Carlos Catalano, galardonado a nivel nacional
El premio le será entregado en el acto de apertura de la Fiesta Nacional del Teatro que se llevará a cabo en la ciudad de Resistencia ? Chaco, este viernes a las 18.
El artista, nacido en Buenos Aires y tandilense por adopción, ya cuenta en su haber con distintas distinciones: los premios Pepino el 88 (1992) por la Secretaría de Cultura de la Nación, Leonardo Da Vinci (1997) por el Círculo de Arte de Tandil, Teatro del Mundo (1998) por el Centro Cultural Ricardo Rojas de la UBA, Teatrista del Interior (2001) por la Revista Teatro XXI, Podestá (2002) por la Asociación Argentina de Actores, Diploma de Honor (2002) del Honorable Congreso de la Nación y Distinción por su Aporte al Teatro de la Provincia (2008), por la Secretaría Nacional de Cultura y el Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires.
De esta manera, el ente nacional que patrocina al teatro independiente de nuestro país, fomentando y apoyando las más diversos emprendimientos, ha efectuado una vez más un justo reconocimiento a los gestores del teatro del interior, en este caso en la figura de Juan Carlos Catalano, que luego de una intensa actividad teatral en la ciudad de Buenos Aires, se radicó en nuestra ciudad, iniciando desde finales de los años setenta una ardua tarea que se cristalizó finalmente en la creación de la Escuela Superior de Teatro, más tarde, Facultad de Arte de la Unicén.
En conjunto con tan importante logro en la faz institucional, siguió desarrollando una extensa tarea como actor y director en nuestro medio, con recordadas puestas en escena e importantes actuaciones, motivo por el cual ha logrado el reconocimiento de la comunidad cultural de Tandil, convirtiéndose a la vez en un referente de nuestro teatro en el resto del país.
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Aquellos primeros tiempos
En diálogo con La Vidriera, el veterinario devenido en actor habló con el suplemento dominical de El Eco de Tandil sobre la movida teatral a mediados de los setenta en la ciudad cuando ya comenzaba a tener sueños que culminarían en la Escuela Superior de Teatro y finalmente en la Facultad de Arte.
-¿Recuerda cómo era la movida teatral en Tandil de entonces?
-Estaba Coco Guimet con un espectáculo que andaba muy bien, ?Un viaje alrededor de una columna?… creo que era la obra, después estaba Jorge Bruno, pero no había otros referentes.
-¿Cómo se transformó ese taller de teatro a su cargo en una escuela?
-Lo curioso del caso es que a pesar de no haber papeles de inicio el rector Cruz terminó firmando cartones que avalaban el curso básico como resultado final de los que habían participado.
Al año siguiente tenía noventa personas que querían estudiar teatro, una cosa muy rara. Pensé que ?acá habría que hacer una escuela en algún momento?. Seguimos insistiendo con el teatro universitario, participamos de las últimas Olimpíadas Universitarias del período militar que se hacían en San Juan, fuimos con ?La isla desierta? de Roberto Arlt. Cruz pidió un determinado horario para poder verla, de modo que estuvimos muy acompañados y poco controlados porque en realidad ?La isla desierta? no era como para hacerse en ese momento.
Después viene la democracia y con el rector interventor, Natalio Echegaray, intentamos armar una escuela dentro de la Universidad, no formal, y estuvo funcionando un par de años sin presupuesto…
-¿Y qué pasó?
-Se ahogó en sí misma. Pero seguimos con el teatro universitario. En 1986 se hizo el Primer Encuentro Nacional de Teatros Universitarios y yo tenía el Teatro Universitario de Adultos, pero debía llevar además algo hecho por alumnos, y pusimos ?El herrero y el diablo? ?de allí salieron Los Prepu-, tuvo muy buena repercusión, con más de cien funciones.
Hasta acá era algo que simplemente se hacía, que a la Universidad no le costaba ni un peso. Nos ayudó mucho Carranza Vélez, una señora que se dedicaba a expresión corporal y trabajamos muy bien con ella y en 1986 fuimos a Buenos Aires con dos espectáculos ?Qué cruz la de Sauce Tumbado?, de Julio Varela, y ?El herrero del diablo?, de Gené, y allí tomamos contacto con la gente de Tucumán que estaba haciendo un trabajo ?algo similar a lo nuestro- pero ellos lo estaban retomando y me interesó cómo lo administraban. Les pedí que me mandaran todo y generosamente lo hicieron. Con todo eso ordenamos un poco un plan de estudio, una propuesta de carrera junto a la profesora Chapatto, Liliana Iriondo que trabajaban en el área de extensión, y lo presentamos. La Universidad aceptó que se enseñara teatro, no se sabía dónde ni cuando y en el ?87 abrimos la inscripción ad referéndum de la asamblea y tuvimos un primer año como pudimos y en donde podíamos. No teníamos nada más que las ganas de hacer teatro, entonces en el ?88 abrimos la inscripción que no dejó de hacer su presión sobre el Consejo Superior que finalmente dijo ?está bien. Pero ¿dónde va a funcionar?? y el problema es que no se quería dejar el precedente de que el rectorado podía crear carreras y hacerlas funcionar en su espacio, entonces se pensó que pasaríamos a Ciencias Humanas, pero dijeron que no, no nos aceptaron por suerte. En ese momento el ingeniero Corres era el decano de Exactas y dijo ?creo que vamos a tener que crear una nueva unidad académica porque sino dónde la gente va a hacer su desarrollo, si van a otra Facultad van a terminar ahogándolos? y yo pensaba en ese momento: ?Convencer a treinta y pico de personas es una cosa pero a más de cien no es lo mismo?.
Fue finalmente tema de una asamblea donde nos votaron por unanimidad y existimos a partir de ahí como Escuela Superior de Teatro.
Sobre el autor
Más de 142 años escribiendo la historia de TandilEste contenido no está abierto a comentarios