Biodanza, la danza de la vida donde no hay que saber bailar, sino dejarse llevar por la libertad de sentir

La Biodanza, inicialmente llamada en sus orígenes Psicodanza, es una terapia creada por Rolando Toro Araneda, chileno, nacido en el año 1924 y fallecido en el año 2010.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailSu práctica generalmente se propone a través de una serie de juegos que aluden al poder musical para curar enfermedades, invocar las fuerzas de la naturaleza, despertar el amor o el deseo, armonizar las sociedades. No son propiamente danzas, ni teatro, ni pantomima en el sentido tradicional, sino que se trata de formas libres de expresión corporal con música y sonidos dentro de pautas coreográficas permitiendo gran creatividad, sinceridad y fuerza vital de los bailarines.
“La biodanza consiste en vivencias integradoras por medio de la música, el movimiento, el canto y situaciones de encuentro en grupo”, describió Jorge Spivak, facilitador de la práctica en Tandil, quien destacó el crecimiento que viene experimentando la disciplina en la ciudad.
Este despegue se dio a partir del primer grupo que funcionó en los talleres abiertos a la comunidad ofrecidos desde la Secretaría de Extensión de la Universidad Nacional del Centro (Unicen), que se reanudaron este año luego de la pandemia, sin embargo hoy ya hay varios lugares donde se pueden practicar semanalmente.
La danza de la vida
El auge de la biodanza se está dando paralelamente en toda la provincia de Buenos Aires, donde ya existen escuelas con una formación teórico-práctica que dura 3 años, como así también sucede en el resto de Argentina y el mundo.
En todos los países esta entendida como “la danza de la vida” se realiza con el objetivo de generar vivencias a partir de músicas que provocan alegría, emoción, encuentro con los semejantes, placer, entusiasmo, vitalidad y creatividad, estimulando la afectividad hacia nosotros mismos y los otros, fortaleciendo la vinculación entre el ser humano y la naturaleza, desarrollando el principio biocéntrico, más allá de la autopercepción con un espíritu ecológico, trascendente y armónico.
“En biodanza no hay que saber bailar, no existe el juicio de valor. Cada uno se expresa como lo siente. Con el objetivo de ir soltando el pensamiento, conectarnos con el sentir y dejar que la música nos dance, creando movimientos desde el maravilloso placer cenestésico de dejarnos llevar y ser danza”, describió Spivak.
La variabilidad de movimientos
El facilitador brindó detalles de lo que sucede en los encuentros y señaló las rondas, como la danza más antigua y arraigada en todos los pueblos del mundo. Así también se realizan caminares conscientes, reconociendo los pasos, invocando la alegría, el amor, la fuerza, la levedad o la gracia.
Distinguió que las danzas de sincronización es donde se sintoniza de a dos, con el ritmo o la melodía, columnas vertebrales de la conexión del cuerpo con la música, en tanto que las expresivas pueden ser individuales o en pareja.
Asimismo, en los espacio se da lugar a trencitos, danzas de juegos, de entrega rítmica donde se sueltan las cargas de las obligaciones o preocupaciones. Las llamadas danzas de fluidez buscan invocar la virtud del agua, ocupar espacios vacíos, sin detenerse ante los obstáculos; a la vez que las danzas de tierra conectan con la abundancia, la contención, la gestación de la vida, la firmeza y la estabilidad.
También hay danzas de fuego y de aire, que enlazan con las cualidades de cada elemento y su vinculación con la vida y a ellas las suceden danzas de la amistad, la creación y el amor; de eutonía. de acunamiento y acariciamiento con cuidado y respeto, revalorizando la importancia del contacto afectivo, fortaleciendo la autoestima.
Desde la intimidad hasta lo expansivo, en una conexión con el infinito, la secuencia de danzas es muy amplia y todas son en el marco del respeto por uno mismo y por el otro, priorizando la comodidad y el disfrute en cada momento, conectando con lo mejor de cada uno.
“En la medida que la identidad se ilumina, se percibe al semejante con otra luz, pudiendo así tener cada vez más acceso a lo maravilloso. Creando sentimientos nuevos frente al mundo”, prometió.
Recuperar el placer de sentirse vivo
Para conocer verdaderamente de qué se trata la biodanza no hay mejor opción que experimentarla, vivirla, y eso puede ser a través de una clase. Spivak admitió que al principio puede suceder que genere en algunas personas cierto malestar, porque las emociones que despierta la danza pueden tocar recuerdos o situaciones internas no placenteras.
“La intención de las vivencias es que nos conectemos con la parte sana de nosotros mismos y para ello hay que reencontrarnos con ella, quitándonos lo que nos afecta”, sugirió.
En este sentido, explicó que biodanza recuerda permanentemente que nos merecemos lo mejor, que tenemos mucho para dar y recibir y que la vida es una celebración plena de maravillas por descubrir.
El abanico para practicarla es amplio, hay propuestas grupales que comprenden desde niños y hasta la tercera edad, para empresas o espacios educativos y así sucesivamente, lo importante está en dejarse nutrir por el movimiento que básicamente apunta estimular sus potenciales genéticos por una vida mejor.
El sueño de su creador, Rolando Toro, fue que cada persona se sienta en la plenitud de su capacidad para alcanzar sus sueños, tener vínculos cada vez más sanos y amorosos, relacionarse con los semejantes afectiva y creativamente. Construyendo una sociedad más justa, con valores humanitarios y ecológicos que permitan una mayor armonía y sustentabilidad.
Él imaginó miles de rondas en todo el mundo, danzando por la paz, el amor, en armonía con la naturaleza, con alegría y abundancia para todos y eso mismo es lo que trata de replicar el facilitador en Tandil.
"En la Biodanza, encontré los mensajes de amor y respeto por la tierra. El círculo, las manos juntas buscando la armonía de nuestros corazones, sintonizando el sentirnos humanidad, como parte de la naturaleza. Y en la danza de afectos y entrega, me encontré con los deseos entibiando sueños. La confianza, el valor, la decisión, la audacia y los brotes de mis latidos amanecidos", expresó el profesor Jorge Spivak (IBF nro.1120), quien se recibió en 2011 en la Escuela de Biodanza de Mar del Plata.