El día que apagaron la luz
Voy a hablar de mis dos recuerdos con Diego, a partir del día que apagaron la luz (así bautizo personalmente el miércoles 25/11/20).
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La noche que jugó Argentinos Juniors en Tandil, Diego ya era Diego. No tengo presente la fecha, pero sí lo que pasó cuando terminaba el primer tiempo de ese amistoso. El árbitro Mario Tagarro expulsaba al 10. Estaba cubriendo el partido para Nueva Era pero pensé que un reportaje con él era más importante. Cuando empezó el segundo tiempo bajé el vestuario para entrevistarlo, aprovechando que no iba a haber nadie, ni siquiera colegas, lo que iba a resultar más fácil (y exclusivo) para el reportaje. En el vestuario no lo encontré. Le pregunté al portero del estadio si había visto a Maradona, al que habían expulsado recién.
-Sí, ya subió al micro- me dijo.
Fui hasta el colectivo y lo veo por la ventanilla, solo, mirando no sé qué, caliente supongo por la roja.
-Es ahora o nunca- suelen decirse los periodistas a la hora de enfrentar una nota y fue lo que me interiormente me dije. El chofer me abrió la puerta, me permitió pasar y se fue. Me dejó solo con él.
-¿Puede hacerte unas preguntitas?- dije temeroso aunque a sus ojos yo ya era un hombre mayor.
Empecé la nota. A la segunda pregunta, me tiró el caño más hermoso del mundo (después, dicen, sería el de Román a Yepes), un caño que no era humillante, que era la invitación, nada más y nada menos, que a este recuerdo.
-¿Y qué? ¿Me vas a hacer la nota parado todo el tiempo?- preguntó.
-Sentate- ordenó.
Me senté a su lado, en el asiento del pasillo y seguimos hablando. El reportaje fue larguísimo a tal punto que empezó a subir el resto del plantel, señal que el partido había terminado. El colectivo se puso en marcha y no me di cuenta. Seguimos hablando. A esa altura había empezado a grabar, algo que no acostumbraba pero tenía miedo olvidar todo lo que me decía.
De pronto alcanzo a ver el camino oscuro. Estábamos en la ruta y no me había dado cuenta.
-¿Te vas con nosotros?- me pregunta.
-Uyy, me pasé de largo, me bajo acá, gracias por todo.
-Gracias a vos, viejo- respondió y me saludó como un caballero.
Le grité al chofer que parara, ya medio asustado de estar en plena ruta. Me bajé sin saber dónde y me volví caminando, feliz. Al día siguiente la nota salió publicada y resumida. El cassette sobrellevó otras grabaciones. Diego ya era Diego, pero yo no sabía que iba a ser eterno y por eso no lo guardé.
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- Cubro para Nueva Era el Mundial en Estados Unidos, una de las mejores experiencias como periodista, lo que era toda una novedad para Tandil. Estábamos felices con mi compañero de cuarto, el colorado Peyrano, porque la selección con Diego parecía encaminarse al título. Hasta que llegó el partido fatídico con Nigeria y lo que todos saben. Pero la ventaja que tenía era estar alojado en el mismo hotel (el Holliday Inn, de Boston) con Grondona y la dirigencia. Me enteraba de todo el instante. En medio de tanta felicidad en el hotel, me llama aparte Agricol de Bianchetti (asesor letrado de AFA):
-Me dice Lucho (por Mestelán, entonces tesorero de AFA) que a vos te lo cuente: Diego dio positivo en el control antidoping, creo que nos echan a todos del Mundial. Don Julio está viendo qué se puede hacer. Todavía no lo comentes, no lo sabe ningún periodista.
Llegué a la habitación y me desplomé en un sillón. Le conté al Colorado, que se volvió tan loco como yo:
-¿Vas a escribir algo?
-No sé qué escribir- le respondí. Pensé que la noticia no tardaría en circular, así que redacté un artículo y lo mandé por fax (el mail sólo lo tenían algunos medios poderosos) a Nueva Era. La nota se titulaba “¿Y ahora que escribo?”. Tandil, me dijeron, fue una conmoción porque pensaban que todo era una mentira, producto de un periodista novato que había sido embaucado. Hasta mandaron a quemar ejemplares del diario en la glorieta de la Plaza Independencia. Después la noticia recorrió el mundo. A Diego le cortaron las piernas y a mí las manos, aquel otro día en que apagaron la luz. (Por Julio Ramón Varela)