Por Daniel Xodo

(Tiberio, emperador romano, 42 a.C.-37)

Principios de la era cristiana. Octaviano recibe el título de Imperator Cesar Augustus, convirtiéndose en el primer emperador de Roma. La República romana fenece.

Augusto se casa con Livia, presuntamente con la anuencia de su anterior marido. Tiberio y Druso, hijos de su esposa son ahora sus hijastros. Ambos cumplen con todas las tareas y roles que se esperan de un joven de la aristocracia que probablemente desempeñará importantes cargos en su madurez.

Tiberio sirve en las legiones en Hispania, en forma muy destacada, llamando la atención de Augusto que lo ve como un posible sucesor y le encarga tareas de importancia como la administración y distribución de granos que era vital para la Roma de entonces. También tiene éxito en Armenia, la frontera con los partos. La milicia es su vocación. De temperamento reservado –taciturno según algunos-, odia las complicidades y subterfugios de la política romana y en especial, la obsecuencia de funcionarios y de muchos representantes del pueblo. Se casa con Agripina, de la cual estaba enamorado, pero es obligado a repudiarla y casarse con Julia, hija de Augusto, lo que aumenta su rechazo a las formas y conveniencias de la política.

Al principio, el matrimonio es bien avenido, pero a la mujer le encantan las fiestas –y también es algo escandalosa según los comentarios-. Tiberio es retraído y la desavenencia es inevitable.

Para colmo de males, desaprueba la modalidad monárquica del gobierno de Augusto. Tiberio es un aristócrata cuyos antepasados prestaron importantes servicios a la República y en cuyos principios sigue creyendo. Augusto lo advierte y comienza a relegarlo políticamente. Cansado de la política -y de su esposa Julia-, se retira a Rodas contra la voluntad del emperador.

Cuando el emperador, que pregonaba un comportamiento recatado y prudente entre los romanos, se cansa de los escándalos de su propia hija y la destierra en la isla de Pandataria -sin ningún lujo y solo lo esencial para vivir-, decide regresar. Lo logra con la condición de no intervenir en la vida pública. Ya no está entre los que podrían ser sucesores de Augusto.

Sucesivas muertes, entre ellos su hermano Druso, lo colocan nuevamente como sucesor. Augusto debe adoptarlo y toma funciones compartiendo con él su autoridad.

Pero Tiberio sigue detestando el entorno. Las lisonjas, privilegios y honras que los políticos proponen para el emperador y su sucesor lo indignan. Las formas de asegurarse sus propios privilegios y beneficios por parte de los senadores a costa del erario público lo llenan de desprecio por su entorno.

Muere Augusto y Tiberio comienza su imperio en el año 14. Es conocido que se le escuchaba frecuentemente decir -en griego- al salir de las reuniones senatoriales: “¡Qué hombres tan propensos a la esclavitud…!”

Poco o nada ha cambiado en la naturaleza humana.

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“¡Qué hombres tan propensos a la esclavitud…!”