Con el tango en el alma
El doctor Osvaldo Fornaro, odontólogo, es recordado a menudo por sus programas de tango que conducía bajo el seudónimo de Juan del suburbio. Iniciando la charla nos contó lo que significaba ese estilo musical cuando era un pibe: “Algo así como un aroma que nos rodeaba. En los recreos de la escuela primaria los temas de conversación solían ser la guitarra de tal cantor, o tal vals o la orquesta de Fulano. O “fijate cuando Corsini canta tal cosa...”. De adulto estudiaría dibujo, se recibiría de odontólogo y daría rienda suelta a su pasión, conducir programas de tango por la radio.
Su escritorio es una gran mesa forrada con hule. Sobre ella se mezclan libros, revistas, recortes periodísticos, casetes, una vieja radio, un grabador, discos de vinilo, un clasificador de pinceles hecho con tachos de conservas y una notebook que ya tiene unos cuantos años pero en la que continúa escribiendo sus cuentos, plasmando su fantasía y pintando sus cuadros, esquinas, ranchos, caseríos. Sin duda, es un gran amante de las artes.
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-Al tango se lo suele denominar “la canción porteña”. ¿Qué opinión le merece eso?
-Mire, esas son cosas de los porteños. Si usted analiza la cantidad de gente del interior que influyó en el tango, se va a sorprender. Santa Fe, Rosario y la provincia de Buenos Aires especialmente, pero los hay de todas partes. Yo siempre aclaro que no soy porteño, soy bonaerense. Nos vestíamos distinto, nos peinábamos distinto. Cuando se cruzaba el puente había que tener cuidado porque enseguida decían: “éste es del otro lado”.
-Hablemos de su infancia. Podría decirse que se hizo tandilense…
-Soy natural de Valentín Alsina, límite sur –Riachuelo mediante- con la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Conocí Tandil en 1964 y me enamoré de ella. Entonces me propuse que terminaría mis días aquí. Amo esta ciudad que me devolvió con creces ese amor. Llegamos en 1972, vinimos con mi esposa y tres hijos. Acá nacieron mis nueve nietos y esta hermosa familia –que Dios me dio- se prolongó con dos bisnietos. Aquí con mucho cariño y anhelo ejercí la odontología, profesión que amo y que me ha deparado amigos a montones. Recuerdo que cuando terminé el ‘secundario’, mis compañeros me instaban vivamente para que vaya con ellos a Económicas, pero yo, sin decir nada, un día fui a Odontología y me inscribí. Fue un amor a primera vista. Me recibí en la primera promoción de mi clase. No falta noche que no sueñe con mi profesión… y son sueños placenteros, agradables.
-¿Cómo se convirtió el doctor Osvaldo Fornaro en Juan del Suburbio?
-Fue una necesidad interior. En 1983, con varios amigos fundamos el Centro Cultural Tandilense del Tango. Estuve sólo un año con ellos porque la profesión me absorbía. Rubén González, recordado locutor de Radio Tandil, vino a verme para que siguiera, pero entendió mi imposibilidad y en cambio le ofrecí hacer un ‘micro’ de tango por radio Tandil. Unica emisora en ese tiempo. El aceptó y yo busqué un seudónimo como para separar al “tan conocido profesional” de un difusor tanguero y se me ocurrió Juan, porque es el más común, mínimo, humilde y modesto de todos los nombres y Del Suburbio, porque mis colegas, cuando yo iba a las reuniones del Círculo Odontológico, me decían –bromeando, claro- que yo venía del suburbio de Tandil, porque la mayoría, por no decir todos los dentistas, atendían en el centro. Cuando llegué éramos unos veinte profesionales. Empecé, con esos micros los sábados por la tarde. Luego hice en Matinata otros dos micros, martes y jueves, uno de ellos fue La mujer y el tango. Después otros dos en Muy buenas y con licencia y Don Víctor Abel Giménez me pidió que le hiciera otros dos para su programa, en Mar del Plata, “Muy buen día señor día”. Vale decir que hasta fines de 1992 hacía siete micros de tango semanales. Luego el director de la radio, en ese entonces era Martínez Belza, dispuso que, en lugar de tantos micros hiciera un solo programa y que me haga cargo de “los Inmortales…” programa que yo amaba. Y tenía razón. Al año obtuve el primer Martín Fierro que llegó a Tandil y al siguiente otro por “Los Inmortales”. Además de otros premios, el Broadcasting. El micrófono, para mí, no ofrece dificultades porque desde el sexto grado, de pantalón corto, recitaba en festivales, primero temas camperos y luego de Héctor Gagliardi, -estoy hablando de 1945- tuve la oportunidad de ingresar a Radio El Mundo de la mano de los Hermanos Abrodos, que eran, en ese momento como decir hoy Los Chalchaleros, pero mi padre se opuso en forma terminante, diciendo que mi porvenir estaba en el estudio.
-¿Y su amor por el tango?
-Nací rodeado de cantores, guitarristas, músicos, poetas, todos relacionados con el tango. A los quince años, dejé los estudios y me fui a trabajar y allí conocí a un director de orquesta típica y al poco tiempo estaba instalado en su conjunto y con gran porvenir. Tenga en cuenta que yo ganaba, en una oficina contable, cien pesos por mes y en la orquesta se ganaba cincuenta pesos por noche. Entonces el maestro, cuando yo tenía que devolver el bandoneón que me habían prestado, me dijo “Olvidate del bandoneón y estudiá el contrabajo, que no hay contrabajistas y en tres meses estás tocando tango y jazz y te hacés ¡cien por noche! ¡Lo que ganás en un mes en la oficina!” Pero yo era menor y en mi casa no me dejaron, no me apoyaron, no quisieron y entonces, amargado, desilusionado, dejé la música, cambié de empleo y me volqué al dibujo. Muchos años después, mi hijo, a la sazón con unos 15 años, quiso estudiar música y el bandoneón, entonces decidí volver al instrumento y tomamos lecciones con el maestro Matti. Mi hijo estaba muy metido en sus estudios y con el tiempo dejó pero yo seguí, incluso tuve un alumno, Guillermito Bruzzone y con él, con Cicopiedi, con Matti y otros, bajo una idea de Rubén González, para hacer un homenaje a Gardel en su cincuentenario formamos el Conjunto Municipal de Bandoneones ¡éramos 21 bandoneonistas! Eso fue para 1985. Estuve con ellos un tiempo y luego fui presentador del conjunto, con glosas propias. Y también tengo un gran recuerdo del Trío Las Flores y su cantor Roberto Fernández. Mucho tiempo con ellos. Termino con esta evocación: Yo fui presidente de la Agrupación amigos de Carlos Gardel y para un aniversario, además de presidir el acto, fui presentador del conjunto de bandoneones y del Trío Las Flores en la misma noche.
Paisajes y caseríos serranos
-Nos decía que se había dedicado por un tiempo al dibujo ¿es autodidacta?
-Primero fue el dibujo, sí. Estudié dibujo de publicidades, me recibí y hacía afiches y cosas análogas. Luego, me pedían que hiciera planos y entonces estudié dibujo industrial. Entusiasmado empecé el dibujo artístico, hice el curso completo pero no me recibí apurado por otras cuestiones de trabajo. Pero fue el que más fruto me dio porque hacia retratos al lápiz de artistas y los vendía en los cafés. De eso pasé a hacer retratos personales, por ejemplo de gente fallecida y hacía ampliaciones al lápiz. Llegué a tener mucho trabajo. Y un día, un muy amigo mío, me contó que había cobrado el importe de un cuadro al óleo pero que no podía terminarlo. Era un retrato del conocido cantor Agustín Magaldi. Me dijo que si se lo terminaba me dejaba su caja con paleta, apoyamanos, espátulas, pomos de óleo y otras cosas. Se lo terminé y me quedé con todo y entonces me volqué a la pintura y dejé el lápiz. Ya había hecho dos cuadros. El primero fue un paisaje que se vendió en doscientos pesos ¡toda una fortuna! Todavía conservo la caja aquella y todo lo demás, menos la pintura, claro. Aquel amigo, luego se volcó de lleno a la fotografía.
-He visto muchos de sus trabajos, principalmente son caseríos…
-Pinto más que nada las casas viejas, almacenes y esquinas, porque pienso que en todo eso, hubo historias, dolores, risas, ilusiones, sueños, amarguras, dramas… y todo está en lo que se ve, en las paredes, en las grietas… Para pintar determinado cuadro, yo primero me tengo que enamorar del tema, de eso que veo. Es decir del “modelo”. Si no me enamoro no insisto. No va a ocurrir nada. Pero si me enamoro de lo que veo, entonces ahí estará la obra de arte.
-¿Por qué dejó la radio?
-Como le contaba a la radio entré en 1984 y estuve ahí hasta que se terminó la FM ¡Me faltaban dos meses para redondear los treinta años! Recuerdo que, Angelillo y Stellato, entre otros, me pedían que me quedara, pero yo sabía que ya había poca cuerda para el tango mañanero. Y no me equivoqué. Seguí en Radio Nativa y luego, al mudarse esta, pasé a Brisas del Sur. Hasta que, por razones de salud, dejé en 2016.
La vida con barbijo
-¿Cómo pasa los días de la pandemia siendo una persona de riesgo?
-Encerrado con mi esposa, que además de ser mi compañera de toda la vida es mi amor de juventud. Aquellos que dicen que el amor tiene un límite de años, no saben lo que dicen. Nos queremos desde novios. Nos cuidamos mutuamente, mucho, por supuesto y seguimos todas las indicaciones de los que están manejando esta demoníaca enfermedad. Hemos cumplido años y “los chicos”, nos saludaron desde la vereda. Nos conformamos. ¡Ya vendrán tiempos mejores! Si Dios así lo permite.
-¿Ha cambiado su vida con el covid-19?
-En algunos aspectos, seguro que sí, pero sigo pintando, escribiendo, cuidando las plantas y haciendo lo que puede hacer una persona de ochenta y seis años.
-¿Cómo cree que va a ser el mundo cuando la pandemia se termine?
-Será otro mundo sin duda, muchas cosas cambiarán para siempre. Lo vengo diciendo desde el 16 de marzo. Y téngase en cuenta que aún falta mucho para que se pueda avizorar la terminación de esta plaga. Con vacunas y todo, creo que seguirá azotando aún más ¡Cómo quisiera equivocarme!
Una mirada al pasado
-Si volviera a nacer ¿qué cosas no haría? ¿Le quedan otras pendientes?
-No es fácil de contestar, porque una cosa es nacer de nuevo en 1934, con el mismo escenario y otra –y muy distinta- nacer de nuevo en el 2020. Esta última posibilidad la descarto. Vayamos a lo primero, nacer de nuevo en la misma fecha que nací: Creo que cometería muchos de los mismos errores. Porque eso es la vida: errar y acertar. Creo que cuidaría más mis amistades. Volvería a leer muchísimo y a fundar bibliotecas como lo hice de joven. No dejaría el dibujo. Tampoco el hábito de escribir contándolo todo. Volvería a ser dentista y mecánico dental, seguro. Volvería a buscar a “mi Josefina” para andar juntos, porque soy hombre de una sola mujer. Me seguiría gustando toda la música del mundo. Vendría a Tandil mucho antes. Tengo más aún, pero no quiero cansarlos…
-¿Cómo cierra la nota?
-Siempre escribí. Desde muy joven lo hago y muchas veces vinieron a mí para pedirme que les escribiera una carta, una solicitud o cosa parecida. Esa facilidad, tal vez me viene porque a los cinco años de edad ya leía los diarios para los mayores, estaba el inicio de la Sgunda Guerra Mundial y las noticias eran importantes. Lo primero que me pedían era que leyera “el artículo de fondo”. ¡Y tenía que leer en voz alta! Y nunca dejé de leer. Después frecuenté bibliotecas. Fundé dos y reorganicé otra con muchos volúmenes. Posiblemente de esa convivencia, surja en mí la facilidad para redactar. Hoy aún conservo la esperanza de publicar. Ya he publicado tres libros: “Cuatro Historias sin importancia”; “Oscar Suárez ‘El Pibe’” y “Botija linda”. Tuve una alegría muy grande cuando cierta vez llamó a mi casa –telefónicamente-, el actual Papa, cuando era el Cardenal Bergoglio. Había leído mi libro “Oscar Suárez…” y me felicitaba… el argumento era algo muy afectivo para él. Volviendo al tema, no pierdo ese sueño de editar dos novelas cortas y unos diez cuentos, también cortos. Y hablando de formatos, prefiero el cuento, ya sea como una crónica, un relato, una narración o simulando correo y muchas veces como que es otro el que me lo cuenta a mí. El cuento es un género relativamente corto y no cansa al lector. Mis relatos corresponden a la realidad, no hago fantasía, no podría hacerla, no la siento, como tampoco relato cosas de Tandil, no tengo autoridad para eso y hay quién lo puede hacer mejor que yo. En cuanto a la temática, rondo por las cosas del amor; La valoración y el enaltecimiento de la mujer; la profunda vida interior de las personas y los recuerdos de un mundo pasado y creo que mejor, en muchas cosas, que este actual que sobrellevamos. Nosotros, cuando éramos jóvenes, hablábamos del año 2000 como de algo lejano, tramontano. Hemos rebasado esa fecha y a pesar de las facilidades para vivir, que tenemos hoy en día, están empeorando los problemas que creíamos se superarían fácilmente. ¡Con razón el genial Borges, cuando le preguntaban qué pensaba él de cómo sería el mundo en el 2000 decía: “¡No hablemos del 2000… hablemos del 3000!” ¡Y eso lo decía allá… por 1960!
Mujer, ternura y tango
“Soy un defensor de la mujer, la tengo en un altar. Siempre digo que la mujer es la cosa linda de la vida, la cosa agradable, bella, es el mimo, la ternura, es la ilusión, es el paisaje de la vida. Nosotros somos más la fuerza, lo feo, lo tosco, lo duro. Por eso inventé en uno de los micros el espacio ‘El tango y la mujer’. Porque aunque le parezca mentira, todavía cuesta atraer público para las cantantes femeninas, como si una mujer cantando tangos no pudiera ser lo mismo, o mejor. Incluso hay mujeres que piensan así. Pero no me pida que me juegue por una cancionista, porque me gustan todas; cada una tiene lo suyo y han hecho siempre seriamente y muy bien su trabajo”.
Misterio
“El tango es algo misterioso. Algunos dicen que influyeron mucho los italianos nostalgiosos, pero en realidad los grandes músicos de aquellos tiempos iniciales eran hijos de los inmigrantes, aunque algunos sí eran nativos de Italia. Por eso que no creo demasiado en esa teoría de la nostalgia. Creo que fue algo natural. Se dio por el ambiente, por lo que era el Río de la Plata, por las condiciones sociales. Y se fue dando el tango de una manera misteriosa”.
Piazzolla
“A Julio Sosa muchos no lo querían porque decían que no cantaba y esto o aquello. Pero gracias a él hubo una generación de chicos que se rescató. Porque puso corazón, entusiasmo, vida. Le hizo gustar el tango a los pibes de la época. Por el lado de los músicos, es lo que ha pasado con Piazzolla. Hoy en día muchos pibes lo tienen como punto de mira. La polémica viene porque supuestamente no es música para los milongueros, para los bailes. Sin embargo, creo que es un mito porque hoy en día se bailan cosas de Piazzolla también”.
** Por Ana Pérez Porcio y Néstor Dipaola