Con el lápiz, con la pluma y la palabra
Dice Nacho Lacovara que a veces siente que lo cruza por la calle ?y se hace el que no me vio, como lo había hecho en innumerables oportunidades, era una de las jodas que mas le gustaba hacer?.
Habla de Ricardo Garijo. Quiere decir, Nacho, que lo extraña, pero que también es como si su amigo estuviera presente. Como si no se hubiera ido. Y cuenta esa anécdota de que lo cruzaba por la calle y se hacía el distraído.
Se me ocurre que con Tandil pasa lo mismo. A veces se hace el que no ve a su gente (a su buena gente), no la saluda, no le habla. Como si no la conociera. Entonces, como en el caso de Nacho, uno mantiene la esperanza de que en cualquier momento llega una sonrisa y la aclaración: ?te estaba haciendo una broma??
Pero no. No es broma. A veces Tandil es tan antipático con su gente que dan ganas de zamarrearlo y hacerle entender de alguna manera que esa persona que cruza sus calles es, por ejemplo, Ricardo Garijo, un artista reconocido en el mundo. Pero sobre todo, un buen tipo. Y que, mínimamente, lo tiene que reconocer.
Para su suerte, Garijo era una de esas personas a las que se les dice ?perfil bajo?. En realidad tienen la grandeza suficiente como para cultivar una sencillez que no crece en cualquier maceta.
Con decir que casi se convence de que era bueno escribiendo el día que recibió el primer premio del Fondo Nacional de las Artes. Además, claro está, era un gran dibujante.
Por lo demás, era el típico producto más que de una generación, de una estirpe: le gustaba el cine, la literatura, la música, la discusión política, la amistad. Un tipo de los que no quedan. De los que van quedando pocos, bah?
Recibí las noticias en tu email
Un homenaje
El viernes pasado se presentó en el Aula Magna el libro ?Lomax, un viaje al espacio profundo?, una obra de comics que recopila las tiras publicadas en el diario capitalino La Razón entre 1983 y 1984.
El libro, casi un homenaje, es una suerte de tributo de un muchacho que en sus años de adolescencia quedó prendado con aquella historia de un astronauta norteamericano caído en desgracia. Muchacho que años más tarde de aquel enamoramiento pudo dar con el autor de su historieta preferida y cumplió el sueño de hacerla libro. Aquel pibe hoy es Sergio Salgueiro de la Editorial FAN de Buenos Aires, que estuvo presente en la presentación del viernes.
Lástima que no estuvo Ricardo para este reconocimiento. Una enfermedad infame se lo llevó en octubre pasado. Y nos dejó a sus admiradores sin la ilusión de esperar su nueva obra. Dejó a sus amigos sin las charlas interminables y el humor inteligente. Dejó a su familia sin el padre entrañable y el compañero incondicional. Nos dejó sin un tipo inigualable.
Memoria genética
Nació el primer día de diciembre de 1953. Traía en sus genes, además del don por el dibujo, esa mezcla de horror y romanticismo, de amor y locura que es la guerra. Su mamá había integrado las filas de la resistencia francesa en la Segunda Guerra Mundial. Su padre, español, sufrió la persecución de Franco (pasó tres años escondido en el hueco de una pared, de donde salía sólo por las noches) y padeció la barbarie nazi en el campo de concentración de Mauthausen.
Supo capitalizar lo bueno de las guerras: las historias heroicas, la defensa de la libertad, los ideales hasta las últimas consecuencias. La parte bélica las reflejó en sus dibujos, minuciosos hasta el extremo en el detalle de las armas, los tanques, los uniformes.
La ciencia ficción fue otra de sus pasiones. De ella también surgieron las ideas para sus tiras y personajes. A los seis años ganó su primer concurso de dibujo. Años más tarde, paralelamente a sus estudios formales, asiste a la Escuela Municipal de Artes Visuales.
De muy chico pudo viajar a Europa con sus padres. Volvió de joven, en 1977, junto a un grupo de amigos. Recorrió el continente a dedo, de punta a punta. De regreso al país comenzó a perfilarse su veta artística. Aunque, como buen argentino, tuvo que ganarse el pan con ?otro trabajo?. Fue diseñador gráfico, diagramador e ilustrador en El Eco de Tandil y en el desaparecido periódico El País y el Mundo.
Primeras tiras
Fue en 1980 cuando comienza a publicar en La Capital de Mar del Plata su primera tira: ?Planeta de acero?. No había antecedentes de este tipo de comics en el país, salvo los de Héctor Oesterheld.
Tres años más tarde, llegaría el turno de ?Lomax??, en La Razón. Al año siguiente, el diario cambió de dueño y de un día para el otro la tira desapareció y fue reemplazada por alguna de esas caricaturas norteamericanas, que no le gustan a nadie, pero salen muy baratas.
Fue para esa época que comenzó a trabajar para la casa Thomson de Dundee, Escocia. En principio lo hizo para la revista Starblazer con historietas de fantasía y más tarde para Commando con historias bélicas, que continuó dibujando hasta su fallecimiento.
Algunos años más tarde llegaría una sociedad que iba a rendir sus frutos. Junto a su amigo Raúl Echegaray publicaron la revista de historietas “Gurbos en extinción”. Le siguieron otras publicaciones del mismo género: “Historietas Bonaerenses”, editada por la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Buenos Aires en 1999 e “Historietas en la Biblioteca” en 2001, estas dos últimas conteniendo trabajos de los alumnos del taller de historietas de Garijo y Echegaray.
De esa sociedad también surgió la publicación de un texto técnico dedicado a docentes editado por la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires: “Taller Integral de Historietas”.
Pero fue el ?Diario de la Plaza Moreno? la que Garijo consideró como la obra más logrado con Echegaray. Editada hacia fines de 2002 es una colección de nueve historias fantásticas transcurridas en la mítica plaza de Constitución y Chacabuco.
También trabajó para editoriales de Inglaterra, Estados Unidos, España e Italia
En 2007, Monsterwax publicó “El Arte de H. G. Wells?, una colección de 102 tarjetas pintadas por Ricardo Garijo, que incluye las historias ?La Guerra de los Mundos?, ?La Máquina del Tiempo? y ?La Isla del Dr. Moreau?.
El escritor
El día que cumplió 55 años fue seleccionado junto a distintos autores nacionales en el Concurso de Cuentos organizado por el Fondo Nacional de las Artes, en ocasión de su 50° aniversario. El cuento “Los trenes” de Ricardo Garijo obtuvo el primer premio (Premio Directorio) entre más de 1500 cuentos.
Algunos años antes, en 2004, su don de escritor había cosechado otro logro: el premio del concurso Autores Tandilenses, con su novela ?El fuego?, que luego obtuviera la Faja de Honor del Instituto Cultural de la Provincia.
En agosto del año pasado, la Biblioteca Rivadavia, la Asociación Comic Tandil y la Dirección General de Cultura y Educación de la Municipalidad le organizaron un merecido homenaje, oportunidad en la cual se presentó un documental sobre su vida y su obra realizado por alumnos de 2do. año de la carrera de Realización Integral en Artes Audiovisuales de la Facultad de Arte.
Fue una de las pocas veces en que las instituciones de la ciudad reconocieran su labor. El viernes pasado fue otra suerte de homenaje.
Sin embargo, como bien dice su amigo Echegaray hay otros reconocimientos quizás menos ilustres de la cultura; en las calles, en los cafés y en los asados donde ya no está presente pero su recuerdo.
Aquí en Tandil ?dice Echegaray-, nadie se ha resignado a entregarle los trofeos que ganara en vida Ricardo, a la parca que un mal día vino a buscarlo.
Este contenido no está abierto a comentarios