Chicos violentos: ¿Un signo de la edad o los resultados de la progresiva degradación social?
Por ejemplo, en la Escuela Media Nº 8 Pedro Benoit de La Plata, se puede concluir sin mucho esfuerzo en que la situación que se observa es casi la misma que en las puertas de todos los otros establecimientos educativos de la ciudad: los chicos salen atropelladamente y hasta a los golpes, y más tarde comienzan su estadío de permanencia en la puerta, jugando con los celulares, gritando y chocándose entre sí.
En el tradicional Colegio Nacional, ubicado a varias cuadras de allí, lo mismo. Nadie estaría fuera de lugar si pensara que estos procedimientos infantiles o juveniles son absolutamente normales en chicos de temprana edad, que viven con una excitación y vertiginosidad muy entendibles para esa etapa de la vida.
“Y, no sé, qué se yo.” dicen algunos alumnos desde la puerta. No parecen con muchas ganas de hablar del tema. “Esa violencia no sé si es así; nosotros jodemos solamente, no es que nos vamos a andar matando”, estiman. Y en este punto cualquiera podría pensar en que se trata de una situación biológica natural: cualquier chico se manifiesta de ese modo, siempre y cuando los resultados no terminen siendo preocupantes. Y eso, precisamente, es lo que parece estar sucediendo en estas épocas.
“Solamente hacemos de cuenta que somos otros, no pensamos en la violencia”, dictaminan algunos, desde una vereda en la que prácticamente no hay paso de transeúntes ni silencio. “Además, es mejor ser así”, agrega otro muchacho al paso, que no se queda en la charla. Y aquí puede estar el punto. A veces para sobrevivir simplemente hay que “ser así”. Toda una declaración.
Consultados sobre si es cierta esa tan mentada cuestión de que los chicos imitan lo que ven en la tele o en los jueguitos -cuando lo principal y verdaderamente determinante, se sabe, ocurre en las casas- responden que no saben, o que no creen que eso sea tan así. “Para mí no”, aseguran.
Pero lo que sucede en la vereda de los colegios habla por sí solo. Con este panorama no es muy difícil imaginar lo que sucede adentro. Es más: ni hace falta imaginarlo, porque la televisión, a través de las imágenes de las nuevas y superadoras tecnologías, se hace cargo de mostrarlo tal cual sucede, desde una posición muchas veces impostada que poco aporta al tratamiento serio del tema.
De ésta y otras cuestiones habló con Agencia NOVA la licenciada en Psicología Corina Rodríguez (egresada de la UNLP, matrícula 50.653), consultada con la clara intención de ampliar el aspecto de análisis y dirigir la cuestión hacia donde realmente está el punto de inflexión.
“La violencia escolar no está aislada del resto de las violencias. Para mí, la violencia, la veas desde donde la veas, es una respuesta a una impotencia, la consecuencia de la impotencia. Si lo ves en una familia, el padre o la madre, que es impotente para hablar con los hijos, que no logra una buena comunicación, va a recurrir al grito en un momento y al golpe después”, sostuvo.
Y analizó la cuestión desde una perspectiva general: “Partiendo de esa célula familiar, vas a la cuestión social y es exactamente lo mismo: yendo a lo macro, estamos en un sistema violento. Un sistema que es despiadado con lo económico, que no brinda las mismas posibilidades a todo el mundo. Venimos, encima, de gobiernos autoritarios y violentos, entonces es como que viene generándose desde hace mucho tiempo. Pero creo que uno de los puntos es la desigualdad social, los problemas económicos que existen, la falta de oportunidades para la gente joven. Creo que si un padre no llega tranquilo al hogar, si no tienen las mínimas cosas resueltas, obviamente va a ejercer violencia sobre los hijos, y esos mismos chicos son los que mañana no saben cuál va a ser su futuro”, analiza luego.
Y añadió: “Entonces, entendiéndolo desde ese lado, creo que es una muestra de impotencia ante no saber qué es lo que les espera”.
Consultada sobre si esa incomunicación que lleva a los padres a ejercer violencia sobre sus hijos puede trasladarse al ámbito escolar, por numerosísimas cuestiones que hasta exceden este tema puntual, Rodríguez remarcó que “el tema es amplísimo. Si lo generalizás, tiene que ver hasta con este tema de los celulares, las computadoras, de un montón de cosas en las que falta el diálogo; hoy el diálogo es con símbolos”.
Y llegado su análisis a este punto inevitable en el relato de la violencia escolar que, como se vio, es la consecuencia de otras violencias, puntualizó: “Hay otro tipo de comunicación, está bien, se ha avanzado en cuanto a un montón de cosas, pero por el otro lado, a mi entender, hay un atraso en cuanto a la comunicación verbal, en la parte hasta emocional. También haría falta una política educacional, porque no se puede permitir lo que está pasando en la escuela, ni desde los alumnos hacia los docentes y, a veces, ni desde los docentes hacia los alumnos. El hecho de que los chicos estén a lo mejor en una escuela donde se están muriendo de frío es violencia también. No les están pegando, pero es violencia. O si van a una escuela con la panza vacía, eso es violencia”.
De manera que es necesario ampliar la concepción de violencia. De acuerdo: a la violencia escolar puede reconocérsela y registrarla, pero será imposible tratarla en cuanto no se atiendan antes, y con la prioridad necesaria, otras cuestiones fundamentales que hacen a la vida social de los individuos.
“Se tendría que trabajar en conjunto porque si se enfoca de un solo lado las no funcionan -explicó la licenciada-. No es responsable sólo la escuela, ni sólo la familia, no es responsable sólo el Gobierno, sino que es una cuestión general”.
Por último, con respecto a sobre si la llamada violencia física es un tema estrictamente actual -al que se asiste con una muy entendible preocupación, sobre todo en el ámbito de los niños- argumentó: “El ser humano es violento, sobre todo cuando está acorralado con algunas cosas. Es parte nuestra. Me parece que siempre ha habido violencia, pero no tanto en la escuela. Siempre ha habido violencia en todas partes, pero en menor grado. Está todo el mundo más agresivo, y la respuesta es más violencia. Creo que antes había más respeto también por los docentes y por las instituciones, y que los padres hacían que los chicos entendieran que esa institución los estaba cuidando. Ahora creo que no es tan así, a veces los padres van también contra la institución, contra los docentes”.
En suma, la preocupante cuestión viene desde otros lugares: la familia, la propia historia, y se dirige precisamente hacia otros ámbitos. Actualmente no resulta nada extraordinario ver a padres pelearse a golpes de puño con docentes o, por caso, observar a una mujer trompearse con otra con un niño en brazos, mientras el chico asiste sin entenderlo -como probablemente tampoco lo entenderá de grande, jamás- a ese triste espectáculo. La violencia va fagocitando a todos los integrantes del tejido social, hasta volverse una expresión común, natural y cotidiana.
“Por eso hace falta una política educacional distinta, hace falta también integrar más a los padres a las escuelas, para poder trabajar todos juntos -concluye Corina Rodríguez-. Para eso, un padre tiene que poder trabajar las horas que debe hacerlo, no más de esas, que tenga tiempo para acudir a la escuela a las reuniones. Es como que hay que acomodar toda la base. Creo que siempre ha habido agresión. Me parece que cuanto más violento y más despiadado es el sistema, recibe más violencia de parte del individuo”.
En este sentido, Gustavo Oliva, rector del Colegio Nacional de La Plata, de la UNLP, aseguró que “no podemos separar la violencia que afecta a nuestra sociedad de lo que sucede en las escuelas. Por este motivo me pregunto si válido que se juzgue y sentencie a los adolescentes, sujetos partícipes de una sociedad que no eligieron, sino que les fue dada por nuestras generaciones”.
Oliva, aseveró que la violencia se genera a través de “la cultura de Internet, las nuevas tendencias de consumo de los chicos, las costumbres y las ofertas sociales para los adolescentes”.
En fin, un dilema que, al menos en el corto plazo, no ofrece horizontes de solución. (Agencia NOVA)
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