sí, siempre se habla. Del deporte sin dudas, especialmente por el fútbol y nuestra selección, nos tienen como referentes. Con las elecciones del año pasado también se habló mucho. Nos tienen como egocéntricos, al menos hasta que nos van conociendo.
-¿Cómo viviste Qatar 2022 a la distancia?
-Tremendo, estaba todo el día hablando con mis amigos. Vi casi todos los partidos solo, así que hacíamos video llamada para sentirnos más cerca.
-¿Te cruzaste con argentinos en esa época y después?
-Sí, conocí algunos. Acá está a full el pádel, así que hay algunos “profes” argentinos trabajando.
-¿Es peligroso Monterrey?
-Hay algunas zonas complicadas, sobre todo el barrio Independencia, pero está algo alejado. Me contaban que en 2010-2011 había balaceras en cualquier parte, por el tema del narcotráfico. Me manejo mucho en colectivo y nunca tuve problemas.
-¿Vivís solo?
-Con mi novia, que es mexicana y la conocí acá. Es de otra zona del país, pero está radicada en Monterrey hace muchos años. Ella vive con la hermana, pero estamos juntos casi todos los días. Para mí, es una compañía fundamental.
-¿Qué objetivos te planteás en lo profesional?
-Quiero seguir formándome como entrenador. Acá está cerca Estados Unidos para hacer cursos. Ojalá el día de mañana me encuentre girando por el circuito con algún jugador, apuesto a eso.
-Tenemos cercano el caso de Diego Junqueira.
-Claro, “Chucky” lo tiene al peruano Varillas, está haciendo un gran trabajo. Tengo 31 años, aprendo todos los días de Jorge que es el referente que tengo en México.
-¿Ves mucho tenis?
-Sí, todo el tiempo que puedo. De a poco se van yendo los ídolos de uno, por suerte todavía está Djokovic vigente. Pero siempre van apareciendo nuevos.
-¿De esos ídolos, por quién hinchaste más?
-Admiro a todos los grandes, pero siempre me gustó más Djokovic, porque se metió para romper el “cuento de hadas” de Nadal y Federer. El serbio es el que más les ganó a los dos, el que tiene más Grand Slam.
-¿De la nueva generación ves alguno que pueda llegar a dominar el circuito?
-El español Alcaraz tuvo una aparición increíble. Le costó un poco los últimos meses, pero tiene 20 años y un gran futuro. Junto con el italiano Sinner son los mejores de ese grupo.
-También hay buena cantidad de argentinos en los primeros planos.
-Sí, aparecieron estos chicos Báez, Cerúndolo, Etcheverry, todos muy bien posicionados. Para los problemas económicos que siempre tenemos, Argentina sigue destacándose.
Un apodo especial
-¿Por qué te dicen “Prodi”?
-Cuando pasé de San José a la Escuela 11, en sexto grado, tenía muchos conocimientos anteriores de inglés, mientras que mis nuevos compañeros recién lo estaban aprendiendo. Entonces uno de los chicos dijo “éste es un niño prodigio”. Lo repitió otro y se sumaron hasta las maestras. Nada que ver, yo era un alumno normal. Con el tiempo se acortó a “Prodi” y quedó el apodo, que se mantuvo en Comercio. Me conocen más de esa manera que por mi nombre.