Algunas cosas, simplemente pasan. Otras cosas pueden evitarse, simplemente
?Preocupados y conmovidos?, fueron las dos palabras con las que el director de la Escuela de Educación Técnica 2, Rubén Butte, definió el estado de ánimo de la comunidad de docentes y alumnos del establecimiento al que pertenecen los alumnos accidentados este domingo cuando el automóvil en el que se trasladaban once estudiantes de segundo año del polimodal volcó, dejando a uno de ellos internado en la Nueva Clínica Chacabuco, en la sala de Terapia Intensiva, en estado reservado.
Butte dijo que ?nunca pensaron que esto podía ocurrirles?. Agregó que ?los chicos ya en segundo empiezan con esto de comprarse autos? y demás, que es una situación que ?todos conocemos y no podemos hacer que no sabemos que eso ocurre?.
También dijo que ?hoy? (por ayer), ?estuvo el señor Calvo, de Tránsito, para poder realizar una reunión con los padres y los alumnos y por supuesto, ?accedimos enseguida porque nos parece que es bueno pero, lamentablemente, tuvo que ocurrir esto para hacer esta charla?.
Dijo también, que ?esto escapa a todo y habría que hacer una prevención con todos los integrantes de la comunidad?.
El director negó que desde la escuela se apoye a los alumnos en el arreglo y puesta a punto de estos autos en los talleres del establecimiento educativo. Butte contó, además, que la madre del alumno internado desconocía que su hijo participaba en las salidas con estos automóviles que suelen utilizar las agrupaciones escolares.
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Quién
Tratar de buscar responsables ahora, cuando uno de los jóvenes se encuentra internado y en estado reservado, es casi un desatino. Sin embargo, sí podemos instalar el tema y reflexionar acerca de él.
Surge una simple pregunta que hallará, una simple respuesta: ¿Por qué pasó? Porque alguien lo permitió. Está bien, digamos que el destino hizo su parte y también la mala suerte, además de aquellos factores que hicieron que ese auto se diera vuelta en una avenida céntrica de la ciudad.
Auto es una manera de decir, eso está claro. Entonces, ¿qué hacía circulando, con once o doce chicos arriba?
Sabemos cómo son capaces de potenciarse los jóvenes cuando actúan en forma grupal, envalentonados por la impunidad de no percatarse demasiado de los peligros, escudados en que están ?adolesciendo? y por eso prueban, tiran de la cuerda para ver ?qué onda? y si no, ?ya fue? y a otra cosa.
Pero ahí sería entonces, cuando entramos a jugar nuestro rol los adultos y la pregunta es ¿cuál sería ese rol, en este caso?
Familia, Estado e instituciones
El de los padres. Podríamos dividirlos entre los que saben y les guardan el auto en la casa, los que alientan y le prestan las herramientas y el taller para que lo armen, catalogando a este grupo como de cierto grado de irresponsabilidad y poca capacidad para ver el peligro que este tipo de acciones implica; otro grupo nuclea a quienes están más alejados de estas lides e ignoraban, como muchos, que su hijo cuando sale de casa, es para subirse a un carromato que no cumple con ninguna de las reglas, habidas y por haber. También podemos incluir a un tercer grupo. El de los padres que vemos circular a esos ?autos? pero nada podemos hacer, ya que no somos ni arte ni parte pero nos dejan temblando con sólo pensar que en poco tiempo, en casa no se hablará de otra cosa que no sea de la bandera, la remera y la Farándula, dejando ante nosotros la gran pregunta: ¿Cómo hacemos para impedir que nuestros hijos, cuando dicen ?Chau ma o chau pa, nos juntamos con los chicos?, no terminen dando vueltas por el Dique a bordo de alguno de esos aparatos?
Cosas que pasan
Si bien una desgracia o un accidente puede producirse en cualquier ámbito o en cualquier momento, por ejemplo cuando un chico que trepa a un árbol y se cae. Obviamente, no podemos multar al árbol o mandarlos a cortar a todos. Y ni siquiera está mal que el chico trepe, más bien es sano el contacto con la naturaleza, pero las cosas suceden. También puede volcar un auto con todo en regla, es así.
Pero es aquí donde surgen algunas diferencias fundamentales y allí, donde entran de lleno los adultos, pero sobre todo, aquellos que cumplen funciones y más que nada, funciones en el Estado. Una de ellas es controlar. Entonces, este carromato como tantos otros, tendría que haber estado fuera de circulación hace mucho tiempo, desde el mismo día que se los ha visto circular por las calles de la ciudad, la mayoría de las veces empujado por los chicos que se suben en marcha cuando por fin arranca, para terminar sentados en el capot, en los bordes o donde sea mientras circula a gran velocidad conducido por jóvenes envalentonados solamente por ser eso. Jóvenes a los que nadie les dijo que no.
Los padres podemos hablar con nuestros hijos mil horas pero cuando salen, sólo nos queda confiar por un lado, en todo lo que dijimos (rogando que haya coincidido con lo que hicimos y hacemos), con respecto a las buenas costumbres y otras cuestiones, como drogas, alcohol, velocidad, sexo, etc…y a pesar de ello, sentimos que debemos encomendarnos a Dios y al destino, pidiendo que sea éste lo más benévolo posible.
Y esta escena se repite en cada una de las salidas, ya sean a las cuatro de la tarde o a las cuatro de la mañana. Y es porque no podemos ni tenemos que ir con ellos. Debemos confiar, dejarlos crecer aunque tenemos la sensación cierta de que no todo es como debiera ser.
Entonces, ¿qué nos queda?
Entonces, ¿qué nos queda? Un Estado que no cumple y que ha vuelto a incumplir una vez más y los ejemplos que se pueden dar para estos casos, son amplios. Venta de alcohol en los boliches, factor ocupacional, chicos corriendo picadas y así, lista interminable.
Por otro lado, una institución educativa que como otras, ha sido demasiado benévola con los chicos en lugar de jugar el rol del malo y aplicar la autoridad con el rigor del caso. Acompañado por el fundamento de la ley, no es no y es irrefutable.
Por eso desde aquí diré, señores del Estado, el rol de los padres no es fácil y, seguramente, cada uno de nosotros sabremos hacernos cargo de la parte que nos toca y se pondrán las barbas y errores en remojo pero más difícil se hace cuando desde ese lugar, desde la función pública no se ve lo que se tendría que ver. Cuando se hace caso omiso de las cosas, una y otra vez. Además, somos padres, no supermanes.
Entre todos
Las leyes deben cumplirse siempre, no a veces o un poquito porque de esa manera, se camina eternamente por rumbos ambiguos donde el límite de lo permitido o prohibido nunca está claro, y es una manera de criar y educar a nuestros hijos en una permanente confusión, que puede ejemplificarse en distintos ámbitos en los que en la sociedad se desarrollan, crecen y se educan.
Así, con esta cultura de la ambigüedad que no sabemos romper, estamos logrando que ellos arrastren estos defectos de carácter colectivo en lugar de trabajar para que ellos sean mañana quienes cumplan el rol que los adultos de hoy, vaya uno a saber porqué, no nos atrevemos a cumplir y dejamos que las cosas que podrían evitarse simplemente, pasen.
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