Bailando por la bolsa
Por primera vez, luego de más de cincuenta años de ver boxeo, el aburrimiento, el hastío y lo impresentable que me ofrecía la pantalla, lograron que dejara de mirar una pelea.
Hasta donde pude aguantar, Santander Silgado, de Colombia, un noqueador clásico radicado en nuestro país y Sergio Béaz, apodado ?El martillo? (de goma) se bailaron un vals de nueve rounds abrazados como novios en sus primeras calenturas. Algo se entiende, la única forma que tenía Béaz de terminar parado era abrazar, abrazar y abrazar. El reglamento argentino permite trabar y agarrar, pero hasta un cierto punto. Al punto de que una pelea no se transforme en una ?remake? de Fred Astaire y Ginger Roger. Pero el referí, Ramón Martínez, un desconocedor de los reglamentos, permitió el inacabable e imbancable show de abrazos. Este árbitro, pertenece a la Comisión local, tal como quiere que sea el periodista del medio que trasmite -pero que cuando la Municipalidad de Tandil suspendió al boxeo para capacitar a los oficiales de ring, no dio la noticia por ser ?abolicionista?- Seguramente es un gran aporte al boxeo que cualquier figuretti, que no sepa ni el primer artículo del Reglamento -por el hecho de ser local- se transforme en garantía. Además, en todas las caídas que tuvo Béaz por empujones, resbalones, pasadas de largo y golpes, nunca le limpió los guantes. Permitió que el manager de Béaz tardara casi un minuto en lavarle y ponerle el bucal y entre el round 8 y 9 hicieron un charco de agua que prolongó el descanso de Béaz por dos minutos y medio hasta que trataron de secarlo.
Volviendo al salón de baile y a lo visto por TV, la pelea no concitó expectativa alguna. Los claros fueron notables con tribunas despobladas y algo en los sectores del ring side que olían a ?garrón?. Tanta soledad me hizo recordar a Macedonio Fernández cuando dijo acerca de un velorio al que no fue nadie: ?Si faltaba uno más, no cabía?.
Otro de los interrogantes que dejó este capítulo dedicado a las bondades de la sopapa fue la actitud de Santander Silgado. Con brazos largos, pegada muy potente -sobre 16 peleas llevaba ganadas 15 por k.o.- se dejó infantilmente, o no, agarrar a gusto del adversario. Con haber sacado las manos en ?uno-dos? lo hubiera mantenido alejado y en un cruce podría haberse anotado un fuera de combate más. Cuando en el noveno se afirmó con una mano, Béaz se fue al suelo. Fue todo lo que pudo verse de boxeo.
Otro tema importante era el título que se ponía en juego: el vacante Fedebol de un valor menor que el de un carné del club Sacachispas. Se lo llevó Salgado por puntos, o por cortes y quebradas, según se mire.
Hace tiempo ya que dije que las peleas de TyC Sports dejaban mucho que desear en algunos casos porque eran armadas por los managers-promotores para hacer escalar a sus pupilos. En otras, porque las equivalencias no existían y, al final concluimos en esto último del sábado pasado que todavía no sabemos qué fue, pero que si se anunció como un combate de boxeo ha sido un espanto para los aficionados.
Con estas ?peleas? indudablemente que alejan a la gente de los espectáculos boxísticos. Tal vez por estos bodrios mediáticos los espectáculos de boxeadores amateurs tengan una mayor convocatoria que los profesionales. Y se entiende, los pibes dan todo lo que tienen y generan un buen espectáculo. Pruebas al canto; en Tandil en tres festivales, hubo más gente en los dos de amateurs que en el del campeón sudamericano Fernando Saucedo. Por algo será.
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Más de 142 años escribiendo la historia de TandilEste contenido no está abierto a comentarios