Acusado de abusar de la hijastra confesó ante el Tribunal su responsabilidad

En algo más de dos horas de declaración frente al Tribunal, y sin público ante su pedido expreso, el acusado de abusar por años de su hijastra menor de edad confesó su responsabilidad.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu emailSe trata de un hecho sin precedentes en la historia tribunalicia -al menos local-. Un acusado de abusar sexualmente de una niña, aceptando los aberrantes hechos y confesándose culpable en medio de un juicio en el que se había sustanciado fundamentalmente por la declaración de la niña (vía Cámara Gesell) y el aporte de su madre, que no hacía más que darle respaldo a la veracidad de los dichos de la víctima, además del aporte de los peritos psicólogos y psiquiatras que intervinieron en el caso.
Si resulta un arrepentimiento sincero o se trata de una estrategia defensista (o ambas hipótesis) quedará en la libre y sincera convicción de los magistrados, quienes además de contar con una inédita confesión deberán merituar dicha postura que sorprendió a propios y extraños.
Por lo pronto, nada hace presagiar que su cambio de postura incida en el ministerio público a la hora de acusar. Si hasta ayer había negado los hechos enfáticamente y había acusado en plena instrucción de una confabulación de madre e hija en su contra frente a los graves delitos en su contra, porqué ahora el fiscal cambiaría un ápice su alegato por venir. En todo el proceso tuvo tiempo de arrepentimientos y confesiones, pero ahora, una vez consumado el juicio y ventilada la abrumadora prueba, se dice responsable.
Se trata de Carlos Alberto Barilaro, cuya confesión no resultó del todo espontánea. Con cierto esfuerzo en el interrogatorio de las partes, terminó aceptando su culpa en lo medular de los hechos denunciados y detallados oportunamente por la menor. Empero, buscó minimizar los sucesos, especialmente acotando el tiempo en que transcurrieron los abusos, como el lugar donde se sucedieron.
A saber, el fiscal lo acusa de abusos comprendidos entre los ocho y 13 años de la menor en tres viviendas distintas. El acusado “arrepentido” admitiría sólo sucesos en una sola vivienda, y que los actos se sucedieron cuando la menor estaba “físicamente desarrollada”, entre los 10 y 12 años, en el tiempo comprendido entre 2010 y 2012.
Admitió que la sedujo la menor y que mucho de lo que dijo fue porque su madre “le metió fichas”, para luego pedir compasión y mostrarse arrepentido de lo que le había hecho a la menor, a quien -dijo- le hubiera gustado pedirle perdón personalmente.
Barilaro habló de que ahora, bajo tratamiento psicológico, pudo comprender la gravedad de los hechos y que por eso podía hablar sobre su responsabilidad.
Sin más que exponer, apenas abundar en un relato más ocupado y preocupado en desmentir algunos sucesos que en admitir y ahondar en lo que sí dijo haber protagonizado, cerraría la conmovedora jornada judicial, a la espera, entonces, de los respectivos alegatos a desarrollarse el venidero miércoles a media mañana.
El caso
Antes de llegar a la confesión, en estas páginas se había informado sobre las audiencias en que se proyectó la Cámara Gesell de la menor, como el desgarrador testimonio de la mamá.
Se proyectó el video de la declaración de la menor. Si bien a pedido de las partes no se dejó al público –tampoco a la prensa- presenciar la filmación, por lo que trascendió de los funcionarios consultados fue que el testimonio no hizo más que ratificar lo que oportunamente había expuesto la mamá, con un lenguaje propio de una menor que, además, hablaba en primera persona como la que sufrió los vejámenes sexuales.
Al decir del ministerio público fiscal, el relato resultó coherente, creíble, concordante, espontáneo y cargado de emotividad, sin margen a especulaciones de una presunta mendacidad para perjudicar a quien señaló como su abusador. Conceptos que serían también ratificados por los peritos psicólogos que fueron consultados al respecto.
Hasta aquí, con la prueba de cargo expuesta, el fiscal Marcos Egusquiza, como la abogada del particular damnificado, Elisa Hospitaleche, se habrán dados por satisfechos a la hora de contar con elementos suficientes para encarar lo que será el venidero alegato, con el aditamento ahora de la confesión del propio imputado.
Los abogados defensores César Sivo y Manuel Marañón, en tanto, pretenderán atemperar la condena, habida cuenta de la confesión y el presunto arrepentimiento expuesto por su pupilo, para un delito que contempla una pena en expectativa que va de los ocho a 20 años de prisión.
Repercusiones
Como se indicó oportunamente, en 2012 se efectivizó la denuncia, tras la descarnada espontaneidad de la menor confiándole a su mamá que aquello que estaba aprendiendo en el colegio, acerca de abuso infantil, lo había padecido en carne propia tiempo atrás. En medio del estupor, la conmoción y hasta cierta incredulidad frente al relato de su propia hija, finalmente decidió confiar en ella. Si en definitiva nunca había fabulado, era una chica muy locuaz y lo que decía debía ser verdad: estaba acusado de aberrantes como ultrajantes sucesos sexuales al que hasta ayer llamaba como su papá, si bien no era su padre biológico.
Sin titubear, la mamá habló con su terapeuta y desde allí se aconsejó propiciar la denuncia en cuestión. Aquí comenzaría otro calvario, tener que exponer a la niña a que le contara a extraños, especialistas en la temática, lo padecido y desandar un camino plagado de hostilidades. Quien resultaba apuntado de los presuntos abusos era quien la había criado como hija propia y quien le había dado dos hermanitas. Por ellas, y por su mamá, antes nunca había referido a aquello que aún hoy la conmueve y la ha cambiado. Ya dejó de ser aquella niña sociable y vivaz. Ahora la intromisión, el asilamiento, el sentirse un objeto, con la autoestima por el subsuelo.
Como se reseñó, Barilaro se había ido de la ciudad, empujado por las circunstancias. A más datos, había quedado “preso” de las redes sociales, desde donde se inició un escrache virtual, y por lógica consecuencia condena social, que ameritó una rápida salida de la ciudad, dejando su trabajo en las oficinas estatales de Anses.
Pasaron los meses, años, y aquel responsable ahora confesaría su responsabilidad, tras haberlo negado desde un comienzo y luego de estar detrás de las rejas, al haber sido capturado por la policía.
Sobre el autor
Más de 142 años escribiendo la historia de TandilEste contenido no está abierto a comentarios