Adultos mayores visitaron un histórico castillo en zona rural que tiene una rica historia
El castillo de Egaña, cuyo nombre es San Francisco, fue construido por Eugenio Díaz Vélez, nieto del general Eustoquio Díaz Vélez. Eugenio proyectó el edificio siguiendo un estilo europeo muy ecléctico y trasladó desde Buenos Aires y Europa la mayor parte de los materiales de construcción. Los trabajadores fueron contratados en Capital Federal y enviados al sitio de la obra, que se prolongó desde 1918 hasta 1930.
Recibí las noticias en tu email
Accedé a las últimas noticias desde tu email
La historia
Cuando Eugenio murió, el 20 de mayo de 1930, San Francisco fue heredado por su hija mayor, María Eugenia, quien arrendó las tierras, administradas por la Casa Bullrich y Cía. En 1958, bajo la gobernación de Oscar Allende (UCRI), el proyecto de reforma agraria, tocó a las puertas de la estancia y, con la intensión de implementar planes de colonización y afincar a pequeños propietarios rurales, la inmensa propiedad fue expropiada por la provincia.
De este modo, antiguos arrendatarios se convirtieron en propietarios de las tierras que antes alquilaban. El Ministerio de Asuntos Agrarios creó entonces la colonia Langueyú, dentro de la cual quedó gran parte de la estancia San Francisco y su reputado casco. Más tarde, la estancia se subdividió y adjudicó en lotes a los colonos.
En tanto el mobiliario, equipos de trabajo y demás enseres del edificio fueron subastados (y no tanto saqueados, como dice una tradición que circula). Finalmente, en 1965, el gobernador Anselo Marini (UCRP) lo transfirió al Consejo General de la Minoridad con la intensión de convertirlo en un hogar/granja que, a la sazón, terminó convertido en un reformatorio, alojando a jóvenes con problemas de conducta. Hacia mediados de los ’70, y tras un asesinato que comprometió a uno de los internos, los menores fueron reubicados y el castillo quedó, una vez más, olvidado.
La actualidad
Visitar y recorrer actualmente lo que queda del castillo de Egaña resulta una experiencia sobrecogedora, posee toda una serie de características que, a nuestro entender, lo convierten en el sitio ideal para que en él germinen las más variadas fantasías fantasmagóricas.
Durante la visita una de las participantes alumna del taller de gimnasia para la salud Ana Alzola, que había trabajado en el orfanato durante la década del ‘70 nos hizo partícipes de múltiples anécdotas del lugar; también se hizo presente Maribel García, representante de un grupo de personas que trabajan por la reconstrucción del castillo de Egaña, nos habló de las acciones que lleva a cabo el grupo y las expectativas de futuro que ellos tienen.
Sobre el autor
Más de 142 años escribiendo la historia de TandilEste contenido no está abierto a comentarios