Damián Colucci y una conciencia real sobre el hábitat: ”Lo que hago es una excusa para vivir en la naturaleza”

Damián Colucci es el gran referente local, y ya nacional, en materia de producción agroecológica. Desde chico amó el campo y la naturaleza, aunque no entendía bien cómo es que podía hacer para vivir en ella. Hoy Monte Callado, su campo en el paraje el Gallo, es modelo de sustentabilidad.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailFue alrededor de los 15 años que comenzó a sumergirse en ese mundo de la vida en el campo a través de la lectura y significó un camino sin retorno. Mucha agua y muchos libros pasaron bajo el puente, la convicción se volvía cada vez más firme así que todo se dio para que su destino sea Japón.
Allá vivió y aprendió de Masanobu Fukuoka, referente máximo en biología, filosofía y agricultura natural. “Hoy veo que lo que estoy haciendo es una excusa para vivir en la naturaleza. Mi sueño no era, como le gusta decir a la gente, ser un productor agroecológico”, reflexionó.
Fue en 2011 que se instaló en Tandil y desde un primer momento comenzó a sembrar trigo de manera agroecológica, entre otros cereales, convencido del gran aporte para la alimentación de la humanidad.
Una de sus grandes metas fue lograr la autosuficiencia alimentaria y lo consiguió. Sembró a mano, cosechó con una hoz e hizo harina con un molinito muy rústico.
En la actualidad cuenta con tres molinos de piedra, silos y su harina integral agroecológica trascendió los límites de esta ciudad y abastece a varias elaboradoras de alimentos.
A Colucci no le mueve la aguja el mercado, los rindes ni los precios. Tiene la tranquilidad de vivir de lo que ama y dónde ama. De hecho, aseveró que con el dólar puede pasar lo que sea, que no tendrá impacto en su forma de vida porque no necesita buscar alimentos de otro lado, a lo sumo será más caro cargar nafta. “Tampoco necesito ir tanto a la ciudad”, dijo con su calma característica.
La tierra: ¿vida o solo un número?
Cuando pasas por la tranquera de Monte Callado te dan ganas de entrar, indefectiblemente. La biodiversidad es atrapante, mientras que a sus alrededores las parcelas de tierra casi muerta no permiten crecer ni un arbusto silvestre porque han pulverizado hasta las banquinas y alambrados, alejando así al resto de las especies, incluso al hombre.
A diferencia de estos lugares propicios solo para ganar plata, en el predio de Damián Colucci hay animales, insectos, monte, su mano y chicos aprendiendo de los tiempos propios de la naturaleza. Hay producción y vida, donde el hombre y el medio se complementan.
Ahí está el punto central de desencuentro entre las dos formas de ver al campo. Es ahí donde Colucci develó que se inquieta y se siente sin herramientas: “¿Qué le puedo decir a una persona que está mirando solamente un número en un pedazo de tierra?”.
Aunque admitió que su visión del futuro suele ser más bien pesimista, porque entiende que “están haciendo un desastre”, se permitió sentir cierto aliento con la velocidad que se están experimentando ciertos cambios.
Recontó que hace apenas cinco años no había este interés tan masivo que hay ahora sobre el medioambiente, por lo cual tranquilamente podría haber un cambio. De todas maneras, lamentó que hay una masa crítica muy convencida de que una vida cómoda y alejada de la naturaleza es viable o lo más sano.
“Ese error fundamental filosófico, está haciendo un montón de daño, así que si no empieza a cambiar eso va a ser difícil”, analizó.
“El campo no es una industria”
El campesino, que lleva más de 20 años produciendo de manera agroecológica en Tandil, entendió como “una farsa” que el Municipio promueve la agroecología, sino que son eslogan para quedar bien, ya que planteó que lo que están haciendo en verdad es “demasiado poco y ni siquiera eso”, porque las acciones resultan contradictorias.
Su campo “Monte Callado” está justo enfrente a “El Arraigo”, predio de 21 hectáreas donado a la Municipalidad por el vecino Pedro Etchevarne en 2018 con pocas condiciones pero claras: que se destine a fines productivos, educativos y sociales, siempre sostenibles con el ambiente.
Fue justamente esa donación la que dio paso a la creación de la Coordinación de Agroecología en la Comuna, y si bien por algunos períodos se llevaron prácticas de esa nobleza, Colucci invitó a ver lo que está pasando ahora en ese lugar del paraje El Gallo.
“La mitad del campo está totalmente amarillo, recién fumigado con herbicida y la otra parte está sembrada entre comillas de forma agroecológica”, describió, considerando “un espanto” que a la chacra hay entrado la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid).
“Aunque se autodenominen sustentables o ecológicos, no lo son, ningún productor orgánico lo aprobaría”, aseveró el productor y vecino que estuvo presente el día que anunciaron el modelo experimental, réplica de un ensayo realizado en el INTA de Miramar.
La idea, según presentaron, es comparar el sistema convencional con el completamente agroecológico, analizando las derivas y rendimientos. Sin embargo, Colucci enfatizó que no es necesario comprobar nada, porque ya se sabe del impacto negativo que tiene la producción tradicional, mientras que criticó que el sistema agroecológico allí está “bastante mal hecho”.
Contó que en sus inicios le sucedía que los productores pasaban por su campo y sacaban la conclusión de que ese modelo no funcionaba, porque no cambiaba la camioneta, no crecía en extensión u otros parámetros clásicos de los convencionales.
No obstante, ahora quien pasa por Monte Callado ve algo que no se repite en ningún otro campo de la zona: ve silos, forestaciones, producciones aceptables, muy rentables para esa unidad productiva y totalmente viable económicamente.
“El campo no es una industria de producción de alimentos, es un lugar natural”, consignó quien eligió ese lugar primero como forma de vida, y luego como manera de sustentarse.

El hito de la cautelar que prohíbe el trigo HB4 en Buenos Aires
“Estaba completamente seguro de que no se iba a lograr nada y resultó ser un gran hito”, consideró el productor de Monte Callado cuando se refirió a la reciente medida cautelar librada por un juez de Mar del Plata inhabilitando el uso y liberación del trigo HB4 en territorio bonaerense hasta que se conforme una comisión que evalúe sus efectos.
La sentencia responde a un amparo colectivo presentado por el abogado Lucas Landívar y firmado por agricultores, organizaciones sociales y pueblos indígenas, entre ellos algunos tandilenses como el productor de trigo agroecológico Damián Colucci, Pablo Orcajo y Silvia Gómez.
Para el juez Néstor Adrían Salas la liberación del primer trigo transgénico aprobado en el mundo -desarrollado y comercializado por la empresa Bioceres- podría generar un “daño grave e irreversible” en el ambiente y la salud humana. Se refiere tanto al cultivo como a los agroquímicos asociados; en este caso, el glufosinato de amonio, un herbicida más tóxico que el glifosato.
Colucci contó que como hay varios transgénicos en la Argentina que están dando vuelta en los alimentos, pensó que el trigo no se iba a escapar tan fácil porque le genera a la producción una simplificación mucho más grande que antes. “Evidentemente hay mucha gente que no está de acuerdo y por eso se está trabando”, celebró.
La medida cautelar se dictó en la Provincia de Buenos Aires, lo cual resulta muy importante porque es casi la principal productora de trigo, y la perspectiva es que se extienda al resto del país.
De acuerdo a sus dichos, generalmente cuando pasa esto de una prohibición parcial, se hace en lugares donde casi no se produce. A modo de ejemplo, lo relacionó con la localidad de El Bolsón, en Río Negro, que se autodenomina “libre de transgénicos”, pero claro, se trata de un lugar donde no se siembra nada, entonces resulta fácil el título ya que tampoco afecta a nadie económicamente.
Sin embargo, consideró que la cautelar con respecto al HB4 sí perjudica a los grandes intereses económicos y eso vuelve más notable la resolución.
La cautelar se fundamenta en el principio precautorio presente en la Ley General del Ambiente, que establece que ante peligro de daño grave o irreversible no deben demorarse las medidas tendientes a evitarlos con el argumento de falta de información o certeza científica.
La Comisión de Biotecnología y Bioseguridad Agropecuaria de la Provincia, que el juez exige poner en funcionamiento, tendría que haberse conformado hace más de 20 años, cuando se aprobó la Ley 12.822. Sin embargo, ninguna administración provincial reglamentó la norma ni conformó la comisión.