El día que Rosas intentó voltear la Piedra Movediza
Tandil y la eterna fake news de Michael Mulhall. Publicado en La Vidriera
Era un periodista irlandés. En 1882 publicó The Handbook of the River Plate, una enciclopedia que hoy es un referente de consulta. El problema es que en ella anida una de las noticias falsas más célebres de la historia local y nacional.
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Por Pablo Dal Dosso
Las mentiras disfrazadas de noticias se llevan mal con el periodismo. Pero existen. Se las conoce como fake news y están entre nosotros desde hace siglos. De hecho, los primeros cristianos fueron perseguidos debido a que circulaban rumores según los cuales ejecutaban “prácticas repugnantes” como el incesto, el infanticidio y el canibalismo. Siglos después, estas mismas acusaciones pesarían sobre paganos, judíos y supuestos herejes.
Otra fake news histórica surgió luego del descubrimiento de América. En esos años se difundieron en Europa relatos acerca de sitios de inmensa riqueza, como los que dieron forma a la leyenda de la Ciudad de los Césares o El Dorado. Pero el objetivo principal de esas historias que se difundían en forma oral en las ferias y mercados era el de impulsar a los hombres a unirse a las tripulaciones que viajaban a América.
Por cierto, ya en el s. XX, la propaganda nazi incorporó las técnicas de comunicación de masas más avanzadas de su tiempo, como la radio, para distribuir sus mensajes atrayendo amplias capas sociales. Así, medios de prensa escrita como Der Stürmer y Der Angriff afirmaban que los enemigos políticos del régimen, especialmente los judíos, eran responsables del malestar y las dificultades que enfrentaba la sociedad alemana en el período de entreguerras, logrando así el consenso, la aprobación y la colaboración de millones de personas.
Varias décadas después, en 2001, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos creó en secreto una Oficina de Influencia Estratégica (OIE), con la misión de difundir información falsa que sirviera a la causa de ese país en la guerra de Afganistán. Se permitió que la OIE deliberadamente difundiera información falsa, dirigida en particular a los medios de comunicación extranjeros. Oficialmente, el OIE se disolvió después de que los periodistas revelaran su existencia.
Por todos estos ejemplos y miles más, desde hace algunas décadas el semanario alemán Der Spiegel destina a casi 80 periodistas para que chequeen que cada dato se corresponda con la realidad.
Pero esta cuestión, que era aplicada en sus inicios sólo por los grandes medios de la prensa escrita, ahora se extendió a los llamados factcheckers (chequeo de hechos), que emergieron en la primera década del siglo XXI en Internet, y que no sólo se dedican a comprobar los hechos y datos que se usan en los discursos -sobre todo los políticos- sino también los que publican los medios de comunicación.
Incluso, en 2004 emergió en Alemania el BILDblog, que se dedicaba solo a observar y verificar los artículos del diario Bild, el de mayor tirada del país. Este blog llegó a ser el más popular de ese país, recibió elogios del prestigioso filósofo Jürgen Habermas, y desde 2009 se dedica también a la verificación de hechos publicados en otros medios de prensa.
El origen de este fenómeno en la Web nació en la prensa anglosajona, y poco tiempo después adquirió popularidad en EE.UU. con el establecimiento del sitio web FactCheck.org (2003), seguido por PolitiFact (de St. Petersburg Times) y The Fact Checker (del Washington Post), en el año 2007. A ellos le siguieron diferentes medios en el Reino Unido (Channel 4 Fact Check y Full Fact), Les Décodeurs en Francia, y Chequeado en nuestro país, que fue fundado en 2010 e hizo su primera aparición fuerte chequeando los datos que en el debate del 4 de octubre de 2015 esgrimieron los candidatos Sergio Massa, Nicolás Del Caño, Mauricio Macri, Margarita Stolbizer y Adolfo Rodríguez Saa.
Así que, con todo esto a la vista, algo debe estar muy mal en el periodismo mundial para que estos sitios continúen saliendo en auxilio de quienes desean publicar la verdad. Y algo debe estar terriblemente mal en los otros protagonistas de nuestra realidad, para que sus dichos sean puestos, una y otra vez, bajo la lupa de estos factcheckers.
Uno de esas “verdades” instaladas perduró durante más setenta años y apuntó justo hacia nuestra ciudad desde la segunda mitad del siglo XIX. Se trataba de aquella afirmación que indicaba que Juan Manuel de Rosas había realizado durante su gobierno un insólito intento por voltear la Piedra Movediza, utilizando para ello varias yuntas de bueyes. Con ello, ciertamente, se reflejaba el notable grado de alienación que sufría aquel caudillo al que muchos se refieren, aún hoy, con desprecio.
De hecho, hay una historia recurrentemente mencionada en muchos portales turísticos, simples reproducciones de otras publicaciones que, a su vez, es tomada por los diarios y revistas de circulación nacional para ampliar aún más lo que quieren comentar sobre nuestro mítico emblema pétreo. Y en esa historia, al hablar de la Piedra Movediza, señalan que ya en 1893 era una verdadera creencia que tal hecho había ocurrido, prolongándose la idea durante décadas. Tanto que hasta mediados del siglo XX, en los colegios de nuestra ciudad se oyó a maestros y profesores afirmar lo mismo, cambiando sólo la versión de si los animales utilizados fueron bueyes o caballos.
El episodio, con todas las características de invención y viciado de una notable antipatía hacia Rosas, había sido publicado en la sexta edición del The Handbook of the River Plate, de Michael G. y Edward T. Mulhall, impresa en Buenos Aires a fines de 1882.
Así, dando crédito a los relatos fogoneados por los enemigos del caudillo, los Mulhall no dudaron en publicar que “Rosas unció mil caballos para desplazarla (a la Piedra Movediza), sin conseguirlo” (“..when Rosas yoked 1.000 horses to displace it he was unable to do so”, Pág. 88). Una aseveración que, ciertamente, no hubiese soportado el chequeo de datos más elemental, sobre todo si se presta atención que en el mismo libro, dos párrafos más abajo, se menciona al año 1873 como el de la masacre de Tata Dios, en vez de 1872, como realmente fue.
Aún así, la fantasiosa idea de aquella intención de Rosas también fue subrayada por el reconocido Dr. Francisco Latzina (1843-1922), funcionario del Estado durante 36 años, entre 1880 y 1916, quien en su Geografía de la República Argentina (1888) señala que Rosas había realizado el intento “sin que el estúpido experimento diera resultado”.
Lo cierto es que los hermanos Mulhall, , hijos de Thomas Mulhall y Catherine Flood de Dublín, provenían de una familia acomodada y se establecieron en Argentina a mediados del siglo XIX.
Edward T. Mulhall (1832-1899) lo hizo tras la caída de Rosas, a mediados de la década de 1850, dedicándose a la cría de ovejas, primero en Ranchos y luego cerca de Zárate. En 1860 llegó su hermano Michael (1836-1900), que era periodista y estadístico, y convenció a Edward de abandonar la ganadería para dedicarse al periodismo y la publicación de libros.
La asociación resultante entre ellos condujo a la fundación, en 1861, de “The Standard” de Buenos Aires, el periódico preferido de la comunidad anglo argentina, que solo dejó de publicarse en 1959.
Más tarde publicaron la serie de cuatro ediciones del célebre The Handbook of the River Plate, un manual que se convirtió en el primer libro publicado en inglés en nuestra tierra.
Por cierto, la lista de los libros publicados por Michael, el hermano periodista, es extensa, y uno de los más conocidos es The English in South America, publicado en 1878 y reimpreso 99 años después en Nueva York. Su Diccionario de Estadística se publicó en al menos siete ediciones entre 1884 y 1911, las tres últimas a título póstumo.
Nadie duda de las capacidades productivas del autor de The Handbook of the River Plate, algo que se confirma con el hecho que esta obra fue de las más consultadas por los inmigrantes y ahora es un libro de referencia histórico.
Pero allí radica también su enorme defecto: que en un libro de referencia histórico anide una monumental fake news que, hasta hoy, algunos continúan repitiendo.