Roger Federer es todo lo bueno que se puede ser

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Accedé a las últimas noticias desde tu emailPor Eduardo Aldasoro
Después del juego de preguntas y respuestas entre el entrevistador y el entrevistado, que duró apenas seis minutos en el subsuelo de un hotel en Puerto Madero llegó el “fue un placer”, dicho por el cronista, mediocre aunque persistente jugador de tenis hace más de cuatro décadas en la escuelita de Urquiza TC y devoto absoluto del suizo a pesar de la imparcialidad que, se supone, deben tener los periodistas.
La frase llegó clavándole la mirada en sus ojos oscuros y achinados, y apretándole la mano derecho en un vano intento de que, al menos por ósmosis, el sujeto en cuestión trasladara una mínima dosis del talento que, como nadie, sabe llevarle a la raqueta y que le sirvió, entre otras cosas, para convertirse en el mejor tenista de todos los tiempos.
“El placer fue mío”, resultó la respuesta de Federer, a la que el suizo le adosó, también mirando a los ojos, una de esas sonrisas que cualquiera podría definir como absolutamente sincera. Muy pocos, sólo los integrantes de su círculo más íntimo, conocen en detalle a Roger Federer. Pero Roger Federer es todo lo bueno que puede ser una persona en este mundo. Y no hay vuelta que darle con el concepto. Por más que se le busquen defectos, el suizo es la perfección hecha en un ser humano, al menos, claro, en lo que se ve en su cáscara. Y lo que se disfruta de él.
El ganador de 20 torneos de Grand Slam estuvo por segunda vez en Argentina, en la que seguramente haya sido su última visita como jugador activo. Su paso fue fugaz pero el recuerdo volverá a ser eternos para quienes lo pudieron ver. Hombre de modales y respeto. Humilde y que enseña con sus mensajes y su ejemplo. Es cierto que por cada presentación de su gira latinoamericana cobró dos millones de dólares (diez en total). Pero Federer no fue a Santiago, no vino a Buenos Aires, no llegó a Bogotá y no viajó a México y Quito por el dinero. Lo suyo va más allá. Federer es un maestro. Y como todo maestro enseña su compostura y sus modales.
Sabe de memoria cuáles son sus obligaciones como deportista. Y como bien educado que es, las cumple. Y en eso se diferencia de muchísimos, sobre todo en esta parte del mundo. Federer tiene una frase de cabecera: “Es bueno ser importante, pero es más importante ser bueno”. Lo repite cada vez que puede y lleva a la práctica esa máxima. Aunque muchos, increíblemente, no lo pueden entender.