De Tandil a los Esteros del Iberá, cumplir los sueños en una de las reservas de agua más grandes del planeta
Del frío serrano a la llanura y el abrazador calor de Corrientes. El tandilense Fernando Huarte compartió cómo fue que terminó poniendo un café en Carlos Pellegrini, una colonia con muy pocos habitantes pero con fuerte turismo internacional. Junto a su pareja, un correntino, apostaron al potencial del lugar y con tiempo y trabajo cumplieron la ilusión de "El Café de los Pájaros”. La pandemia los obligó a cerrar, pero sirvió para resurgir con más fuerza.

Fernando Huarte es de Tandil, aquí transcurrió el primario y el secundario, pero luego dejó el nido y se fue a estudias psicología a Buenos Aires. Sin embargo, al recibirse retornó a la ciudad aunque sólo por dos años.
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Accedé a las últimas noticias desde tu emailLuego de esa vuelta, el tandilense decidió retornar a la vida de Capital donde estudió, esta vez, paisajismo, pero en el medio también vivió dos años en Barcelona, España.
Las vueltas de la vida, el destino y el amor forjaron un camino que terminó derivando en las llanuras correntinas. Hace ocho años que Fernando vive junto a Javier Somma, y hace poco más de seis que se casaron. Javier es de Mercedes, la ciudad del centro de la Provincia, y hacia allí se dirigieron juntos a cumplir un sueño que llevó tiempo, pero valió la pena.
El acuífero del Iberá, con su laguna y esteros, comprende una de las reservas de agua dulce más importante del continente y uno de los refugios de vida silvestre más notables del mundo con su extensión de 1.300.000 hectáreas dedicadas a la protección de la fauna y la flora.
Se extiende por debajo de la superficie de parte de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay y uno de sus puntos turísticos más fuerte está situado en la Colonia Carlos Pellegrini, dentro del departamento de Mercedes, en la Provincia de Corrientes. “Está rodeado de naturaleza y eso me atrapó”, confesó el tandilense.
El amor y los sueños en tierra guanarí
Hace casi nueve años que Fernando y Javier se conocieron en Buenos Aires, el primero paisajista y el otro ingeniero agrónomo, sin dudas ya tenían algo en común y eran las plantas. De eso hablaban, en términos científicos, también de árboles y encontraban comunión en todo lo que tenga que ver con la naturaleza.
Desde que están juntos todos los veranos viajaban a la laguna del Iberá, cuando visitaban el pueblo de Javier. “A mí me gustó mucho, yo tenía pensado ir a vivir al Delta del Tigre o volverme a Tandil, pero al conocer Pellegrini, me pareció que como es un pueblo pequeño con importante turismo pero con muchísimo por hacer y desarrollar”, contó.
Allí vieron una buena oportunidad de comenzar algo, pues sabían que lo que hicieran no tendría la competencia tan fuerte que tiene en Tandil, por ejemplo, los valores de los terrenos son otros, y es un destino con mucho potencial de crecimiento.
Vale decir que allí las callecitas son todas de tierra, las casa en su amplia mayoría de barro y con materia prima del lugar, todos se conocen y el tránsito vehicular es muy poco.
“A mí me recordó a Villa la Angostura hace 35 años atrás, que era un pueblo pequeño que luego se desarrolló”, comparó. Además, reveló que de niño y adolescente cuando estudiaba geografía siempre se preguntaba por la Mesopotamia, rodeada de ríos y agua, y curioseaba con qué eran los esteros. “Siempre tuve esa inquietud, y cuando conocí, entendí que era un humedal enorme, un gran reservorio de especies, y me fui interiorizando que es el segundo humedal más grande de Latinoamérica, y el segundo lugar con mayor diversidad de aves”, explicó.
Las callecitas de Pellegrini tienen “payé”
“Cuando caminas en el pueblo o en la reserva hay muchísimas aves de distintas especies, muchos turistas con cámaras enormes que las fotografían, y una naturaleza exuberante, se ven muy fácilmente los ciervos de los pantanos, las corzuelas, el venado de las pampas, carpinchos por todos lados, yacarés, zorros, aguará pope, que es como un mapache. Estas rodeado de naturaleza”, describió como invitando a sumergirse en ese paisaje único que, como dijo, lo atrapó.
Tiempo después de conocerse, hace unos seis años, Fernando y Javier compraron un terreno allí e hicieron un quincho, con un depósito y baño, al que luego le agregaron una habitación. Así ya tenían su lugar en Pellegrini.
Como expertos en la materia, hicieron un lindo jardín y cada vez que podían viajaban a quedarse unos días. Más adelante vino la casa, y había un terreno al lado que soñaban comprar por tener un monte nativo “muy hermoso”.
Ya por es entonces se había despertado la idea de hacer una pequeña cafetería en el medio, en altura para que desde dentro o el balcón pudiera ver las aves, y llamarlo “El café de los pájaros”.
Los dueños de la tierra eran un matrimonio alemán y vivían en Alemania por lo que era muy difícil contactarlos, y para colmo ya tenían decidida la venta a una familia de Mercedes. “No pudimos comprar ni hacer nada”, agregó Fernando, pero como no hay mal que por bien no venga, la oportunidad indicada llegó y adquirieron un terreno “muy bien ubicado en la proyectada peatonal de Pellegrini” que tenía un rancho muy antiguo y un monte muy exuberante.
Eso fue en febrero de 2019, y ya en abril empezaron a construir el café con puertas antiguas y ventanas, logrando una edificación en base a las aberturas. “Queríamos darle una aspecto de casona antigua con galería, nos llevó nueve meses e inauguramos para el feriado de carnaval de 2020”, relató.
Lamentablemente, en menos de un mes llegó la pandemia de coronavirus y todo se detuvo, tuvieron que cerrar, y hasta el repostero que habían contratado se volvió a su ciudad. Como todo el mundo, quedaron a la espera de la vuelta del turismo.
Poner el cuerpo
Como ninguno de los dos tenía experiencia en cafetería, el tandilense pensó que alguno de los dos tenía que aprender de repostería. Fue él mismo el que asumió el reto y empezó a ver tutoriales en youtube y a practicar.
“Yo nunca antes había cocinado pero descubrí que tengo muy buena mano con la repostería”, confesó orgulloso. Así fue que aprendió a hacer budines, alfajores, medialunas, el clásico chipá, y ahora comidas tradicionales de Corrientes, como mbeipy, kibebe, chipa guazú, chipa soo.
Con la vuelta del turismo volvieron a abrir y ahora con la cocina a cargo de Fernando y el salón en manos de Javier, que además hace la cafetería, los licuados, los milkshake, tragos y atención al público.
“Todo el local está hecho a nuestro gusto, los planos y el diseño de la construcción los hice yo, ambos dirigimos la construcción, Javier hizo todo el jardín, al monte le hicimos todos senderos y se puede recorrer”, indicó.
El sitio invita a sentarse serenamente en los bancos y ver las aves, a recorrer y pasar por los puentes que atraviesan dos estanques con agua llenos de peces. Realmente la vida silvestre es vastísima y alimentan a los pájaros con frutas para que aniden en el monte.
“Desde que fuimos a Pellegrini soñábamos con hacer algo para el turismo y todo artículo de decoración que tenía algún pájaro lo comprábamos, pues lo que hiciéramos queríamos darle la temática de aves, por eso le pusimos de nombre el ‘Café de los Pájaros’”, señaló.
Como dato importante, compartió que para construir no tocaron un solo árbol, así es que la galería está trunca porque hay un ejemplar gigante de Anchico entre la galería y los baños.
Por otro lado, restauraron el rancho y le hicieron una capilla. “En el interior de Corrientes es común que haya un rancho de adobe con piso de tierra y al lado una construcción con piso de mosaico donde hay un altar y es la capilla para un santo o una virgen, y nosotros hicimos lo mismo para darle al rancho su impronta típica correntina”, añadió a la descripción, que sin dudas devela la pasión por ese sueño logrado, por el lugar que eligieron para vivir y proyectarse.
La importancia de respetar la diversidad, en el amor y en la naturaleza
El tandilense es Fernando Huarte, tiene 53 años y es licenciado en Psicología y técnico superior Paisajista. Instalado en ese pulmón de Mercedes, Corrientes, contó entusiasmado que este año se dictará en el pueblo la carrera de técnico superior en Gastronomía y ya se anotó para hacerla. “Creo que me aportará mucho al emprendimiento”, dijo.
El mercedeño es Javier Somma, tiene 42 años y es ingeniero agrónomo. Son socios y pareja, se casaron hace seis años y medio. “Cuando nos conocimos nos pusimos a hablar de plantas, con sus nombres científicos, donde íbamos hablamos de árboles, tenemos mucha afinidad con la naturaleza, soñábamos con tener una casa en un monte y Pellegrini es un lugar especial para disfrutarla”, aseguró.
Es que el pueblo de 900 habitantes está rodeado de una laguna inmensa, junto a la Reserva provincial y el Parque nacional. “Es el área protegida más grande de la Argentina, la verdad pudimos cumplir ese sueño”, exclamó.
En sus pasos hasta llegar allí, Fernando reveló que al principio Javier tenía miedo como la gente de un pueblo del interior de corrientes tomaría que una pareja gay se instale ahí, pero luego comprendieron que hace 25 años que esas tierras guaraníes reciben turismo extranjero con costumbres muy diferentes a las suyas. “Eso ha hecho que sean muy tolerantes a lo diferente, y la verdad que nos llevamos muy bien con todo el pueblo”, admitió y de hecho es así, ya que hasta los compueblanos de Mercedes ya tienen como referencia “El Café de los Pájaros”, por su impronta y la calidez de su atención.